Una obra que resiste todo
La venganza de Don Mendo es una obra que lleva casi 70 años venciéndolo todo: malas interpretaciones, grupos de aficionados de sala parroquial, morcillas de actores... Probablemente porque, siendo en sí una burla de una forma desmañada y truculenta de hacer teatro, de la grande y disparatada eclosión del romanticismo, lo asimila todo. Escuchada ahora, en una buena interpretación general, sigue revelando sus tesoros cómicos. El desenfado de las situaciones muestra, al menos por una vez, a su autor, Pedro Muñoz Seca, como descreído de todo: de la virtud y la nobleza, del honor y del amor y el odio. Escribía en el año 1918, que fue uno de esos en que terminada la I Guerra Mundial se podía imaginar que se abría una época nueva. No era -tampoco esa vez- verdad; pero la sensación era muy fuerte y podía arrasirar. Hoy tiene en su contra que el teatro que parodiaba ya no se representa -y tal vez la burla de don Pedro ayudó en algo a mostrar su envés ridículo y a destruirlo-, que el lenguaje castellano ha perdido su riqueza y por tanto se ha perdido, también la forma de machacarlo en el yunque, y que algunas de las alusiones a su actualidad no tienen sentido. Pero sigue pasando por encima de todo. La legión de quienes conocen la obra espera todavía con deleite el ripio anunciado o la certera frase sabida; los nuevos se deslumbran por la sorpresa.Resiste una vez más esta obra una mala: pasada: el intento de convertirla en musical. Esto no es decir nada contra los injertos de canciones de Enrique Llovet y Alfonso Ussía, ni contra la música de tópicos y citas de Gregorio García Segura; simplemente, que corta la acción, tan ligada, cuando se mezcla con ella, y que se despega totalmente cuando aparece en forma de números el prólogo pobre y tonto, la irrupción de la corte en el campamento, el chotis biográfico-editorial del final bajo sus farolillos verbeneros, quizá sin más intención que la de fascinar a la comunidad madrileña para que dé sus cuatro millones de subvención.
La venganza de Don Mendo
De Pedro Muñoz Seca (1918).Versión musical de Enrique Llovet, Alfonso Ussía y el maestro García Segura. Intérpretes principales: Luis Prendes, Vicky Lusson, Nicolás Romero, Jorge Soler, Carmina Merlo, Rafaela Aparicio, José Sazatornil, Saza. Dirección: Gustavo Pérez Puig. Teatro de La Latina. Madrid, 10 de septiembre.
La idea del director parece responder a la tan común en nuestro tiempo de tomar una obra perfecta en su género y manipularla hasta romper esa perfección, al espejismo de lo nuevo, tan peligroso. Lo que interesa de verdad en esta dirección es el acierto en el reparto y en la dirección de actores, en la elección de una escenograflia y un vestuario significativos y en dejar funcionar la mayor parte del tiempo la creación original. Con respecto a las muchas versiones anteriores de La venganza, ésta ofrece una mayor contención en los actores. La intención parece ser la de no exagerar la astracanada con la violenta comicidad de los intérpretes y dejarla vivir en su propio texto.
La obra hizo reír una vez más, y en los pasajes previstos; alguna réplica fue aplaudida, como alguno de los números; hubo ovaciones para la proyección de la fotografía del autor asesinado hace medio siglo, y para los letristas y el músico que, con el director y los actores, salieron a saludar en el final verbenero y postizo.
Babelia
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