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Profetas en su tierra

El Orfeón Donostiarra y el artista Nicanor Zabaleta han sido profetas en su tierra. El primero cantó el Réquiem de Verdi en el teatro Victoria Eugenia con la, Orquesta infónica de la Radio de Hamburgo dirigida por Frühbeck de Burgos y el segundo recibió el martes la medalla de oro de la ciudad.El mismo cuarteto solista que intervino en Santander lo ha hecho en la Quincena Musical de San Sebastián, es decir, volvieron a brillar las extraordinarias labores de la soprano Enriqueta Tarrés, la mezzosoprano Florence Quivar y el bajo Kavrakos y volvió a desilusionar el tenor italiano Sebastian, siempre brillante y casi siempre fuera de estilo. Antxón Ayestaran y los orfeonistas de San Sebastián han revalidado entre sus paisanos los recientes triunfos de la plaza Porticada santanderina con una misa de réquiem verdiana de primerísima categoría. No sólo el gran coro sino la misma figura de su director, Ayestaran, merecería un estudio detenido por la competencia de su noble oficio, como denominaba Falla al musical, sino en igual medida, por el refinamiento de una sensibilidad musical y acústica fuera de serie.

En un espacio sonoro tan distinto al de la Porticada como es el del teatro Victoria Eugenia, un poco corto de reverberación, y en cuyo escenario el coro queda derríasiado al fondo, el Orfeón Donostiarra y los sinfónicos hamburgueses supieron amoldarse y obtener resultados de extraordinaria belleza. Se escucharon mejor los cuidados pianísimos del Réquiem, la gra,n obra del repertorio de: Frühbeck en la que parece transfigurarse ¡nipulsado por una instintiva identificación con los pentagramas, y apareció en toda su transparencia la magistral textura de la partitura, el juego de la doble polifonía vocal e instrumental o el dramatismo, ligado a la música religiosa medieval italiana, de los más conmovedores solos.

El público hizo objeto a todos los intérpretes de un largo homenaje, como lo había rendido el día anterior al violonista Uto Ughi, protagonista del concierto de Brahms, al director burgalés y la orquesta alemana en sus brillantes interpretaciones del poema Don Juan de Strauss y de El pájaro de fuego, de Stravinski.

Nicanor Zabaleta, el primer aitista del mundo desde hace varias décadas, recibió del alcalde, Ramón Labayen, la medalla de oro de la ciudad en un sencillo acto celebrado el martes en el Victoria Eugenia. Como al Orfeón, a Zabaleta le han reconocido siempre sus méritos sus paisanos y han sabido considerar su arte, que se conserva maduro y circula triunfante por el mundo, cuando Zabaleta ha cumplido sus 80 juveniles y casi deportivos años.

El magisterio de Zabaleta ha dejado y deja larga huella: es, en el arpa, lo que Pablo Casals en el violonchelo o Andrés Segovia en la guitarra: un nombre símbolo, cargado de un prestigio que tuvo que ganar día a día a través de un trabajo incesante y un afán por abrir caminos al instrumentia de su predilección. Recientemente elegido académico de Bellas Artes, Nicanor Zabaleta dedicará su discurso de ingreso a un tema poco tratado como es la espléndida historia del arpa en España, desde los renacentistas hasta el propio Zabaleta.

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