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Moscú experimenta la primera aplicación de la ley sobre la economía privada

Pilar Bonet

Moscú cuenta ya con un adelanto de las posibilidades de la nueva ley sobre Actividades Individuales: el primer mercado de pintura y artesanía tolerado, en el que rigen las leyes de la oferta y la demanda. Está instalado al aire libre en el parque de Bitza, al sur de la ciudad. Centenares de artistas aficionados y artesanos ofrecen allí una producción de bodegones, paisajes, marinas y monstruitos de cerámica como amuleto para compensar frustraciones afectivas que en nada se diferencian del kitsch expuesto en otros rastros y mercadillos del mundo occidental.

Entre los troncos plateados de los abedules y sobre el suelo helado y resbaladizo del parque de Bitza se organiza todos los sábados y domingos un mercado artesanal que desde hace un par de meses cuenta con la tolerancia oficial.Ahora, al calor de la ley que permitirá la mínima expresión de la empresa privada en la URSS a partir de mayo de 1987, el mercado es potenciado en la Prensa y la televisión, aunque las autoridades tratan de acabar con el carácter espontáneo del fenómeno organizando a sus partidarios en una hermandad que les englobe a todos ellos, y haciéndoles pagar cuotas.

El mercado, que es hoy por hoy la novedad más destacable del otoño moscovita, no cuenta con ninguna instalación especial.

Los artistas y artesanos llegan con su producción y sus termos llenos de té caliente y se instalan donde pueden a lo largo de un kilómetro de recorrido, por la avenida central del parque.

Competencia

Se venden allí bodegones cuyos precios oscilan entre los 50 y los 80 rubios (de 10.000 a 16.000 pesetas), plagios de figuras flácidas de Dalí por 350 rubios, retratos a carboncillo ejecutados in situ por 10 rubios o retratos en gouaches de colores por 20 rublos.Retratista y modelo permanecen de pie sobre la nieve, y los artistas no compiten en los precios, sino en la velocidad de ejecución, que va desde los cuatro minutos a la media hora.

Un público abigarrado y dominguero, que pasea niños en trineo o perros, busca en el mercado de Bitza un cuadro para la sala o un regalo original diferente de los adocenados cachivaches de las tiendas del Estado especializadas en artesanía, donde, por ley, los artesanos y pintores deben llevar su producción, ya que hasta ahora han estado privados de venderla directamente al cliente. Un collar de abalorios vale 15 rublos; unos pendientes fabricados en plástico, tres rublos; una zorra de ganchillo, cinco rublos.

Como' rosquillas se venden unos medallones de yeso hechos con molde, donde un fraile con hábito y un caballero beben cerveza a la salud del anfitrión. El horrible objeto en cuestión sólo vale siete rublos.

Acaloradas discusiones

Vendedores y público se enzarzan en acaloradas discusiones sobre la obra expuesta y todos se creen con derecho a opinar, como la ancianita que califica de "racionalistas" unas setas pintadas sobre una tabla de madera. En los óleos abundan los desnudos, y un listo hasta ha enmarcado una fotos de bellas bañistas sacadas sin duda de una revista occidental. También hay Vírgenes con niño que recuerdan a Murillo. La pintura hiperrealista está presente en la detallada imagen de dos huevos fritos en una sartén.Los comentarios hacen frecuentemente referencia a la calidad del lienzo, el marco o la pintura. A los clientes les interesa que la firma del autor sea bien visible, al margen o al dorso de la obra.

La producción de vanguardia es mínima: una imitación de Chagall, una sugestión de Picasso, una reminiscencia constructivista. El realismo socialista casi no tiene nada, que temer aquí. Y tampoco hay miedo a que suceda lo que en 1974, cuando un tractor de la policía, enviado por el poder, eliminó una exposición de arte semejante a ésta en el parque de Ismailovski.

Esta libertad dominguera del parque de Bitza está, sin embargo, amenazada. La responsable de Cultura del distrito de Sebastopol (donde está el parque), Galina Borodina, ha anunciado ya que "no habrá mercado libre", según el diario moscovita Moskovski Komsomoletz.

Hermandad obligatoria

La hermandad de artistas y artesanos que se pretende organizar desagrada a muchos de los participantes, no deseosos de someterse a un control oficial por el mero hecho de realizar una afición esporádica. Los estatutos de la hermandad, cuyo anunció defundación cuelga de un árbol del parque , obligan a un trabajo propagandístico y social.Hoy por hoy, para poder vender en el parque legalmente sería necesario que éste fuera declarado zona donde se autoriza el comercio, y para ello las autoridades soviéticas consideran necesario que se forme la hermandad con derecho a comerciar. Y para fundar la hermandad es necesario que ésta tenga un sitio donde hacerlo.

Sólo el entendimiento mutuo entre artistas y ayuntamientos de barrio mantiene la existencia del mercado. Y éste pende de un frágil hilo: o constituir la hermandad, o a vender de nuevo a los salones artísticos que se cobran una comisión.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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