_
_
_
_
_

"Ninguno de mis cuadros está terminado"

Alfonso Armada

El pintor Antonio López García parece ajeno a la vorágine de la ciudad que le rodea. Uno de los artistas que mejor ha sabido recrear la atmósfera y los perfiles de Madrid pinta con la exactitud de un artista clásico, alejado de las especulaciones económicas que sus cotizadas obras suscitan. Pinta en un bajo de la calle de Poniente, formada por pequeños hotelitos y chalés de los que sube al atardecer un humo blanco que se disuelve en el aire translúcido de diciembre. Refugidado en su estudio, poniéndose moreno bajo un foco de luz artificial, mide con un compás el ángulo que forman las granadas y los membrillos sobre una mesa. Maneja el lápiz con la precisión de un miniaturista. A veces se le puede ver en la Gran Vía madrileña apurando la degradación de la luz. Día a día, año a año: la misma época del año, a la rnisma hora; unos minutos cada, día para apresar esa luz que se insinúa sobre el perfil de los edificios.Antonio López (Tomelloso, Ciudad Real, 1936) dice que nunca termina un cuadro. Y uno sabe que lo suyo no es prepotencia, sino humildad. La humildad de un artista empeñado en asir la realidad. Reconoce que en alguna ocasión ha llegado a pedirle al propietario de alguno de sus lienzos que se lo preste para darle unas nuevas pinceladas, para intentar terminarlo un poco más.

Más información
La última pincelada

"Cuando hay una fórmula para hacer las cosas es obvio que se sabe cuándo has acabado, es fácil de saber. Pero cuando no sabes lo que buscas, sólo tanteas. Nunca acabas un cuadro. El cuadro se detiene cuando no ves lo que puedes seguir haciendo. A veces puedes seguir elaborándolo, otras no, no puedes volver a meterte en el cuadro. Ninguno de mis cuadros está terminado". López García es consciente de que el tiempo de vida de un artista es limitado. Pero cuando se le plantea con palabras ese dilema del tiempo de que dispone para pintar y para vivir, las palabras parecen asustarle. Es un temor común a muchos pintores. Prefieren explicarse con sus cuadros.

"Prefiero pintar a hablar de lo que pinto. Son cosas inexplicables, se explican por los cuadros. Voy trabajando bastante a oscuras. Siempre piensas que hay una parte que se te escapa, y tampoco quiero aclararla completamente. El cuadro es el que lo está diciendo. Una obra es una obra y una vida de un pintor es algo muy distinto. La palabra terminar es una palabra que, como pintor, no puedo utilizar, no la siento. Prefiero hablar de un problema que te has planteado, y te acercas a la solución. El terminar lo relaciono más con un trabajo mecánico. En una obra artística no es posible prever el final. De momento consideras que no puedes abarcar más. Notas que podría crecer. Este afán de profundizar siempre tiene ríesgos. Y uno de ellos es que traspases tu fatiga al cuadro". Pero el pintor no teme que su trabajo sobre el cuadro pueda ensombrecer el resultado final. "Nunca temo que eso suceda, que el trabajo sobre el cuadro lo oscurezca. En mi obra, la espontaneidad no juega un papel importante. Prefiero siempre profundizar lo más posible. Hace muchos años que no tengo la sensación de terminar".

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_