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Joselito causa sensación

Puerto de San Lorenzo / Ortega Cano, Jiménez, JoselitoToros de Puerto de San Lorenzo, con trapío, duros y broncos. Ortega Cano: tres pinchazos y cinco descabellos; la presidencia le perdonó un aviso (silencio); pinchazo y bajonazo (protestas). Pepín Jiménez: media ladeada (silencio); pinchazo hondo trasero bajo y descabello (silencio). Joselito: estocada atravesada que asoma, pinchazo, metisaca y dos descabellos (gran ovación y saludos); pinchazo hondo atravesado, rueda de peories y tres descabellos (ovación y saludos). Plaza de Bilbao, 22 de agosto. Sexta corrida de feria.

Pepín Jiménez y Joselito hacían ayer su presentación en Bilbao. Pepín Jiménez concluyó con más pena que gloria. Joselito causó sensación. A Ortega Cano, que encabezaba la terna, le echaron un rapapolvo. La irrupción de Joselito en Vista Alegre hizo los efectos de un revulsivo, porque devolvió a la lidia toda la belleza que alentó durante centurias, hasta que la empezaron a mangonear los taurinos profesionales. Este renacimiento parecerá positivo -y lo es- pero los taurinos profesionales cuya incompetencia y mediocridad los sitúa en otra galaxia, no se lo van a perdonar. En realidad, ya no se lo perdonan, y dicen "¡menúo! el niño!".

Menúo es, en efecto. En toda la fería -cinco corridas, 30 toros- no se habían visto lancear de capa como mandan los cánones. Figurones y meritorios, todos cortados por el mismo patrón, durante el primer tercio se quedaban por allí, el capote cogido igual que un bacalao, las manos cruzadas a la altura de los pecados. En cinco corridas debieron verse, en teoría, 90 quites, y no hubo ni uno.

Sin embargo, cuando Joselito brindaba la faena de muleta de su debú, el público ya había saltado de sus asientos un montón de veces, aclamado oles, vivido, en fin, toda la emoción de la lidia. A este toro, descarado de cabeza, manso y bronco, lo recibió Joselito con una larga cambiada de rodillas, continuó por verónicas, juntas las zapatillas; y más aún, pues en el embroque aun adelantaba el abdómen con una majeza y un riesgo espeluznante.

Demasiado se arrimó Joselito, pues en uno de los lances el toro le prendió por un costado y volteó de mala manera. Maltrecho volvió a la liza, meció de nuevo la verónica, remató con media de cartel. Luego dibujó un quite por chicuelinas ceñidísimas de delirio. Ortega Cano instrumentó gaoneras, y Joselito se hizo presente para enmendarle la plana con lances a la navarra. Joselito era la sensación. Pero a lo mejor no lo era tanto como el propio toreo, la lidia, argumentada y emotiva y por ello arrebató al pueblo, durante centurias.

En banderillas, que prendió Joselito "asomándose al balcón", continuó el entusiasmo. Y aun en la fanea de muleta, iniciada con una trinchera, un ayudado y un de pecho sensacionales, a pesar de que no pudo ser redonda, pues ni el toro embestía, ni tenía recorrido, ni quíetud la muleta, flameada por el aire. Pero Joselito se arrimaba, agotaba las oportunidades de instrumentar todo tipo de suertes.

Al abrirse de capa en el sexto, el público le tributó una ovación cerrada. A este toro, aún más cuajado y bronco que el del debú, ya no le hizo quites, si bien lo lidió, banderilleó y trasteó de muleta meritoriamente, exhibiendo importantes recursos técnicos.

Sólo el toro que abrió plaza se dejó dar fiesta. Ortega Cano le hizo una faena reiterativa, escasamente inspirada e interminable. Al cuarto, de incierta embestida, lo aliñó, y allí vino el rapapolvo, que no tenía demasiado fundamento. Pepín Jiménez también trasteó brevemente a un toraco reservón, y le afligió la violencia del quinto, un aparatoso cornalón, manso con los caballos, aunque farruco con la infantería. Par de veces ensayó Pepín correr la mano por el pitón derecho y el toro seguía codicioso el engaño, pero al cerrar con el de pecho, le tiró un terrorífico pitonazo. Pepín determinó entonces que los ensayos son para el laboratorio. Con más pena que gloria se fue, mientras a Joselito el público le despedía con una ovación de gala. La afición bilbaína le ha conocido.

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