_
_
_
_

Casey niega conocer el desvío de fondos a la 'contra'

Francisco G. Basterra

William Casey, el director de la poderosa CIA y el mejor amigo personal de Ronald Reagan en el Gobierno, testificó ayer a puerta cerrada ante el Congreso, en medio de crecientes acusaciones de que este ferviente partidario de las acciones encubiertas sabía más de lo que dice de la venta de armas a Irán y del desvío de fondos a la contra. Casey negó conocer la desviación de dinero para los antisandinistas.

The New York Times reveló ayer que Casey, de 73 años, conocía un mes antes de que fuera anunciado oficialmente, el 25 de noviembre, la existencia del contragate.

El testimonio de Casey fue vago, se negó a responder a bastantes preguntas y no ofreció datos sorprendentes, dijeron miembros del Congreso tras la declaración.

El zar del espionaje estadounidense, además de dirigir la CIA, supervisa otras dos importantes agencias, la National Security Agency (NSA) y la DIA (Defense Intelligence Agency), ésta, junto con el jefe del Gabinete presidencial, Donald Regan. Aviones contratados por la CIA; una compañía que fue de la agencia hasta 1972 y que luego ha seguido trabajando para ella, Southerri Air Transport de Miami; una cuenta de la CIA en Suiza y personajes que han trabajado para la agencia, están implicados en la ayuda a la contra, después de que el Congreso la prohibiera, y en el envío de dinero a los rebeldes obtenido como sobreprecio de la operación iraní. Ayer se reveló también que Casey recibía información periódica de la operación de ayuda a los rebeldes nicaragüenses.

Pero Ronald Reagan no abandona fácilmente a sus amigos; Casey es el único miembro del Gabinete que habla varias veces al día por teléfono con el presidente, y puede entrar cuando quiera en el despacho oval sin solicitar audiencia "No lo despediré", afirmó la pasada semana Reagan. Sin embargo, voces próximas al presidente y personalidades del Partido Republicano insisten en que la limpieza a fondo que exige la opinión pública, el Congreso y la Prensa pasará finalmente por la salida de William Casey, un millonario que hizo su fortuna como abogado en Wall Street, presidió el Export-Import Bank y dirigió la campaña electoral de Reagan.

El 47% de los norteamericanos, frente a un 37%, continúa creyendo que el presidente miente cuando afirma que no sabía nada del desvío de dinero para los antisandinistas, según el último sondeo publicado ayer.

Entrevista con Fahd

Casey, que cree tanto como el presidente en la necesidad de derrocar a los sandinistas, se entrevistó en febrero de 1984 con el rey Fahd de Arabia Saudí, en Yeddah, para pedirle dinero para la contra, iniciando la conexión saudí, revelé esta semana la revista Time. Los observadores creen que el teniente coronel Oliver North no pudo operar sin el apoyo de la CIA para montar la operación que hizo que a los antisandinistas no les faltaran armas cuando el Congreso había prohibido la ayuda norteamericana. Actuando bajo órdenes del presidente, la CIA fletó cuatro vuelos de aviones Boeing 707 a Irán, en febrero, mayo, agosto y octubre, los pagó, y aparecen indicios de que la vuelta, de vacío, se aprovechó para cargar armas en Lisboa que fueron suministradas inmediatamente a la contra.

El dinero que recibe Estados Unidos por la venta de material bélico a Jomeini se depositaba en una cuenta secreta en Suiza, abierta por la CIA. Pero, al parecer, en esa cuenta se mezclaba también el dinero desviado para la contra, las donaciones de terceros países a la causa de rebeldes, solicitadas por el departamento de Estado, convirtiéndola en una auténtica caja negra para financiar las guerrillas anticomunistas en el Tercer Mundo, como los muyaidín afganos o los hombres de Jonas Savimbi en Angola.

Un personaje clave en el escándalo, el general retirado del Aire Richard Secord, que dirige la red privada de ayuda a la contra, trabajó para la CIA en Laos. El ex consejero de seguridad, Robert McFarlane, viajó a Teherán acompañado por George Cave, ex jefe de la estación de la CIA en Teherán, en épocas del sha. El embajador de EE UU en Líbano, John Kelly, pasando por encima del secretario de Estado, George Shultz, utilizó las comunicaciones de la CIA para transmitir a la agencia y a la Casa Blanca lo que estaba pasando en relación con la operación secreta iraní. Ex agentes de la CIA forman parte del vuelo de Hasenfus y de la red que monta estos suministros y el asesor de seguridad nacional del vicepresidente George Bush, Donal Gregg, a quien se le acusa de saber más de lo que dice de la operación, es un importante miembro de la CIA de la época de Vietnam. Hoy, nadie cree en esta ciudad que el máximo responsable del espionaje estuviera al margen de esta operación.

Casey, según todos los observadores, controla minuciosamente las operaciones encubiertas de la agencia, que ha impulsado notablemente desde que comenzó a dirigir la CIA, en 1981, estimulando su implicación paramilitar en Nicaragua, Afganistán, Camboya y Angola.

Casey es en gran parte el padre de la llamada doctrina Reagan y quien convenció al presidente de la necesidad de contrarrestar los avances soviéticos en el Tercer Mundo, financiando guerrillas anticomunistas en todos los continentes. Educado en la acción en la Segunda Guerra Mundial, donde sirvió como espía en la oficina de servicios estratégicos (OSS), precursora de la CIA, Casey "ama las operaciones encubiertas, y si pudiera las montaría en el Vaticano", afirma un congresista encargado de supervisar a la agencia.

[Un portavoz del Departamento de Estado anunció ayer que, en el marco de las investigaciones sobre el Irangate, ha sido llamado a consultas a Washington el encargado de negocios norteamericano en Damasco, David Ransom.]

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_