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Un juez australiano autoriza un libro sobre los servicios secretos del Reino Unido

El Gobierno británico perdió ayer el primer asalto en su batalla legal para impedir la publicación de un libro en Australia, del ex agente Peter Wright, sobre las actividades de sus servicios secretos y la infiltración en los mismos de agentes soviéticos. Un tribunal australiano rechazó una apelación de Londres referente a la entrega de documentos confidenciales.

La importancia que el Gobierno conservador concede al tema puede calibrarse por el hecho de que la primera ministra, Margaret Thatcher, ha enviado a Sidney al secretario del Gabinete y jefe administrativo del Servicio Civil (funcionariado), sir Robert Armstrong, a defender el caso de Londres ante los tribunales de Nueva Gales del Sur.Los servicios gubernamentales están a flor de piel con el caso. Armstrong protagonizó un altercado al tomar el avión en el aeropuerto londinense de Heathrow, cuando destrozó a carterazos la cámara de un fotógrafo. Por su parte, la señora Thatcher protagonizó el martes un incidente con el speaker (presidente) de la Cámara de los Comunes, Bernard Weatherhill, cuando se negó a contestar a las preguntas que le formuló la oposición sobre el tema aduciendo que la cuestión estaba sub judice. Weatherhill decretó que, a pesar de eso, debía contestar a la pregunta, a lo que finalmente accedió la primera ministra con la lectura de una breve declaración.

Todo el embrollo comenzó, hace meses, con el anuncio de la publicación en Australia de un libro sobre los servicios secretos británicos por parte de Peter Wright, de 70 años, un ex agente del MI-5 (los servicios de contraespionaje que operan dentro del Reino Unido), Jubilado y residente desde su retiro en Tasmania. El anuncio de la publicación del libro de Wright causó una verdadera conmoción en los círculos gubernamentales, ya que los agentes de los servicios de inteligencia se obligan a acatar de por vida la ley de Secretos Oficiales, que prohíbe la revelación de referencia relativa a sus actividades.

Contenido explosivo

En el caso de Wright, además, el contenido de su libro es explosivo. El ex agente, que goza de un precario estado de salud debido a graves problemas de presión arterial, pretende que la infiltración de los servicios secretos británicos por parte de la Unión Soviética era tal que había llegado hasta el jefe del MI-5 en su época, sir Roger Hollis, ya fallecido. Según Wright, que formaba parte de un grupo de oficiales del servicio secreto conocido como los jóvenes turcos, dedicado a investigar la penetración soviética, Hollis era el quinto hombre, tras los cuatro espías famosos: Guy Burgess, Donald McLean, Kim Philby y el asesor de arte de la reina Anthony Blunt.La conclusión a la que llega Wright es que todos los intentos por parte de los jóvenes turcos de exponer las debilidades de los servicios secretos se estrellaron por culpa de Hollis. Dos investigaciones oficiales sobre la posibilidad de que Hollis fuera de verdad un agente soviético no pudieron probar ninguna conexión entre el jefe del MI-5 y el KGB.

En el libro de Wright se cuentan, entre otras cosas, los esfuerzos realizados por un sector de los servicios de contraespionaje para desestabilizar el Gobierno laborista de Harold Wilson, así como la colocación de micrófonos y la vigilancia de embajadas de países amigos. En un libro de André Deutsch, que se publicaráhoy con el título La segunda profesión más antigua: el espía como burócrata, patriota, fantasioso y puta, y cuya serialización comenzó The Observer el pasado domingo, se cuenta que Wilson pidió a George Bush, entonces jefe de la CIA, que la agencia de inteligencia norteamericana investigara si los servicios secretos británicos le tenían bajo vigilancia.

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