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Retrospectiva del pintor británico Nicholson, en la Fundación March

La Fundación Juan March inaugura el viernes una exposición retrospectiva de la obra del pintor británico Ben Nicholson (1894-1982), que permanecerá abierta hasta el 29 de marzo.La muestra ha sido organizada en colaboración con el Consejo Británico de Londres y presenta una colección de 66 cuadros realizados entre 1919 y 1981, procedentes de numerosas instituciones (Tate Gallery, de Londres; Museo de Arte Moderno, de Nueva York; el Guggenheim Museum, de Nueva York; la Phillips Collection, de Washington) y de colecciones particulares.

Jeremy Lewison, conservador adjunto de la colección moderna de la Tate Gallery, ha sido el comisario de esta exposición. La inauguración del viernes será realizada en presencia de Lewison junto al director de la Tate, Alan Bownes, y Barbara Bownes, hija de Ben Nocholson.

En opinión del comisario de la muestra, Nicholson posee una fuerza equivalente para el arte inglés a la del escultor Henry Moore, recientemente desaparecido.

Nacido en el seno de una familia de pintores, Nicholson realizó su primera exposición individual en Londres en 1922. Presentó su primera pintura abstracta (Chelsea) en 1924, y en la década de los veinte y los treinta se dedicó al cubismo sintético y al primitivismo. A través de las obras que se exponen en la fundación Juan March se intenta mostrar cómo el artista trabajó con las cualidades materiales de su pintura y la bidimensionalidad de sus paisajes y bodegones.

En sus últimos años se inclinó por la reducción de los colores y la geometría abstracta. A través de todas estas tendencias, los bodegones son tratados por Ben Nicholson como uno de sus temas favoritos.

Junto a las pinturas, la exposición incluye una selección de relieves. Los primeros, realizados con matices apagados (marrones y grises) y tallados a pulso sin grandes consideraciones respecto a la forma, según destaca en el catálogo el comisario de la exposición.

Están también representados sus relieves blancos, donde el artista suprimió definitivamente todo colorido y empezó a dar paso a las formas geométricas que dominaron el final de sus años.

La elección del blanco en sus relieves no se debió sólo al juego de colores, sino a que lo consideró como un símbolo armónico en relación con el alma, dándole un claro matiz religioso. El comisario de la muestra señala en el catálogo que el equilibrio de formas de los relieves fue conseguido de manera intuitiva, y las profundidades y matices dotan a las obras de tranquilidad y gravedad.

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