La Universidad y el paro
En su carta abierta al ministro de Educación (véase EL, PAÍS del 25 de enero de 1987), el líder estudiantil Juan Ignacio Ramos afirma que "con las restricciones y trabas a la entrada en la Universidad" se cerraría "la última puerta a la esperanza" de los jóvenes que se han esforzado para mejorar sus estudios con la intención de buscar un puesto de trabajo". Del contexto de su carta y, en concreto, de los párrafos inmediatamente anterior y posterior al que contiene la afirmación transcrita, cabría deducir que el libre paso desde el COU a la Universidad es el mejor remedio para el masivo paro juvenil.Desgraciadamente, la realidad es muy otra. Por un lado, porque una proporción sustancíal del actual paro de los jóvenes españoles de 16 a 25 años se
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debe a las repercusiones, de la crisis económica en el número de puestos de trabajo tradicionalmente disponibles para dichos grupos de edad, con lo que los factores educativos jugarían un papel limitado, sin perjuicio de que puedan mejorar la posición de algunos jóvenes -incluso frente a otros jóvenes- a la hora del empleo. Por otro, porque las restricciones en el acceso a la Universidad gravitan de hecho sobre una proporción reducida de individuos, mayormente de clases medias, ya que en el sistema educativo español se produce desde mucho antes un acusado proceso de selección social, que deja a la gran mayoría por el camino.
En efecto, según datos recopilados por Aurelia Modrego, de la universidad del País Vasco, alrededor de 30 de cada 100 alumnos de EGB no consiguen el, título de Graduado Escolar, indispensable para acceder directamente al bachillerato (BUP). Por otra parte, de los estudiantes que continúan en el sistema educativo al término de la EGB, algo menos del 60% se matricula en BUP -de los que, a su vez, menos del 80% lo concluye a su debido tiempo-, y el resto en formación profesional: -de estos últimos son poquísimos los que acceden a la enseñanza universitaria ' Con tantas cribas no es extraño que la tasa de aprobados de CO U en relación con la población de 17 años apenas oscile en los últimos cursos entre el 21% y el 25%, de los que tres cuartas partes pasan la selectividad.
Por tanto, la supresión de trabas por la que aboga el señor Ramos -suponiendo que fuera deseable a otros efectos- únicamente ayudaría a que los aprobados de COU que no hubiesen superado la selectividad franquearan el umbral de la Universidad, pero para mejorar las perspectivas de empleo del casi 80% de sus coetáneos menos privilegiados socialmente que ni siquiera se han -acercado a sus puertas, la solución del señor Ramos es irrelevante.-
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