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En marcha el plan para salvar Venecia

El proyecto se inicia con 20 años de retraso

Juan Arias

El Proyecto nueva Venecia fue bautizado el sábado en el palacio Ducal de la ciudad ante siete ministros del Gobierno por el presidente del Consejo, Bettino Craxi, con tal solemnidad, que el diario Il Corriere della Sera calificó su discurso como el del "dux de la nueva Venecia" Tras 20 años de investigación, debates y también culpables retrasos burocráticos, el proyecto para salvar Venecia de su ancestral enemigo, "la invasión del agua alta", se acaba de poner en marcha. Esta vez la impresión es que la cosa va en serio. "Tan en serio", ha declarado el ministro de Trabajo, Gianni de Michelis, socialista, veneciano, y uno de los personajes más influyentes de esta ciudad, "que desde hace un mes han empezado ya las obras".

Sin embargo, Venecia, en el 20º aniversario de las inundaciones del 4 de noviembre de 1966 -cuando la ciudad amenazó con desaparecer bajo los 120 centímetros de agua que cubrían la ciudad-, aparecía aún ayer tapizada de pintadas de protesta contra la incuria de los administradores pasados, mientras grupos de desocupados y de sin techo gritaban el sábado al presidente Craxi la rabia reprimida durante estos 20 años.Para el bautismo del gran proyecto que pretende salvar Venecia, el nuevo alcalde socialista, Nereo Larone, hombre altivo y enérgico, convocó a una representación de la Prensa italiana e internacional para mostrar una exposición organizada en la Fundación Cini, en la que aparece lo que se ha hecho en los últimos años a favor de Venecia, y sobre todo el gran proyecto para salvarla definitivamente no sólo de las amenazas de inundaciones, sino también de todos los otros males que han aquejado siempre a esta ciudad, envidia del mundo, visitada el año pasado por ocho millones de turistas.

A la pregunta de por qué ahora la gente debe creer en las promesas de los políticos, que vienen prometiendo en vano desde hace 40 años, el primer ciudadano de Venecia, Nereo Larone, respondió que hay tres motivos: primero, que ésta es la primera vez que existe una ley del Parlamento que permite a la Administración de la ciudad actuar en serio.

El segundo motivo, que ha sido también la primera vez en la historia que el Gobierno, por decreto, ha soltado por fin el dinero para salvar a Venecia, con un presupuesto de 13.000 millones de pesetas para empezar las obras y un empeño oficial de que cada año los Presupuestos del Estado deberán incluir en su presupuesto nacional el capítulo para continuar las obras de Venecia.

El tercer motivo de optimismo no quiso desvelarlo el alcalde, pero quizá sólo por pudor. Se refería seguramente a la voluntad política del Gobierno de Craxi y de la actual Administración de Venecia de no dejar que el proyecto vuelva a empantanarse en los oscuros pasillos de la burocracia y de las pequeñas intrigas políticas.

Un problema de Estado

La ciudad de Venecia había criticado que con motivo del 20º aniversario de la tragedia de 1966 el Gobierno y el Ayuntamiento preparasen festejos y conmemoraciones estériles. Pero en realidad el presidente Craxi, con medio Gobierno, se presentó en Venecia el pasado sábado, en el Palacio Ducal, para pronunciar un discurso serio, crítico y realista, garantizando con el peso de su autoridad que esta vez la salvación de Venecia se ha convertido de verdad en un problema del Estado y en un "caso nacional".Y la mayor garantía de sus palabras fue que a su lado estaban no sólo siete ministros, sino también la flor y nata de la gran industria italiana, desde Giovanni Agnelli, de Fiat, a Carlo Benedetti, de Olivetti; pasando por Pietro Marzzotto, el rey del tejido, y Nerio Nesi, presidente de Banca Nazionale del Lavoro, uno de los 10 bancos más importantes de Europa.

Craxi dijo, arrancando aplausos de los venecianos, que esta ciudad "no puede entregarse en concesión a nadie", que Venecia "debe ser salvada por los venecianos", que en su reciente viaje a China había podido constatar cómo este rincón de Italia, que un día fue el Estado más poderoso de Europa, es mirado con admiración y orgullo como ejemplo "de humanidad y de cultura desde la otra parte del mundo".

Craxi terminó su intervención asegurando con palabras solemnes que el Gobierno italiano esta vez "no permitirá retrasos inútiles".

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