Nadie menciona su nombre

La película ha concluido. La imagen de una anciana que camina cuesta arriba por la calle bautizada con el nombre del dictador está en la mente de todos mientras se encienden las luces de la sala y el público se enfunda lentamente en abrigos, bufandas, guantes y gorros. A la salida del cine Tbilisi, bajo la nieve, esperan las cámaras de televisión, los corresponsales occidentales y los policías de imperturbable uniforme azul.Ante los focos y los micrófonos occidentales, son muchos los que se escabullen y evitan contestar a las preguntas. Nadie menciona el nombre de Josif Stalin; hay sólo frases vagas, positivas para la película que acaban de ver.

"Me parece el indicio más importante y positivo de la política de cambio y transparencia", señala, por fin, una mujer joven.

"Estoy muy impresionada, muy impresionada", dice otra mujer ya mayor con una débil vocecilla entrecortada por la emoción, rodeada de cámaras y micrófonos.

"Refleja una página de nuestra historia de la que se ha hablado muy poco en otras películas", señala un hombre de mediana edad que sujeta nervioso un maletín. "Hay que explicarles la realidad a los jóvenes", exclama otra mujer. "Me impresionó el final, no lo esperaba tan fuerte", afirma otro hombre entrado en años.

~Me ha gustado, porque soy georgiano y la película que acabamos de ver está hecha -por un paisano inío", comentaba un ciudadano bajito de rasgos pronunciados.