Las asignaturas pendientes de la democracia
El comienzo de la segunda legislatura del Gobierno socialista es quizá un buen momento para manifestar en voz alta aquellas medidas que nos gustaría que el Ejecutivo tomara en los primeros días de su mandato recién renovado. Se trata de decisiones que, aun sin negar su trascendencia social, son, más que nada, símbolos, puntos de referencia claros de lo que se va a hacer en los próximos cuatro años, hitos que marcarán, sobre todo, el estilo de gobernar en el futuro inmediato.A mí se me ocurre decir, en primer lugar, que ojalá el flamante Consejo de Ministros envíe al Parlamento dos leyes para aprobar de una vez sendas asignaturas pendientes de la democracia española: el caso de los miembros condenados de la extinta Unión Militar Democrática (UMD) y el problema de los militares de la II República. Solugionar estos dos asuntos sería una buena piedra de toque, una muestra de cuáles son las intenciones del Gobierno. El presidente González ha dicho textualmente que hasta ahora se había hecho macropolítica y a partir de este momento debe hacers,e micropolítica. Esta afirmación hay que interpretarla como que la primera legislatura ha servido para arreglar el edificio, reparar sus goteras, poner agua corriente a la casa, construir desagües, levantar de nuevo los semiderruídos muros, y que en la segunda van a ocuparse de los problemas concretos de los ciudadanos, que son, en definitiva, los que permiten apreciar una mejora en la calidad de vida de las personas.
Estos casos son dos rémoras que arrastramos de tiempos pretéritos, desde los momentos negros de la historia de España, afortunadamente ya superados en este momento. Son dos puntos negros que nos recuerdan pasados enfrentamientos entre españoles y una situación de falta de libertades que pasó a mejor vida, ojalá, de manera definitiva y para siempre.
El grito del pueblo
Los militares de la UMD infringieron las leyes vigentes en aquel momento, una normativa dictada por la sinrazón para esclavizar a un pueblo. Su delito tenía como finalidad hacer posible que los españoles tuviéramos una Constitución, viviéramos en un Estado de derecho y se vaciaran las cárceles de presos políticos. El grito del pueblo en el inicio de la transición era: "Llibertat, amnistia i estatut d'autonomia"; pues bien, hay más libertad que nunca en esta piel de toro. Hay estatutos de autonomía para todas y cada una de las nacionalidades y regiones de España. Y en cuanto a la amnistía, la ha habido para todos, menos para estos hombres. Al menos, no son otras que la obligación moral que tiene esta sociedad de reintegrarles a sus puestos de trabajo con el grado y rango que les correspondería si no se les hubiera juzgado y condenado.
En cuanto a los militares de la II República, del único delito que se les puede acusar es de luchar contra el fascismo y no haber podido vencerlo. Este puñado de hombres, octogenarios muchos de ellos, son en estos momentos el único testimonio que indica que la guerra civil aún no ha terminado. No creo que sean muchos los que quedan en este momento, y cada día que pasa son menos. La edad no perdona, y uno a uno se nos van yendo de las manos. La mayoría de ellos está pasando estrecheces econón-úcas, pero lo más grave es que a su edad estos abuelos, que ofrecieron su juventud, su sangre y hasta su vida, viven con la angustia de haber sido durante toda su existencia unos perseguidos por haber perdido una guerra a favor de la democracia, y que ésta, una vez recuperada, les mantiene en una situación de marginados diciéndoles que no puede ser, que son muchos y sus pensiones representan una gran suma de dinero.
Recuperar el honor
Pienso que en esta ocasión, aun siendo la cuestión económica un asunto importante, es lo de menos. Aquí se trata de devolverles la satisfacción de saber que si alguien una vez intentó quitarles el honor, la sociedad, los hombres y mujeres de España y las instituciones que los representan se lo devuelven íntegro, porque ellos lo único que hicieron fue combatir noblemente por los derechos humanos, por la justicia social, por la civilización, el progreso. Hay que proporcionarles la placidez de saber que los demócratas más jóvenes reconocen su esfuerzo y sacrificio. Hay que reintegrarles el derecho a morir en paz.
Hay fuerzas democráticas que han tomado iniciativas en algunos de estos sentidos. Su gesto, aunque se valore en lo que se merece, no pasa de ser puro testimonio. Estos problemas pendientes los tiene que solucionar el Gobierne) salido de las últimas elecciones y el grupo parlamentario que lo apoya. Es una obligación de los ministros socialistas y de nuestros díputados y senadores. Sólo ellos tienen capacidad legal para hacerlo y, están, además, perfectamente legitimados para ello. Pienso que el pueblo español les ha renovado su confianza, más por lo que todavía pueden hacer que por lo que han hecho hasta ahora.
Indudablemente, resolver estas dos cuestiones pendientes creo, que serviría para reavivar unas ilusiones que, aunque vivas todavía, en muchos casos andan un tanto somnolientas. Ver que estos dos problemas se afrontan con valentía y decisión, con justicia y equidad, puede contribuir a incrementar el fuego de la esperanza en aquellos escépticos que creen que el partido socialista quiere, pero no puede, hacer la política progresista que este país reclama.
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