Cara y cruz del Festival de Otoño de Madrid
Con el concierto de The Wallace Collection sonó el jueves en el Teatro Real la última música del III Festival de Otoño, en el que llegaron al público autores de cuatro siglos. Fue una buena idea para clausurar los ciclos esta suerte de animada fanfarria.A la hora del resumen del festival, en su parte estrictamente musical, señalaría como rasgos positivos la mayor presencia en los pueblos de la comunidad, con programas y artistas; más interesantes que en años anteriores, como el estupendo programa encomendado a la Joven Orquesta española con Víctor Pablo Pérez, el éxito claro de la maraton de jóvenes pianistas, a la que acudieron representantes de 11 países; el estreno total de una obra encargada. a Carmelo Bernaola, Nostálgico para orquesta; y el estreno en España de Viatges ¡ flors, de Luis de Pablo, además del San Francisco de Asís de Messiaen, en versión de concierto, el Réquiem polaco, de Penderescki; y el Concierto homenaje a Óscar Esplá, Jesús Guridi, padre Donostia y Julio Gómez.
En el teatro musical brillaron La zapatera prodigiosa, ópera de Juan José Castro sobre la obra de García Lorca, producida por el festival; la ópera electrónica de Robert Ashley, Atalanta; y la ópera china El pabellón de las peonías. Aparte presencias interesantes como la Orquesta Orpheus de Nueva York.
Diversas anulaciones como las de Teresa Berganza y el pianista Gulda y "pasos de ballet" como el de los directores Giulini, Maazel y Frühbeck, debieron desasosegar al equipo organizador y desorientaron al público. Al fin dirigió un programa Giulini y otro el español Frühbeck. Los programas diarios fueron deficientemente cuidados, en tanto que se edita un lujoso album con sólo comentarios a los intérpretes. El mundo está lleno de modelos. De una manera global, no parece clara la misma orientación del festival.
Babelia
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