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Poindexter y North se niegan a declarar ante el Congreso sobre el 'Irangate'

Francisco G. Basterra

Los dos personajes claves en el Irangate, el almirante John Poindexter, ex consejero de Seguridad Nacional, y el teniente coronel Oliver North, los únicos que saben quién, al más alto nivel en la Casa Blanca, les dio las órdenes para operar, se negaron ayer a testificar ante el Congreso amparándose en la enmienda quinta de la Constitución, que les protege contra declaraciones que podrían inculparles en un proceso penal. El tercer hombre de esta oscura trama que amenaza la presidencia de Reagan, el general retirado Rohert Secord, también negó su testimonio por los mismos motivos.

Parece claro que estos tres militares, calificados por miembros de la Administración e incluso por congresistas como "patriotas", están buscando la concesión de inmunidad ante un eventual procesamiento, con la cual estarían dispuestos a contarlo todo. Como buenos soldados, enfrentados al dilema de proteger a su comandante en jefe, el presidente, y a su propia carrera, o revelar información que podría conducirles a la cárcel, prefieren mantener, de momento, silencio. Probablemente habrá que esperar a la actuación del fiscal especial y a que, en enero, los comités de investigación que se formarán de ambas cámaras decidan conceder o no inmunidad a los principales testigos.Las revelaciones efectuadas el lunes ante el Congreso por Robert McFarlane, ex consejero de Seguridad Nacional, sitúan cada vez más a Ronald Reagan en el origen de esta desgraciada iniciativa política. El último sondeo, publicado por la revista Newsweek, revela que sólo uno de cada 10 norteamericanos cree que el presidente no sabía nada.

Labios cerrados

Durante 90 minutos, el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes intentó ayer sin éxito abrir los labios de Poindexter -el primer oficial de la Marina en activo que se niega a responder a una investigación del Congreso en la historia de EE UU- y de su ayudante, el marine Oliver North. El teniente coronel, con la guerrera de su uniforme cuajada de las más altas condecoraciones logradas en la guerra de Vietnam y con aspecto apesadumbrado, dijo: "No creo que haya nadie en América más deseoso que yo de contarlo todo".

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El abogado de Poindexter explicó que "hay tal cúmulo de alegaciones de violación de diferentes leyes" que no es prudente, desde un punto de vista legal, responder ahora.

Acompañados por sus abogados, ambos declinaron, "con el debido respeto y lamentándolo", responder. Poindexter y North prometieron que, "en el momento oportuno", están dispuestos a contarlo todo.

"El mundo les está mirando, tienen ustedes una gran oportunidad de decir la verdad y de hacer un gran servicio a su país en este momento de trauma nacional". "Estados Unidos necesita que hablen". "Cooperen y quizá sólo reciban una leve condena condicional". "Ustedes han jurado hace un momento decir la verdad y ahora no pueden ampararse en la quinta enmienda". "El presidente ha prometido que ustedes cooperarían con el Congreso". Estos fueron algunos de los argumentos utilizados por los congresistas para conseguir la colaboración de los testigos Pero todo fue inútil. North afirmó que, cuando hace 18 años se convirtió en marine juró defender y proteger la Constitución de EE UU, "y ahora ésta protege mi actitud".

El presidente del comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, Dante Fascell, afirmó ayer que la operación iraní parece que se hizo por decisión e iniciativa del presidente. Esto quedó bastante claro el lunes con las declaraciones de Robert McFarlane, quien afirmó que, en agosto de 1985, Reagan dio, verbalmente, las órdenes para vender armas a Irán. La Casa Blanca reiteró ayer que "no recuerda exactamente la cronología". Hasta ahora, ha defendido que hasta el 17 de enero de 1986, el presidente no autorizó, mediante una orden escrita, la operación.

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