El Sur como reserva de ficción

Por una vez, la acción de una película española contemporánea no transcurre en el apartamento de los protagonistas, ni en bares de moda, ni en Nueva York, ni en ningún otro decorado susceptible de ser identificado como paisaje de la movida. Como en los años cuarenta, pero sin afán de conquista.Juan Miñón ha optado por seguir el camino de la fascinación por lo árabe que iniciara Carlos Velo y deformara Carlos Arévalo. Luna de agosto transcurre en Marruecos durante un viaje entre Tánger y Marraquech coincidente con el Rahmadán.

Patricia Adriani, que llega de Madrid luciendo estupendas sandalias y vestidos, arrugando el ceño ante la comida y las costumbres de los marroquíes, acaba precisando de la ropa y las danzas autóctonas para escapar de unas complicaciones criminales. Así, a través de una simple y breve peripecia policiaca y de un viaje que pronto adquiere rasgos iniciáticos -ella resucitará a otra vida de la mano de un pastor-, Miñón procura aproximarnos a otro mundo y hacerlo despojándose de prejuicios eurocentristas.

El reto de Luna de agosto era hacer coexistir el documental con la ficción o, mejor dicho, fundir ambos aspectos. Elresultado no es plenamente satisfactorio y durante la primera parte del filme estamos ante una pareja que se lleva mal.

Luego, a partir de la conversión de Patricia Adriará en musulmana muda, todo funciona mucho mejor, hasta el punto de que la agradable sorpresa que supone el tramo final de la película nos permite reconsiderar el bache que ocupa el centro de la misma. En cualquier caso, la pe lícula de Miñón es distinta de lo visto hasta ahora y del resto de la producción hispana, aportando una curiosidad y apertura que aunque sean ingenuas, resultan muy convenientes en un panorama dominado por un continuo mirarse el ombligo.