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Tribuna:LA GRAN EXPOSICIÓN SOBRE FUTURISMO / 1
Tribuna
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Marinetti en Venecia

Arte y literatura del novecientos, con trasfondo político encubierto, se dan hoy cita en la gran exposición futurista de Venecia, en el restaurado Pallazzo Grassi. Casi toda Europa, del Este y del Oeste, con algunas desiguales participaciones foráneas y con la pobre y residual representación española (con la excepción de Cataluña) acuden a una cita inteligente de rememoración vanguardista. Cita que incluye también mensajes sutiles e intencionados y, por otra parte, testimonio que permite un análisis de nuestra identidad europea, histórica y actual, que conjuga polivalencia y contradicción e imaginación.Pontus Hulten, Gae Aulenti y Antonio Fuscari, entre otros artífices de la reconstrucción del palacio y de la puesta en escena de esta mostra, han sabido aunar bien rapidez, sentido estético y eficacia técnica. En gran medida se han introducido, con astucia arquitectónica y decorativa, en el marco futurista de la anticonvencionalidad y del funcionalismo.

Este reencuentro de Marinetti con Venecia es, en cierto modo, una reconciliación póstuma del futurismo con el passatismo, de lo que pretendía ser la modernidad rupturista y la tradición entendida anquilosada. Reencuentro significativo y paradójico: dos potentes multinacionales (Fiat y United Technologies) actúan de sponsors económicos, símbolos del futurismo utópico realizado: automóvil y velocidad, tecnología y electrónica; una ciudad, Venecia, que fue ciudad maldita y denostada por Marinetti y sus amigos poetas y pintores (Balla, Boccioni, Carr, Russolo, Lucini, Buzzi, Carrieri, Papini), como ciudad que objetivaba el paradigma negativo del passatismo, la antítesis del futurismo, sirve ahora -y no Milán, Génova o Roma- de sede augusta de esta exposición; y no sólo la ciudad, sino también un palacio signo de lo que con el claro de luna, las bibliotecas y los anticuarios, había de destruir. Y, finalmente, por azar sin duda, para cerrar este diseño futurista, dos navíos de guerra norteamericanos, surtos en sus aguas adriáticas, otean displicentemente el nuevo Trieste irredento d'annunziano, convertido ahora -para algunos- en otro peligro futurista. La aventura del futurismo será, así, una paradoja: los futuristas, en efecto, y no sólo Marinetti, rompieron esquemas, anticiparon vanguardias, crearon y destruyeron mitos, se acomodaron crítica o vergonzantemente en el fascismo y hoy asistimos a su disolución e integración plácida en la nueva sociedad tecnológica y desarrollista, vicaria y europea. Milán y Estados Unidos triunfan sobre Venecia, pero Venecia sigue siendo passatista: la contradicción y el consenso se convierten en la última alegoría futurista.

Representante y agitador

Filippo Tommaso Marinetti (Alejandría, 1876; Bellagio, Como, 1944) es el fundador y mecenas, máximo representante y agitador del movimiento conocido como futurismo. No todo el futurismo es Marinetti, especialmente fuera de Italia, pero, sin duda, su vitalismo, agresividad y exhibicionismo condicionará su permanente coordinación y exhibición, tanto cultural como políticamente. Viajero incansable, rico por familia, excelente comunicador social, Marinetti consigue proyectar en toda Europa, desde San Petersburgo a Lisboa la buena nueva futurista. En realidad, Marinetti no inventa el nombre que dará vida a esta escuela o movimiento, pero sí el contenido. Será, en efecto, un escritor mallorquín-catalán, Gabriel Alomar, el que años antes lanza este nombre, y, también, como señala Lista, gran conocedor del futurismo, Strindber hablará de su pintura como pintura futurista. El futurismo, sin embargo, se extiende de la mano provocadora de Marinetti, por toda Europa.Múltiples lecturas pueden hacerse de Marinetti. A Marinetti le ocurre como a Pessoa (también futurista y, junto con Sà-Carneiro, Almeida Negreiros y Santa-Rita Pintor, introductores del futurismo en Portugal), es decir, su ambivalencia, simultaneidad y contradicción se resisten a una sistematización fácil. Sin embargo, al menos en Marinetti, hay tres lecturas claras: como poeta-escritor-novelista, como ideólogo político y cultural, y como novador de técnicas de comunicación social. En estas tres facetas, muy relacionadas, asimilando influencias diversas, reaccionando agresivamente contra la vieja sociedad italiana conservadora, o, más exactamente, representando los nuevos intereses industriales frente a los agrarios tradicionales, Marinetti actuó, culturalmente, de anticipador imaginativo, de agente crítico y desmitificador, de provocador intelectual. En arte y literatura y técnicas, aunque en política la desmitificación se convirtió en mistificación, como señalaré más adelante. En arte, propugnando el arte-acción, la decoración y el diseño como elementos básicos para una reconstrucción futurista de la vida, el lanzamiento del arte-de-la-calle, la glorificación artística de la vida cotidiana: los futuristas socializan el cubismo elitista y anticipan el dadaísmo. En literatura, Marinetti y sus correligionarios establecen el verso libre, quiebran el academismo tardío, exaltan la palabra en libertad. Y en la técnica, sobre todo en las técnicas, ponen en contacto cultura y nuevas tecnologías (radio, cine, apuntan la televisión) y, al mismo tiempo, introducen la comunicación como instrumento participativo de socialización cultural. Marinetti, sobre todo, fue un gran comunicador arbitrista.

Con Marinetti, en definitiva, la visión sectorial de la escuela, literaria o artística, se transforma en una concepción del mundo totalizadora: cambiar el lenguaje y la cultura, cambiar la vida y la realidad. El futurismo será, así, la negación de la tradición (el passatismo): el pasado será visto como decadente, inmoral y desligitimador; el futuro, en cuanto modernidad, estará en las tecnologías aplicadas, en la secularización y en la industrialización, y, sobre todo, en una comunicación operativa. Los futuristas anticiparían, en este sentido, la modernolatría y la explosión comunicativa. Pero, junto a esta magnificencia en la racionalidad positivista y dinámica, los futuristas estarán también enclavados en el esoterismo mágico, en la irracionalidad nacionalista y belicista y en la simultaneidad neurótica. El enemigo cultural se transformará pronto en enemigo político total. El passatismo, en cuanto pacifismo y tolerancia, tradicionalismo y nostalgia, será sustituido por el eslogan de la guerra permanente: la guerra, sola igiene del mondo, y la técnica.

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