El proyecto de la capital
La transformación urbanística de Madrid planteada y estudiada en su condición global ha estado formulada en el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), aprobado al inicio de 1985 y redactado y discutido desde 1981 como no lo ha sido ningún otro plan urbanístico nunca en la historia de nuestra ciudad. Pero la fijación de qué podía y se quería que Madrid fuera en un documento urbanístico no ha supuesto en la práctica una rigidez en la toma de decisiones que supusiera privar de participación a cada uno de los barrios en la identificación de qué actuaciones debían realizarse anualmente.La flexibilidad metodológica del plan ha permitido en la práctica de estos últimos años que los presupuestos anuales de inversión no fueran decididos en una oficina centralizada, sino que la identificación de los equipamientos que había que realizar ha sido señalada en cada una de las 18 juntas de distrito en el marco de una amplísima (y a pesar de todo aún no suficiente) participación de los ciudadanos.
El equilibrio entre planificación global de los grandes ejes de desarrollo urbano fijados en el PGOU y la toma de decisiones sobre la inversión concreta descentralizada ha sido un factor fundamental de efectiva democratización en la configuración del nuevo rostro de Madrid.
Las cifras que manejaba en la primera parte de estas líneas fundamentan con toda claridad la innegable voluntad equilibradora que ha tenido la actividad urbanística municipal. Y esta voluntad no ha surgido, en mi opinión, como mera respuesta urbanística a planteamientos ideológicos abstractos, sino como constatación objetiva de las enormes desigualdades de calidad de vida que se dan en nuestra ciudad.
Y esta igualdad no lo ha sido sólo en la mayor dedicación inversora a las zonas más deprimidas, sino también, y cualitativamente fundamental, intentando que la periferia sea también ciudad, es decir, disponga de aquellos elementos urbanos que permitan la identificación del ciudadano con su entorno.
Identificación arquitectónica
En Madrid es constatable por numerosísimos indicadores el paso en la conciencia de los vecinos de una concepción de Madrid como marco de las instituciones a un Madrid-ciudad. Y esta recuperación del Madrid-ciudad exige, para consolidarse, una identificación paralela de los símbolos arquitectónicos de la madrileñidad.
La concesión de importancia a los reflejos arquitectónicos del cone epto de ciudad de Madrid como hecho físico camina, en mi opinión y como no podía ser menos, entre visiones progresistas y conservadoras. Este planteamiento progresista o conservador de descubrimiento o redescubrimiento de los símbolos de Madrid-ciudad se debate entre los polos, no radicalmente formulados, llenos sin duda de matices, de conservadurismo estético y de recuperación de los símbolos más obvios del madrileñismo y su negación, quizá acrítica, con la asunción de las modas formales al uso o de la comercialidad más trivial.
Superando ambos criterios, Madrid,debe adquirir su completa dimensión como ciudad jugando decididamente su posible condición de caja de resonancia de la modernidad. (y no de la posmodernidad o bien de la movida).
Si, como presumo, Madrid puede asentar su papel como ciudad siendo lugar de acomodo y de difusión de la modernidad y no en la contemplación complacida de las formas del pasado, su esencia no se encuentra en la recuperación indiscriminada de dichas formas pasadas, sino en la asunción sensata y pausada de formas nuevas. Cómo interpretar cuáles son estas formas de nuestro tiempo viene, sin duda, condicionado por aquellas visiones o actitudes de progresismo o conservadurismo. En mi visión ajustada a esta reflexión, progresismo es avance, es investigación formal, es riesgoestético; conservadurismo es mantenimiento, es complaciente seguridad, es indiferencia o resquemor a la novedad. Creo que en las numerosísimas y recientes actuaciones municipales hemos actuado de manera progresista, y contando con la colaboración de más de 50 profesionales de prestigio, ligados todos ellos a posiciones estéticas diversas, pero en cualquier caso a la vanguardia de la investigación formal y arquitectónica.
La asunción para Madrid de su condición de receptáculo y eco de la modernidad arquitectónica no supone no respetar su pasado, sino sustentar su futuro, no en la recreacion provinciana, sino en su dimensión internacional como ciudad. Respeto crítico a nuestro pasado, todo. Incapacidad para configurar las formas que corresponden a nuestro tiempo, de ninguna manera.
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