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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Guatemala y otras democracias

LA VISITA del presidente Vinicio Cerezo a España, primera etapa de un viaje que le llevará a Francia, Bélgica, RFA e Italia, se ha producido en un momento delicado del proceso democrático en dicho país. Su triunfo en las urnas hace nueve meses tuvo un significado histórico: por primera vez después de un cuarto de siglo de regímenes militares existe en Guatemala un poder civil, un presidente y unas Cámaras elegidas por el pueblo. Los militares se han retirado a los cuarteles y, al menos en la forma, aceptan obedecer a los órganos legales de un régimen democrático. Sin embargo, la fragilidad de la democracia es patente: se siguen cometiendo acciones criminales incontroladas contra personalidades de izquierda, mientras el Ejército ampara a los grupos de extrema derecha. Millares de casos de desaparecidos en los últimos años no logran ser aclarados. Aunque los grupos guerrilleros están en una actitud de expectativa, su existencia es utilizada por el Ejército para justificar la necesidad de acciones represivas sangrientas. La democracia tiene que avanzar por un sendero estrecho, entre la amenaza de unos militares acostumbrados a intervenir en todo y la desconfianza que perdura en sectores populares relativamente numerosos. Pero las manchas negras que subsisten no deben esconder la voluntad de avance democrático que Cerezo representa. Éste espera obtener en su viaje europeo un respaldo de las democracias de nuestro continente. En Madrid lo ha tenido, con unas palabras del Rey que han expresado admirablemente lo que es la política de nuestro país.La realidad de Guatemala no se puede ver separada de la global centroamericana. El presidente Cerezo ha definido una política de neutralidad activa que implica sobre todo una voluntad de tomar distancias con respecto a la política intervencionista de EE UU; el apoyo de Guatemala a las soluciones pacíficas de Contadora ha sido permanente. Además, la iniciativa del presidente Cerezo de crear un Parlamento centroamericano tiende a extender los instrumentos de una acción concertada entre los países de la zona, buscando además que tengan una base lo más democrática posible. Aunque este proyecto exigirá tiempo para materializarse, está enfocado en una dirección acertada. Indica quizá la única vía para que esa zona pueda sustraerse a la polarización URSS-EE UU y para que una mayor cohesión entre los países centroamericanos elimine la concepción tradicional de Washington de considerar esa zona como un jardín adyacente a su casa.

Las dificultades por las que Guatemala está pasando no son solamente de orden político; la situación económica es angustiosa, con una miseria terrible de grandes masas de la población y el bloqueo de casi todas las posibilidades de desarrollo económico. Por eso, el presidente Cerezo confía en una ayuda de Europa en el plano económico para afianzar la democracia. El Gobierno español está estudiando medidas en este sentido; esperemos que las negociaciones concretas, no siempre fáciles por situaciones de hecho creadas en etapas anteriores, permitan acuerdos efectivos. Pero en este terreno la dimensión europea adquiere una importancia decisiva. La CEE ha afirmado reiteradamente su apoyo al plan de Contadora; cuando éste se encuentra ahora casi paralizado, una forma de mantener vivo el sentido profundo que Contadora representa es fortalecer políticas en Centroamérica encaminadas a la democracia en lo interior y a una neutralidad efectiva en el plano internacional.

En estos días, además de la estancia de Vinicio Cerezo, la visita del presidente Lusinchi y el paso por Madrid del Raúl Alfonsín van a permitir al Gobierno dedicar una atención mucho mayor a los problemas de América Latina. En ese área de la política exterior, las debilidades de nuestra actividad diplomática son obvias. Un ejemplo claro es lo ocurrido con el viaje del presidente Felipe González a Cuba, Perú y Ecuador, que se aplazó por una coyuntura política interna y luego simplemente no se ha realizado. Actitud que contrasta con el período inicial de la transición, en el que los jefes del Gobierno y de la oposición española visitaban América Latina con mucha mayor frecuencia. El argumento del mayor peso que tiene ahora Europa en nuestra política no es convincente. Precisamente cuando Europa está empezando a definir una política internacional propia es fundamental que España convenza a Europa de que América Latina debe ocupar un lugar definido en sus preocupaciones internacionales. Lograr ese objetivo exige una labor conjunta en Europa y en Latinoamérica, y dinamizar las relaciones en ambos sentidos. España no puede tener especialistas para sus relaciones con América Latina; ni concentrar desde ahora todos sus esfuerzos únicamente en el aniversario de 1992. Sin embargo, tal tendencia existe, incluso en la estructura ministerial responsable de estos problemas. La importancia de América Latina exige una atención del Gobierno en su conjunto y, claro está, de su presidente en las ocasiones necesarias.

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