Euskadi, a trancas y barrancas
LA FALTA de acuerdo entre las fuerzas vascas con vistas a la formación del nuevo Gobierno obligará a otorgar carácter provisional a la composición de la Mesa del Parlamento de Euskadi, que se constituye hoy en Vitoria. La ley no establece un plazo determinado para la convocatoria, por parte del nuevo presidente de la Cámara, del pleno destinado a la elección del lendakari, por lo que el proceso puede prolongarse todavía por tiempo indefinido. Una vez convocado el pleno, el Parlamento cuenta con un plazo de 60 días para la elección del lendakari. Si no hubiera en ese tiempo un acuerdo que permitiera tal elección, deberían celebrarse nuevos comicios.Esta falta de acuerdo y la escasa transparencia del proceso negociador han contribuido a aumentar el desánimo, teñido de escepticismo, con que la población vasca asiste desde hace más de un mes a esa especie de partida de póquer en la que parecen haberse convertido los contactos entre las formaciones parlamentarias. Cada cual_parece más interesado en estudiar los movimientos del contrario que en mostrar su juego. Ello está redundando en un cierto descrédito de los políticos, a los que se ve como irresponsables o incompetentes.
El reproche no es justo. La situación actual del País Vasco se caracteriza por la ausencia de un sistema básico de valores concretado en la aceptación de tinas normas de juego. Cada partido representa una cultura política propia, con límites muy marcados, y un proyecto social que apenas tiene que ver con el del vecino. Las actuales dificultades para alcanzar acuerdos de gobierno no son sino reflejo del bajísimo nivel de consenso social existente. Tal vez por ello el dilatado proceso negociador a que han obligado los resultados del 30 de noviembre esté sirviendo -porque a la fuerza ahorcan- para superar, a marchas forzadas el abismo de incomunicación y el déficit de diálogo que caracterizan a la sociedad vasca.
La falta de hábito, con dosis adicionales de desconfianza (pretendidamente astuta) y de oscurantismo (disfrazado de cautela), está lastrando el proceso. Pero cualquiera que sea el desenlace de las negociaciones respecto a la fórmula de gobierno, las aproximacionas producidas estos días -en torno a cuestiones como el tratamiento de la violencia terrorista, la institucionalización interna de la comunidad autónoma, la política educativa o la situación económica- constituyen los cimientos imprescindibles para cualquier proyecto de reconstrucción de la convivencia civil en Euskadi.
De las escasas noticias sobre lo realmente negociado hasta ahora se deduce que existe un acuerdo programático, relativamente amplio, entre los socialistas, Euskadiko Ezkerra y el partido de Garaikoetxea. Simultáneamente, el cambio de actitud del PNV de Arzalluz, que de apostar por la reconstrucción del partido desde la oposición ha pasado a postularse candidato en cualquier combinación -incluso con Garaikoetxea-, ha determinado que el PSOE se plantee su juego en dos tapetes.
Incluso si finalmente no fuera posible asociar al PNV en un acuerdo de gobierno -por ejemplo, a causa de las divergencias sobre las diputaciones-, no por ello sería tiempo perdido el, invertido en esas negociaciones. El propio PNV ha ofrecido fórinulas de aproximación sobre,esa divergencia, que fue también determinante en la defenestración de Garaikoetxea. Los socialistas han dejado traslucir una actitud más flexible respecto al desarrollo autonómico en materias como la policía autonómica o ciertas transferencias de competencias pendientes, así como en relación a la posible derogación -o no aplicación- de la ley antiterrorista. Un futuro de convivencia en Euskadi pasa por la plasmación de esos acuerdos en un compromiso que abarque al conjunto de las fuerzas políticas. En otras palabras, por la reconstrucción del consenso que hizo posible la aprobación del estatuto.
Pero si no fuera posible un acuerdo de esa naturaleza, el PSOE, como partido que ostenta la minoría mayoritaria en la Cámara, está obligado a asumir sus responsabilidades optando decididamente por una de las dos principales fórmulas planteadas. O un Gobierno "de progreso" y "de cambio" con Eusko Alkartasuna y Euskadiko Ezkerra, asumiendo los riesgos de la eventual radicalización del PNV en la oposición, pero también las posibilidades de renovación que tal opción ofrece, o un Gobierno que prolongue el pacto de legislatura PNV-PSOE, evitando ciertos riesgos, pero asumiendo el de que todo siga más o menos igual. Es decir, sin solución. Las conversaciones con todos son necesarias, pero parece llegado el momento de hacer públicos cuáles son los acuerilos y cuáles los desacuerdos, y qué, concretamente, es lo que ha impedido hasta el momento un compromiso viable.
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