_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El polvorín libanés

LA TENSIÓN provocada por la concentración en aguas cercanas a Líbano de fuerzas navales de EE UU y por los nuevos secuestros de rehenes occidentales en Beirut está llegando a un punto culminante. En enero fueron capturados por grupos islámicos dos hombres de negocios alemanes, un periodista francés, tres profesores norteamericanos y un indio con residencia en EE UU. Por otra parte, desde hace dos semanas no hay noticias del mediador de la Iglesia anglicana, Terry Waite, y se teme por su seguridad. Por último, el Pentágono ha enviado al portaviones Kennedy y ocho buques de escolta a reforzar al otro portaviones, el Nimitz, que ya surcaba el Meditarráneo oriental, al tiempo que se incrementaba la dotación de marines embarcados en la VI Flota pasando de 1.900 a 3.800 hombres.De los recientes secuestros mencionados se han responsabilizado dos organizaciones -la Yihad Islámica, ya conocida, y otra que se manifiesta ahora por primera vez, la Yihad Islámica por la Liberación de Palestina (YILP)-, ambas ligadas a círculos dirigentes de Teherán. Este último dato lo confirma, en cierto modo, la celeridad con que la OLP de Yasir Arafat se ha dispuesto a precisar que nada tiene que ver con esta última organización.

A tenor de todos estos acontecimientos no se puede descartar un desenlace violentó de esta acumulación de factores de tensión. Los grupos terroristas citados han anunciado que matarán a sus rehenes si EE UU desencadena una acción militar contra Líbano. Por otra parte, la YILP ha manifestado que si Israel no libera, en el plazo de una semana, a 400 presos palestinos que tiene en sus cárceles, ejecutará a los rehenes norteamericanos. A diferencia de su actuación en casos similares anteriores, Israel se ha negado a hacer el más mínimo gesto en ese sentido.

En cuanto a la actitud norteamericana, aparte de la concentración naval, las declaraciones oficiales han sido contradictorias. Mientras el secretario de Estado, Geotge Shultz, afirmaba que se respondería con la fuerza armada si algún rehén era asesinado, el Pentágono ha desmentido la existencia de plan alguno de intervención militar. De la misma forma, es evidente que los Gobiernos implicados en el conflicto, como Washington, Bonn, París, entre otros, llevan a cabo discretas gestiones, especialmente en Teherán, con la esperanza de encontrar una solución al conflicto basada en concesiones recíprocas.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Es triste y en cierto modo degradante para los Gobiernos europeos que se vean obligados a negociar con grupos que practican el chantaje -con la vida de inocentes. España tuvo que aceptar tratos de ese género, autorizando la excarcelación de dos presos libaneses a cambio de dos funcionarios y un geo secuestrados por extremistas shiíes, en enero de 1986. La salvación de vidas humanas puede explicar concesiones difíciles de justificar en otros términos pero los Gobiernos tienen que actuar con flexibilidad y discreción para evitar, por encima de todo, que quede hipotecada la política de Estado.

Hoy está claro que la actitud del presidente Reagan al entregar en secreto armas a Irán ha estimulado a los grupos terroristas al secuestro de nuevos rehenes. En las condiciones de desconcierto y general inseguridad que padece Beirut, apresar rehenes es una operación fácil y rentable. Y lo será, sobre todo, si se negocia el suministro de armamento a cambio de vidas humanas. Tras el escándalo que se ha extendido por todo el mundo, no es verosímil que se repita una operación como la del Irangate, pero, con todo, no puede descartarse que grupos fanáticos actúen con la esperanza de proveerse de armamento utilizando el trágico señuelo del secuestro.

En todo caso, lo que no sirve ante operaciones terroristas como éstas es el recurso a la fuerza armada, o la amenaza de su empleo. EE UU debería saberlo después de repetidos fracasos, desde la incursión de helicópteros en el desierto en 1980 para liberar a los diplomáticos apresados en Teherán. Bombardear ahora cualquier parte de Líbano o realizar incursiones de marines causaría inevitablemente graves daños a inocentes que nada tienen que ver con los terroristas y podría contribuir a desencadenar un conflicto de efectos imprevisibles.

Es posible que, al concentrar sus fuerzas navales, EE UU persiga un objetivo político, con vistas, sobre todo, a la opinión norteamericana. Pero el efecto entre los grupos islámicos más extremistas puede ser contraproducente, El propio George Shultz ha reconocido con acierto que, cuanto más importancia se da a los rehenes, más se les valora a los ojos de sus secuestradores. Por eso sorprende todavía más la desproporción,entre el secuestro de norteamericanos y la espectacular concentración de la flota estadounidense. La aparición de suspicacias internacionales en torno a las verdaderas intenciones de Estados Unidos en la zona es una consecuencia de esa misma desproporción, escasamente justificada.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_