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ESCÁNDALO EN WASHINGTON

La crisis desatada en Estados Unidos por la venta de armas a Irán amenaza con arrastrar al Gobierno de Israel

El triángulo norteamericano-irano-israelí parece tan peligroso como el triángulo de las Bermudas y puede engullir en un escándalo sin precedentes a la Administración de Ronald Reagan, mientras las olas de fondo de este Irangate amenazan también a los dirigentes israelíes.

El problema que se plantea actualmente en Israel es: ¿era necesario apostar por Irán en contra de Irak?, ¿era sensato y, sobre todo, era útil para los intereses a largo plazo del Estado israelí? Todo ello, más allá de los reproches dirigidos al triunvirato formado por Isaac Shamir, Simón Peres e Isaac Rabin (primer ministro y ministros de Exteriores y Defensa, respectivamente) por haber tomado por sí solos la de cisión de enviar armas a Irán sin consultar a los miembros del Gabinete restringido ni a la Comisión parlamentaria de Defensa.La decisión de vender armamento al Irán de Jomeini estaba basada en la vieja concepción estratégico-política de Israel de que la paz con los países árabes vecinos de Israel es, de hecho, una utopía.

Había, pues, que buscar y desarrollar alianzas estratégicas con los países y los pueblos no árabes o que se sienten amenazados por el islam en esta región del mundo. Incluso el viraje histórico de Anuar el Sadat y la paz concluida con Egipto no consiguieron verdaderamente oscurecer esta concepción.

Ante el conflicto irano-iraquí, los dirigentes israelíes adoptaron una orientación proiraní, a pesar del frenesí antiisraelí de Jomeini El cálculo era simple: tras la muerte del ayatolah, los generales y otros miembros realistas de las altas esferas iraníes restablecerían los lazos normales con Estados Unidos e Israel.

Esta concepción ha sido puesta seriamente en cuestión por un buen número de hombres políticos israelíes, en primer lugar por el ministro sin cartera Ezer Weizman, que es, a pesar de todo, un aliado de Peres.

En una llamativa entrevista difundida por la televisión israelí, Weizman señaló los peligros inherentes a la orientación proiraní. En primer lugar, nada puede garantizar que el delirio del fundamentalismo shií en Irán no consiga sobrevivir a Jomeini. En segundo lugar, todos los países árabes moderados temen como al fuego una victoria iraní sobre Irak, pues este triunfo sería el del islam integrista.

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"Si Israel aspira a la paz, ¿cómo podemos llevar una política proiraní y entregar armas a un régimen que no sólo declara su voluntad de destruir a Israel, sino que amenaza con destruir los regímenes árabes moderados, que son nuestros futuros socios en una negociación de paz?", pregunta Weizman.

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