Suscitar 'la profecía'
¿Era oportuno que el Papa viajara ahora a Lyón? Muchos franceses, hace dos semanas, pensaban que era una temeridad. Francia vive traumatizada por la ola terrorista. Las aglomeraciones de gentes podían ofrecer un blanco espacial. Lyón, después de París, podría ser la ciudad simbólica.El viaje del Papa alertaba además a la muchedumbre crédula de lectores de Nostradamus: un astrólogo del siglo, XVI que fabricaba en Lyón -maquillajes, ungüentos y filtros mágicos. Su exhumador actual, Jean Charles de Fontbrune, autor del best-seller Nostradamus., historiador y profeta, aprovechó la oca sión para reforzar la psicosis del atentado pontificio. "La ciudad de los dos ríos" aludida por el adivino renacentista ofrecía el marco histórico más verosímil Por citar un ejemplo, los teléfonos del Laboratorio de Parapsicología e Higiene Mental de Toulouse se bloqueaban con las preguntas de franceses que tenían que estar esos días en Lyón. Pero Juan Pablo II llegó y estuvo en la región de Rhône-Alpes sin desafiar a los astros.
Los profetas han sido siempre provocadores. El Papa eligió los lugares más simbólicos del pasado del catolicismo francés: la antigua capital de las Galias fue regada con la sangre de los primeros mártires, entre ellas la de San Ireneo, primer obispo de Lyón. Paray-le-Monial, a finales del siglo XVII, empezó a ser el centro de irradiación de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, cuyo encargo asumieron los, jesuitas A 100 kilómetros de Lyón, Ars fue la parroquia de san Juan María Vianney, un cura asceta y poco ilustrado, propuesto como modelo a los sacerdotes de nuestro tiempo. El monasterio de Taizé, a 10 kilómetros de las ruinas de la famosa abadía de Cluny, hoy centro de peregrinación ecumenista de jóvenes de todo el mundo, ha sido la otra estación de ese viaje por la historia del catolicismo en el país vecino.
País de misión
La Iglesia de Francia escandalizó hace cuatro décadas a los católicos españoles al declararse en "país de misión". A la "hermana mayor de la Iglesia", Juan Pablo II pregunta insistentemente por su bautismo bimilenario. Dos siglos de laicismo oficial revelan en una encuesta reciente realizada por la empresa Sofres que la situación de la coirnunidad católica no es tan distinta de la nuestra. El sello de la Ilustración, a la par que sus movimientos pietistas, no se detuvo en los Pirineos, aunque aquí viviéramos tranquilos con nuestro confesionalismo. Nosotros no hemos contado con intelectuales católicos laicos como en Francia. Conservamos, lógicamente, una práctica religiosa habitual más alta (del 22% al 30%), mientras ellos confiesan que sólo un 16% acude semanalmente a la misa dominical.
Sin embargo, las tendencias de nuestro catolicismo son muy semejantes al de los franceses. El bloque de católicos tradicionales es más consciente y quizá más numeroso (47%) que el nuestro. Las reformas conciliares encontraron allí más resistencia que en España. La distancia entre los que se confiesan católicos y las instituciones de la Iglesia obedece a un proceso más reciente, casi diríamos posconciliar, por influjo de los cambios culturales, sociales, económicos y de la misma Iglesia.
Nada menos que el 71 % de los católicos franceses confiesan que para ser católicos no necesitan participar en la parroquia ni en otro tipo de comunidad cristiana. Mayor dificultad se acusa en la recepción de la doctrina oficial de la Iglesia. Fijándonos exclusivamente en la columna de los católicos que participan regularmente en la misa dominical, nos dicen: que aceptan el aborto un 25%; las relaciones prematrimoniales, el 49% el sacerdocio, de la mujer, el 45%, y la lucha de clases, el 34%. Confiesan que están en desacuerdo con las declaraciones del Papa el 55% de los que se dicen católicos y el 43% de los que practican regularmente. La popularidad de Juan Pablo II y el juicio positivo sobre su misión es compartido por el 79% de los franceses. El 41 % de los católicos le ve como motor de la transformación de la Iglesia, mientras el 31 % considera que intenta resituar a la Iglesia en las posiciones del pasado.
Visionario u orador
Los griegos, al traducir la Biblia, rechazaron el término mantis, que designaba al profeta-visionario, para preferir profetes o profeta-ora-dor. Su procedencia popular y la conciencia de ser enviados al pueblo les hace concebir la historia como una tarea abierta, en la que el hombre tiene plena responsabilidad. El destino, la fatalidad y aun las invocaciones a las influencias de los astros son, para ellos, formas prevaricadoras de la fe en el Dios único. El tiempo hay que construirlo en cada uno de sus momentos, a través de la historia. Dentro de ella corren los manantiales del sentido que aclaran el presente y desvelan lo que realmente está pasando. La confianza cristiana y la fe en Dios no ciega los pozos de la visión realista. Creer en Dios significa comprometerse con la transformación del mundo.
A Juan Pablo II no le falta carisma ni energía para la provocación. Los profetas nunca fueron con el tiempo, sino a contrapelo de los acontecimientos. Y normalmente tuvieron que enfrentarse con los poderosos de la tierra. En el anfiteatro lionés de las Tres Gallas, el Papa ha proclamado su convicción fundamental: "Corrientes de pensamiento, de estilo de vida y aun las mismas leyes a veces se oponen al verdadero sentido del hombre y de Dios, no dejan sitio a la fe cristiana en la vida de las personas, de la familia y de la sociedad". Su discurso es social, precisamente porque es evangélico. A Jesús de Nazaret le pidieron una vez sus discípulos que les aumentara la fe. Lá respuesta no pudo ser más sorprendente: "Si tuvierais una fe sin reservas..., podríais decir a ese monte: quítate de ahí y tírate al mar, y lo haría".
Es duro y provocador hacer hoy un discurso contra la permisividad legal del aborto. Se estrella en el desencanto y la indiferencia la utopía del amor incondicionado. Releer los mensajes del cura de Ars y de las revelaciones de la monja de Parey-le-Monial supone una traducción difícil.
Su sentido más original se ha ido sumergiendo en el pantano de los tiempos. Conseguir 24 horas de tregua a las armas en todos los frentes actuales de la violencia es otro desafilo que el Papa ha lanzado al sentimiento más noble de toda la humanidad. Los adivinos se limitan a divisar el horizonte. Tienden a fijarse en los nubarrones más negros, pero se declaran impotentes para cambiar el curso de la humanidad. Los verdaderos profetas intentan convencer a los hombres de que ellos pueden dar un cambio, de timón a la historia. Es la única forma de "suscitar la profecía". Juan sabe que es posible y lo está intentando.
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