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Tribuna:DINERO PÚBLICO Y CINE
Tribuna
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La olla y el garbanzo

El cine español, después del vuelco que supuso para el sistema tradicional de producción de películas la legislación promovida en 1982, suele entrar en los canales de exhibición no con el goteo que era habitual, sino -y este agolpamiento de estrenos produce rachas de ayuno seguidas de otras de saturación- por oleadas. Ahora estamos en medio de una de estas últimas.Una treintena de filmes están o van a estar en exhibición. La oleada lo es en toda la regla y en ella es posible encontrar obras excelentes, buenas, medianas, malas y malísimas. Como siempre y como en todas partes, con la salvedad de que tanto los filmes excelentes y medianos como los malos y malísimos han sido impulsados por dineros públicos. Si alguna de esas películas ha sido realizada con financiación privada, tómese como rara excepción.

Los aspectos positivos del sistema de subvenciones en vigor son innegables cuando se observa que entre sus resultados hay una elevación del nivel medio de producción y, como consecuencia de él, una mejora de la calidad de los filmes, lo que permite que por primera vez en la historia del cine español exista este año un conjunto muy estimable de películas aptas para la exportación. Que junto a este ramillete de filmes haya otros, los más, sólo aptos para el mercado interior, no inhabilita sino que apuntala la viabilidad del sistema, porque estos filmes caseros ocupan un importante hueco de la demanda y -si se comercializan y exhiben adecuadamente, que es otra cuestión, y sangrante- pueden devolver con facilidad a las arcas públicas el dinero que se sustrajo de ellas para realizarlos.

Filmes bajo mínimos

Lo que no se entiende y a estas alturas es inaceptable, porque se trata de quiebras que por mínimas que parezcan ponen en peligro la credibilidad global de un sistema de financiación del cine, que hoy no cuenta -aunque debiera contar- con tina alternativa de recambio, es, que junto a aquel ramillete de filmes con salida internacional y el gran paquete de obras adecuadas al consumo interior el dinero público avale a filmes bajo mínimos profesionales, malos e incluso malísimos. Cuatro años de existencia es tiempo suficiente para que los mecanismos de selección de proyectos de películas del Instituto de la Cinematografía y de las autonomías y las televisiones públicas no permitan que se les cuele un filme de esta especie.No siempre es fácil deducir de: un proyecto cómo va a resultar una película, pero tampoco es imposible a grandes rasgos. Hay, riesgo al adelantar que de un buen guión va a salir un buen filme, pues bien puede ocurrir lo contrario. Pero un riesgo de esta especie es aceptable, puesto que el filme resultante, cuando es malo, proclama que podría haber sido mejor. Por el contrario, no hay riesgo al presumir que de ciertos proyectos es imposible que salga una buena película. Y más de un proyecto con resultados previsibles sin riesgo como malos se ha realizado con apoyo oficial de uno u otro tipo. Por ejemplo, y además de películas cuyo guión proclama el mal resultado, se han rodado filmes -algunos con buenas imágenesdentro- pésimamente dialogados, cuya palabra canta su incompatiblidad con la pantalla. Y hay que preguntarse por qué tales guiones no han sido devueltos a sus autores, por prestigiosos que sean, para que mejoren esos diálogos y así mejoren el filme.

Toda exigencia es, en el uso del dinero público, siempre poca. El viejo proverbio de que un solo garbanzo -y en la olla del cine español los garbanzos negros son más de uno- no estropea el cocido, aquí carece de ejemplaridad. Es evidente que estas películas son las menos, pero lo cierto es que son y no debieran ser. El cartelito ritual "Esta película está subvencionada por el Ministerio de Cultura, o TVE, ETB, TV-3 o un Gobierno autónomo" no puede cerrar, sin rubor para quienes pagan la existencia de esos organismos, la proyección de una película impresentable. Ante la lectura en tales filmes de ese cartelito se corre el riesgo de que alguien enarbole en voz alta un ¿por qué? y no haya manera de contestarlo, pues en política una excusa, que es lo único que cabe esgrimir en este caso, jamás es una respuesta.

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