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Tribuna:Argelia, tras la reforma constitucional / 1
Tribuna
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El Gobierno del presidente Benyedid diversifica su política exterior

Argelia, nueve meses después de la aprobación de su nueva Carta Nacional, no se ha enfrentado aún de lleno al reto de la gran transformación social. Y sin embargo, muchos observadores consideran que el nuevo texto constitucional básico era el argumento que necesitaba este joven país magrebí para dar el salto del cambio, o quizá alcanzar un nivel de vida más cómodo y menos ideologizado. La crisis económica es hoy el principal punto de preocupación de las autoridades argelinas, lo que les obliga a adoptar medidas de austeridad jamás conocidas. Pero esta circunstancia también sitúa obligatoriamente al Gobierno en una posición en la que comienza a olvidarse, en materia de política exterior, de su peculiar sistema, otrora exportable, de República Popular abierta al Tercer Mundo, para pasar a situarse en protagonista extraordinario del contacto fluido y abierto con otros países antes tabú y en su lista negra.

El presidente Chadli Benyedid -otra forma y otro proyecto- está en esta nueva dinámica y sigue siendo, a veces solo, la única ventana que permanece abierta hacia el aperturismo y el único político que empieza ya a sonar en Occidente como el hombre distinto que es capaz de hacer cosas distintas en Argelia. Alguien ha dicho de él que el país, aunque lentamente, camina bajo su dirección. No en vano se comenta que Benyedid avanza dos peldaños y retrocede luego uno. Pero en el fondo, pese al paso atrás, la ventaja es clara y favorable al futuro.El presidente Benyedid ya no es en Argelia aquel coronel-jefe de la Segunda Región Militar (Orán), de carácter reservado y meticuloso, que llegó al poder de forma consensuada por los grandes barones del Frente de Liberación Nacional (FLN) como el desconocido que sustituyó al antes poderoso coronel Huari Bumedian, fallecido en 1978.

Tampoco es el militar que el FLN, partido único de este país, situó en el poder máximo de la República como un simple representante institucional, sino un hombre que ha demostrado saber ejercer de presidente y que, siguiendo el contagioso ejemplo de sus vecinos de Marruecos y Túnez, Hassan II y Habib Burguiba, hace uso de sus funciones para trasladar sus directivas -aquí llamadas orientaciones- al pueblo.

Benyedid está preocupado por la crisis económica y por cualquier síntoma de despilfarro en este momento que atraviesa el país. Es un mal que padece Argelia a consecuencia de la baja del precio del petróleo, su principal recurso a exportar junto con el gas, y ahora con la caída de la moneda norteamericana.

Pero este problema, que se padece y se siente en Argelia, a la larga está favoreciendo, indirectamente claro está, la imagen del país fuera de sus fronteras. Concretamente en materia de política exterior, Argel, al menos es lo que ocurre en los últimos tiempos, ya no distingue entre buenos y malos. Y si antes había reticencias, en el mismo continente africano, para un acercamiento a países considerados beligerantes o enfrentados, la cosa está cambiando, a veces de manera sorprendente.

En los últimos tiempos ha habido un acercamiento al Gabón del presidente Omar Bongo, Estado tradicionalmente aliado del enemigo Marruecos, y Argel no pone trabas de ningún orden para mantener intercambios con países como Camerún, Costa de Marfil o Zaire, acusados antes de vivir bajo el colonialismo y hoy curiosamente con embajadas ya en Tel Aviv o Jerusalén.

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Ni la amistad de alguno de estos países con Marruecos, ni su toma de posición contraria a las tesis argelinas en cuanto al problema del Sáhara, como es el caso de Zaire y Gabón, ni la presencia en sus capitales de misiones diplomáticas israelíes impiden a este país magrebí reanudar el diálogo o abrir cauces a la reconversión en cualquiera de los campos, aunque por encima de todo económicos. La ideología o los férreos esquemas de la Argelia de Bumedian siguen permanentes dentro de la dirección del FLN, donde un sector de halcones impiden a veces la ejecutoria clara y futurista de los proyectos renovadores de las palomas, entre los que se sitúa al presidente Benyedid.

Si Benyedid hace dos años dio el paso decisivo de viajar a Estados Unidos, donde fue recibido por Ronald Reagan, o de visitar España, 1986 lo inició con un viaje a Moscú. Pero ésta de Moscú ha sido una sola visita al área en la que políticamente ha estado siempre Argelia, pese al reciente viaje a Argel de continuas delegaciones soviéticas o de jefes de Estado del Pacto de Varsovia, como el general Jaruzelski de Polonia, o el presidente checoslovaco, Gustav Husak. El balance, sin einbargo, al cabo del tiempo, es distinto y diferente y la proporción de los peldaños hacia adelante y uno hacia atrás del presidente Benyedid se ajusta a la realidad: tras Moscú, ha venido una visita a Bélgica, aunque por motivos de salud, y otra a Suecia, esta oficial; su país recibió recientemente al secretario de Estado adjunto norteamericano para la defensa, Richard Armitage, y para antes de fin de año se prepara una gira presidencial a Brasil, Uruguay y Argentina, países latinoamericanos que no han reconocido a la RASD y que Marruecos sitúa a su lado, aunque sin alianzas en el conflicto del Sáhara.

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