Cal y arena
Muchas coincidencias de planteamiento para resultados bien diferentes nos han reportado sendos conciertos de este fin de semana. Dos sinfonías vocales de gran belleza para dos orquestas madrileñas con dos directores españoles. Al final, rutina en una y buen quehacer en la otra.La ONE mostró uno de sus momentos más bajos, si no el que más, de lo que va de temporada. No es ya que los desajustes fueran palpables desde el inicio de Egmont, sino que la tensa obertura quedó notablemente desvaída, quizá por una mayor dedicación en los ensayos a favor de la Segunda Sinfonía de Mendelssohn, la obra central, que era abordada por la orquesta por vez primera. Pero en ésta no hubo tampoco la calidad deseable.
Orquesta y Coro Nacionales de España
Director: Víctor Pablo Pérez. Obras de Beethoven yMendelssohn. Teatro Real. Madrid. 20 de noviembre. Orquesta Sinfónica Arbós y solistas. Director: Antoni Ros-Marbá. Obras de Mozart y Mahler. Teatro Real. Madrid, 22 de noviembre.
Muy acertadamente se opinaba en las documentadas notas del programa de mano sobre la personalidad y la obra de Mendelssohn. Un compositor que todo lo tuvo fácil en su vida hubo necesariamente de impregnar su obra con esa suma facilidad. Pero esta frescura no impide una elaborada construcción. La sinfonía Canto de alabanza, escrita para conmemorar el tricentenario de la invención de la imprenta, es una típica muestra de ello. Alternan momentos irregulares con otros brillantes, centrados mayoritariamente en el movimiento coral final, pero a todo se le puede dar unidad si claridad y elegancia son fielmente respetadas por los intérpretes. No sucedió así ni en la orquesta ni en el coro, que con demasiada frecuencia cayó en el grito. Víctor Pablo Pérez, acertado en tantas ocasiones, pasó por un bache en esta aparición. Los solistas resultaron lo más digno en una gris discreción, de la que sólo se apartó el tenor Bruce Brewer, de interesantes cualidades vocales y estilísticas.
Lirismo, pasión, fortaleza
Hubo entrega y matiz en la Haffner con que la Sinfónica Arbós inició su concierto conmemorativo de la festividad-de Santa Cecilia, la patrona de la música. Escuchar esta agrupación está comenzando a ser un placer, y de seguir así Madrid acabará contando por fin con una buena orquesta. ¡Que el entusiasmo de estos músicos lejos del funcionariado no decaiga!
Ros-Marbá volvió a ser ese excelente músico cuya relación con la Arbós produce frutos magníficos en las temporadas de ópera de la zarzuela.
Lirismo en El solitario en otoño y en la impresionante Despedida, fortaleza en el primer lied, pasión y matiz cohabitaron en esta lograda versión de una sinfonía: que el autor no quiso nombrar como tal y que no puede evitar derramar multitud de acentos dolientes, causados sin duda por la adversidad, que en esos años le había hecho perder una hijita, renunciar en circunstancias poco edificantes a la dirección de la ópera de Viena y enterarse del padecimiento de una enfermedad cardiaca.
Se contó en este concierto con la estimable participación de la mezzosoprano Nadine Denize y -no todo podía ser perfecto- de un tenor sin el necesario caudal sonoro para afrontar algunas de sus partes dramáticas, en las que además Marbá no hizo intentos de contrarrestar reduciendo el volumen de la orquesta.
Un excelente concierto de la Arbós y Marbá clausurando una semana decepcionante de la Nacional y la RTVE, que fue entusiásticamente ovacionado por el público que llenó el Real.
Babelia
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