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BAJO LA DICTADURA DE PINOCHET

El jefe de la Armada se suma a los partidarios de dialogar con la oposición sobre el futuro de Chile

Antonio Caño

El almirante José Toribio Merino, jefe de la Armada y número uno de la Junta de Gobierno chilena, dio ayer un nuevo paso en dirección contraria a la de Augusto Pinochet al admitir ante los periodistas la posibilidad de negociar con la oposición democrática. "Entra dentro de lo posible" dijo, "concretar en el futuro una reunión con personeros de la oposición democrática, siempre que se trate de hablar de soluciones reales, aterrizadas y hechas por gente capaz".

El almirante Merino se suma con esta declaración a otras opiniones discrepantes con Pinochet expuestas las pasadas semanas por mandos militares, y refleja un clima de discrepancia en el seno de las fuerzas armadas sobre la solución para la crisis que vive el país. La vía del diállogo cívico-militar, defendida por los partidos de la oposición moderada, cobra así fuerza como instrumento para acabar con la dictadura.Después del atentado del pasado día 7 de septiembre contra Pinochet, la oposición de centro izquierda agrupada en la Alianza Democrática expuso más claramente que nunca su rechazo a la violencia como arma contra la dictadura y descartó cualquier pacto futuro con las organizaciones que respaldan esa opción, particularmente el partido comunista. Gabriel Valdés, el presidente de la Democracia Cristiana, el primer partido del país, se ha pronuncia do recientemente -ver EL PAIS del 27 de septiembre- a favor de un diálogo sin condiciones previas con los mandos militares.Varios de los obstáculos que impedían ese diálogo se han despejado en las Últimas semanas, y algunas de las condiciones que los militares ponían se han cumplido. En primer lugar, la citada ruptura de la Alianza Democrática con el Movimiento Democrático Popular (partido comunista, partido socialista de Clodomiro Almeyda y Movimiento de Izquierda Revolucionaria). Además, la oposición ha dejado de exigir la retirada previade Pinochet y ha aceptado la Constitución aprobada por referéndum en 1980 como base de partida para la negociación.

El general más representativo entre los uniformados partidarios de la negociación es el comandante de la región austral, José Danús, que hace varios meses hizo una oferta discreta de diálogo, aceptada por la oposición de manera tan pública que obligó al general a retractarse de sus declaraciones.

Danús, como los demás oficiales del Ejército, la Marina y la Aviación partidarios de intentar una transición pactada, pone como regla básica de esa negociación la aceptación de la legalidad vigente, es decir, la Constitución de 1980. Las fuerzas armadas chilenas, que: a diferencia de lo ocurrido en otros países de la zona no han perdido una guerra ni creen haber dejado el país en bancarrota o destruido moralmente, quieren salir del Gobierno por la puerta grande y sin dejar dañada la imagen de la institución.

La Constitución de 1980 se ha convertido, en este sentido, para los militares, en la plasmación legal de sus 13 años en el poder. A su juicio, dentro de ella cabe cualquier reforma -incluida, probablemente, la que conduzca a que Pinochet no sea candidato a la presidencia en 1989-, pero fuera sólo está el caos. "La Constitución de 1980 es la única tabla de salvación que tiene este país", dijo recientemente Danús.

Para los partidos, aceptar este texto que en su redacción actual confiere a los militares un poder fiscalizador sobre las instituciones políticas- ha significado- hasta ahora aceptar la dictadura. El debate surgido en la oposición tras el atentado contra Pinochet ha servido para encontrar en ese documento la base -aunque sólo sea el instrumento para celebrar los plebiscitos necesarios, como ha dicho Valdés- de un futuro diálogo; un diálogo dentro de la ley,.

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Hay varios temas negociables en el marco de la Constitución. Uno de ellos, fundamental, sería la búsqueda

de la persona, civil o militar, que deba conducir el país en el período de transición. La Constitución marca que el candidato presidencial en 1989 debe ser propuesto por la Junta de Gobierno. Por tanto, si ya existe casi la covicción de que los jefes militares novan a proponer a Pinochet como candidato, el siguiente paso debe ser encontrar la persona que le sustituya.

No se ha de ignorar, desde luego, el papel que pueda desempeñar el propio Pinochet, decidido a permanecer en el poder de por vida. El presidente chileno tiene todavía una mayoría del Ejército de Tierra a su favor o, al menos, a sus órdenes, y la tendrá hasta 1989. Después todo dependerá de la capacidad de civiles militares para ponerse de acuerdo. Si no lo consiguen, el beneficiado será Pinochet.

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