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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La sucesión en las dos Coreas

LO OCURRIDO la semana pasada con el anuncio de la falsa muerte del máximo líder de Corea del Norte, Kim Il Sung, es un hecho singular; a pesar de las reiteradas explicaciones dadas por el Gobierno de Seúl, nadie ha dicho en qué datos concretos se ha apoyado para asegurar que esa muerte se había producido. Que tal noticia le venía bien, por causas interiores, es algo que parece evidente. Pero el ulterior mentís, en cambio, ha puesto al descubierto lo que en alguno medios se considera una posible trampa que el Norte tendió al Sur, con intención de desprestigiar al Gobierno anticomunista.Corea quedó dividida por la línea del paralelo 38 al concluir la II Guerra Mundial. En 1950 fue el teatro de una guerra de grandes proporciones en la que se enfrentaron -casi directamente- las grandes potencias. De un lado, EE UU, que lo hizo con un mandato de la ONU, hecho que no ha vuelto a repetirse. De otro, la URSS y China, si bien la primera no envió soldados y la segunda lo hizo en forma de voluntarios. Rasgo excepcional del caso coreano es que esa guerra no ha terminado. Sólo se firmó un armisticio que sigue vigente. Entre el Norte y el Sur, el corte es total; es un frente militar, mucho más impermeable que la división entre las dos Alemanias. En un punto de ese frente, Panmunjón, se reúne la comisión de armisticio, con presencia de EE UU, que sigue manteniendo a unos 40.000 soldados en territorio sureorcano. Los Gobiernos de Seúl y de Pyongyang no se reconocen entre sí. El régimen comunista del Norte es el más rígido y jerarquizado que cabe imaginar; la única información es la oficial. Todo lo que rodea al poder es secreto, cubierto por la propaganda. El culto al líder Kim Il Sung llega a extremos que no se conocieron ni en los momentos más desorbitados del culto a Mao. En ese marco es verosímil que la muerte del máximo líder pueda ocultarse durante cierto tiempo.

El proceso político que ha conocido Corea se debe, entre otras causas, a su posición estratégica; EE UU la considera decisiva para la defensa de Japón, y por eso no ha retirado sus tropas. Al mismo tiempo, cuando estalló el conflicto entre China y la URSS, ambas se esforzaron por lograr que Corea del Norte se sumase a sus posiciones respectivas. Kim Il Sung supo resistirse a estas presiones, conservando en términos generales una posición independiente. Sin embargo, durante un período largo, esa postura tuvo matices más bien prochinos. En los últimos tiempos, sin embargo, el acercamiento entre Corea del Norte y la URSS ha sido evidente. Ésta tiene mucho interés en utilizar el espacio aéreo y los puertos norcoreanos para sus comunicaciones en el Pacífico. La hipótesis de tensiones, fomentadas incluso desde el exterior, en torno a la sucesión de Kim Il Sung, no es descabellada. Sobre todo porque éste tiene 74 años y ha optado por una sucesión dinástica, en su hijo, lo que choca, al menos teóricamente, con todos los usos e ideología de los países socialistas, si hacemos la excepción de la situación en Rumanía.

Pero nada de esto explica que una noticia falsa haya sido acogida y difundida con tanta insistencia por el Gobierno surcoreano. La causa verdadera tiene que estar más bien en Seúl que en Pyongyang; en errores o maniobras de los servicios especiales, deseosos quizá de ridiculizar o eliminar a determinados gobernantes. Y en la necesidad que tiene el dictador del Sur, Chun Dolo Huan, de justificar como sea una política represiva cada vez más dura; para lo cual le venía como anillo al dedo la noticia de un cambio imprevisto en Pyongyang. Corea del Sur ha tenido siempre Gobiernos autoritarios, pero vivió épocas de una cierta democratización, hoy invisible. Ahora la presión democrática se hace cada vez más incontenible y se centra en la exigencia de que el próximo presidente sea elegido por sufragio directo. Los intentos de un pacto para facilitar la transición entre el partido oficial y el que representa a la oposición moderada, el Partido Democrático de la Nueva Corea, han fracasado. Las acciones de los estudiantes han sido reprimidas de modo sanguinario. Se está creando un clima cada vez más violento; y si el Gobierno sigue por el camino de la represión, la perspectiva de los Juegos Olímpicos de Seúl en 1988 se presenta sumamente oscura. Está claro que, tras el misterio de la falsa noticia, se plantean problemas de sucesión en las dos Coreas; en condiciones, por supuesto, muy distintas.

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