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Edgar Morin: "Europa existe por la resistencia a la homogeneización"

El sociólogo francés reivindica los pequeños espacios culturales

Edgar Morin, uno de los intelectuales más prestigiados de la Francia contemporánea, reivindicó el martes en Bilbao la "Europa de los pequeños espacios culturales" y expuso su convicción de que la internacionalización y la particularización en la cultura son procesos antagónicos y complementarios. Morin leyó la primera ponencia en un ciclo de conferencias sobre las tendencias culturales en el marco del centenario de la universidad de Deusto.

Edgar Morin, miembro destacado de la resistencia contra el nazismo, ex militante comunista, es en la actualidad director de Investigaciones del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia y codirector del Centro de Estudios Transdisciplinares en la facultad de Estudios Superiores de Ciencias Sociales. Es, un autor prolífico, de amplísima gama de intereses, partidario de "tomar consciencia de la complejidad de la realidad y de la realidad de su complejidad".En su ponencia, Morin estudió los procesos de internacionalización y particularización de la cultura a la luz de un pensamiento dialógico, que resume en tres principios. La cultura, como la vida, debe ser abierta y cerrada. No existe una identidad unívoca, sino múltiples identidades, en cada individuo y en el conjunto de la sociedad. La dialéctica entre particularidad y universalidad exige, al mismo tiempo, la permanencia de una cultura propia y la asunción de un principio de transformación.

Morin analizó la forma contemporánea de desarrollo a la luz de una tendencia creciente a la internacionalización y el nacimiento de corrientes conservacionistas de las culturas tradicionales. "El gran problema que surge cuando nos llega una potente cultura desde el exterior", dijo Morin, "es saber si se va a, asimilar o si vamos a ser asimilados por ella. La respuesta a este proceso no es psicológica. Los problemas culturales no dependen tan sólo de otros problemas culturales, sino de las condiciones sociales e históricas en las que se desarrollan".

En este sentido, Morin analizó el caso europeo bajo la paradoja de la "recepción contemporánea de desarrollos de la cultura occidental, que nacieron en Europa, pero que han tenido desarrollos más amplios en el exterior". Es el caso de la cultura mediática procedente de Estados Unidos o de la versión marxista procedente de la Unión Soviética. Europa es, a juicio de Morin, un espacio idóneo para "'beneficiarse de esa comunicación general" sin que suponga la destrucción de las ricas culturas nacionales.

'Europa nació", dijo Morin, "de la división de la cristiandad y el imperio, de la división en Estados-naciones, y existe por rehusar la hegemonía de Carlos V, de Napoleón o de Hitler. Esa Europa de los pequeños espacios, culturales es la que podemos salvar ahora mediante la paz y la confederación". Así, el diálogo entre las diversas formas de pensar es la manera única de resistir una amenaza homogeneizadora desde el exterior. Y para ello, según Morin, "es imprescindible salvaguardar las condiciones técnicas y económicas necesarias para mantener la creación en niveles regionales".

Amenaza homogeneizadora

El antropólogo y sociólogo francés analizó el proceso de internacionalización cultural, surgido en la Europa del siglo XIX, como un fenómeno que cuenta con procesos irreversibles y con contracorrientes. Aquí, Morin se detiene en los ejemplos que él denomina como propios de una "doble identidad cultural". El caso japonés, donde se produce una velocísima integración en la nueva civilización técnica e industrial y permanecen hábitos tradicionales, es la primera ilustración de esa. doble identidad.El fundamentalismo islámico también es objeto de esa catalogación. "No es la invención de Jomeini o los shiíes, es un movimiento de gran diversidad. A partir de un proceso de pérdida de personalidad", dice Morin, "se fortalece la cultura tradicional mezclada con una idea venida del exterior: la idea de nación". El caso bretón, donde la lengua francesa es la lengua política y el bretón la familiar; donde, en los años sesenta, nace un movimiento de recuperación de herencias culturales como reacción a la uniformización, es el tercer caso que ilustra a Morin la coexistencia de esas dos tendencias.

Para ahondar en su pensamiento dialógico Morin pone el ejemplo de los procesos de alfabetización, que, auspiciados por un espíritu occidentalizador, "desprecian y destruyen culturas orales muy ricas". A partir de ahí, Edgar Morin se pronuncia por la "reconquista de la herencia" y la asunción de una doble identidad, "que podría ser triple si integramos una conciencia humana a escala planetaria". La recuperación de esa cultura tradicional "obliga a su transformación y a las de las condiciones actuales que tienden a destruirla". Morin, en Bilbao, defendió ese modo de integración de las culturas con una última alusión a su propio caso. "Yo soy hijo de emigrantes en Francia. En mi juventud viví eso como una mutilación, una falta; ahora lo revindico como una riqueza".

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