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La valiente apuesta de Gluck

Cada vez que una ópera de Gluck sube al escenario de un teatro lírico vuelve a hablarse de la reforma introducida en el género por el compositor con la colaboración del libretista Ranieri de'Calzabigi y el conde Giacomo Durazzo, director general de espectáculos en Viena entre 1752 y 1764. Sin embargo, pocas veces aparece citado el manifiesto de dicha reforma, publicado como pró logo de la ópera Alceste en la edición vienesa de 1769. El destinatario del texto era el gran duque de Toscana, futuro emperador Leopoldo II. "Alteza real: Cuando empecé a escribir la música de Alceste me propuse desnudarla completamente de todos aquellos abusos que, introducidos o por la vanidad de los cantantes o por la excesiva aquiescencia de los maestros, desde hace tanto tiempo desfiguran la ópera italiana y del más solemne y bello de todos los espectáculos lo tienden a convertir en el más ridículo y aburrido. He pensado restringir la música a su verdadero oficio de servir a la poesía, en función de la expresión y de los contenidos de la fábula, sin interrumpir la acción o en friarla con inútiles y superfluas ornamentaciones.( ... ) En una palabra, he intentado evitar todos aquellos excesos contra los que, desde hace tanto tiempo, se exclamaban el buen sentido y la razón ( ... ). He pensado además que mi mayor esfuerzo debía concentrarse en buscar la belleza más simple; y he evitado emplear dificultades allá donde pudieran perjudicar la claridad".

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Las magas hechizaron

Buen publicista de sus propias ideas, concluye el compositor: "He sentido todo el riesgo que se corre cuando se pretenden combatir prejuicios tan ampliamente arraigados y por ello me he visto obligado a recurrir al patrocinio potentísimo de Su Alteza Real".

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