Reagan reconoce sus tratos secretos con Jomeini
Ronald Reagan, presionado por el Congreso, al que ha mantenido al margen, y por la Prensa, que comienza a ver indicios de Watergate y a decir que el presidente está cayendo, como James Carter, en el avispero iraní, confirmó ayer que Estados Unidos está negociando con Irán y enviando a su régimen suministros militares. Reagan justifica este brusco cambio de política, que acaba con la neutralidad de Estados Unidos en la guerra irano-iraquí y con la promesa de no negociar con Estados que amparen el terrorismo, como parte de un esfuerzo estratégico para apoyar a los elementos moderados, con vistas a la sucesión de Jomeini. Reagan explicó anoche al país, por televisión, las razones de la polémica conexión iraní.
La Administración admite que el objetivo político a corto plazo es conseguir la liberación de los rehenes norteamericanos en Líbano en poder de un grupo radical shií de obediencia iraní. Washington tiene cierta esperanza de que dos de los rehenes, el periodista Terry Anderson y Thomas Sutherland, sean liberados en los próximos días, momento en el que la Casa Blanca explicaría a la opinión pública toda la operación clandestina, que asegura que es legal, a pesar de que EE UU decretó en 1979 un embargo contra Irán que afecta también al suministro de material bélico.El presidente recibió el miércoles por la tarde en la Casa Blanca a los líderes del Congreso para explicarles que "sería un error que Jomeini muriese y no estuviéramos preparados para establecer relaciones con un régimen futuro".
Reagan insistió en que "las armas eran necesarias por eso", pero no constituyen el pago de un rescate por los rehenes. Mientras Reagan, rodeado por el vicepresidente, los secretarios de Estado y de Defensa, el jefe de la CIA y el consejero de Seguridad Nacional, admitía por primera vez la existencia de esta operación secreta, el embajador iraní ante las Naciones Unidas, Said Rajal Jorasani, negaba tajantemente en Nueva York la existencia de un trueque de armas por rehenes, pero dejaba claro que Irán desea mejorar las relaciones con Estados Unidos.
El embajador explicó que si Washington desbloquea 500 millones de dólares (unos 68.000 millones de pesetas) de fondos iraníes embargados en la Reserva Federal y autoriza la entrega de armas, compradas y pagadas a Estados Unidos por el régimen del sha, mejorarían las relaciones y "se promoverían las condiciones" para liberar a los rehenes.
El embajador dijo también que Estados Unidos debe abandonar sus actitudes antiislámicas y reconocer los derechos de los musulmanes en Líbano. Raja¡ Jorasani confirmó que Irán está recibiendo armas norteamericanas, que obtiene en el mercado libre y a través de terceros países, pero no por intermedio de Israel.
Cambio de política
La operación encubierta y el cambio de la política norteamericana han provocado serias tensiones en la Administración y una pérdida de credibilidad ante el mundo árabe y los aliados europeos, a quienes Washington ha presionado para que corten sus vínculos con países que considera "terroristas", como Irán, Libia o Siria.
La conexión iraní se está convirtiendo en la más profunda crisis de política exterior de Reagan, que acaba de perder el control del Congreso en las elecciones del 4 de noviembre y se enfrenta a críticas por la guerra encubierta que realiza, a través de la contra, contra el régimen izquierdista en Nicaragua, y por la improvisación demostrada en la cumbre de Islandia y, el consecuente bloqueo del diálogo con la URSS.
A esta serie de desastres en cadena se añade la campaña de desinformación autorizada por la Administración sobre Libia, el pasado verano, al engañar conscientemente a la Prensa norteamericana. Al comienzo de sus dos últimos años en el poder, los observadores señalan con preocupación la concentración de la política exterior en un pequeño grupo de asesores, en el Consejo de Seguridad Nacional, dirigidos por un burócrata, el almirante John Poindexter, que no responden al Congreso, actúan a veces al margen del secretario de Estado e incluso del Pentágono, y sustituyen la política exterior abierta por las operaciones clandestinas.
El espionaje norteamericano cree que la URSS intenta recobrar su influencia en Irán tras el establecimiento de la teocracia islámica y que ha reforzado, con 50 divisiones, sus fronteras con este país.
EE UU, a quien Jomeini humilló con la toma de la Embajada de Teherán y que es considerado aún oficialmente como el gran Satán por el régimen iraní, no quiere perder la posibilidad de establecer relaciones con este país, clave geoestratégica como colchón entre la URSS y las monarquías petroleras del golfo Pérsico. Reagan piensa que en Irán hay elementos "tradicionalistas y no radicales interesados en un acercamiento a EE UU". Pero aunque éste fuera el estímulo inicial, el Congreso y los observadores están convencidos de que sólo es una tapadera para una torpe y mal ejecutada operación de cambiar rehenes por armas.
[Israel se niega a confirmar o desmentir la venta de armas a Irán por cuenta de EE UU, pero el ministro de Defensa, Isaac Rabin, precisó que "Israel no ha vendido jamás armas norteamericanas sin autorización previa de EE UU", informa Víctor Cygielman].
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.