Solidaridad gitana
Homenaje a Chapi y Diego
Teatro Monumental. Madrid, 26 de enero.
Una vez más, la gran familia gitana del flamenco ha dado testimonio de solidaridad y hermanamiento en el dolor de uno de sus -miembros. En el festival benéfico organizado a favor de Diego Amaya -el sobrino de Carmen Amaya y bailaor sin trabajo- y su mujer Chapi, que atraviesan una grave penuria económica, desfilaron por el escenario del teatro Monumental de Madrid cerca de 60 artistas, entre los cuales no habría más de medía docena que no fueran gitanos.Pero la presencia de estos pocos -Enrique Morente, Carmen Linares, Cuquito de Barbate, Antonio el Yeyé, Gerardo Núñez...- fue suficiente para dejar constancia asimismo de la solidaridad paya en una situación semejante.
Es imposible, por tanto, ante un número tan considerable de actuantes, citarlos siquiera a todos. Hubo, incluso, artistas programados que no pudieron actuar por el desbordamiento del horario.
Tengo que mencionar, en primer lugar, la personalísima creación por bamberas de Morente, que dijo de manera admirable y arrancó los seguramente mayores entusiasmos de la noche; el cante por soleá de Ramón el Portugués, un lamento que partía el alma; el hermoso eco de la voz del Yunque, al servicio de unas excelentes malagueñas y soleares; la estremecedora taranta de Carmen Linares...
Pasos fuera de norma
En el baile, la fabulosa versatilidad de la Tati, su sentido del humor, su enorme originalidad en la composición de algunos pasos fuera de toda norma. Y en el toque una constelación de formidables guitarristas, como Gerardo Núñez, varios de los Habichuela, Juan Maya Marote, Juan Salazar, José Carbonell Montoyita y un largo, largo etcétera.
Junto a ellos, habría que señalar la buena acogida del público al baile de La Chunga, eficaz-* mente secundada por Pelao Chico y Faiquillo, aunque el número de rumba que hacen es más propio de un espectáculo caribeño. La profeslonalidad de Guadíana, José Mercé y el de Barbate. El bello sonido del trío Alburejo, con guitarra, violín y flauta. Y que, siendo una celebración tan notoriamente gitana, se terminó en una clamorosa fiesta por bulerías.
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