Feliciano Romero Rodríguez, la tenaz resistencia de los militares republicanos
"Lo de Franco con nosotros es indigno de un militar" - "Nos morimos sin conseguir nuestras aspiraciones"
CARLOS YARNOZHa pasado medio siglo sin tropa bajo su mando y, sin vestir el uniforme militar, pero conserva los modos y hasta el típico bigote castrense. "Yo he sido militar republicano al cien por cien". Nació hace 72 años en Navalcán (Toledo). En junio del año pasado, fuertemente emocionado, volvió a vestir el uniforme, ahora con las estrellas de coronel. Feliciano Romero Rodríguez perdió la guerra. En 1936 era alumno de Infantería -compañero de Milans del Bosch- y decidió mantenerse leal al Gobierno. Rota su carrera -"de cualquier manera, hubiera llegado a general"-, el año - pasado consiguió el empleo de coronel y una pensión de 118.000 pesetas.
Con 18 años ingresó el Ejército. como voluntario en el Regimiento León número 2 y, dos años más tarde, inició la carrera militar en la academia de Toledo, en compañía entre otros, de Milans del Bosch ("sí, el golpista"). Durante la con tienda, y como mayor o comandante de Estado Mayor, fue jefe de operaciones del XVII Cuerpo de Ejército (el Ejército de Levante) Ahora, como presidente de la Asociación Benéfica de Profesionales Retirados de la República, persigue la rehabilitación de sus corrí pañeros y prepara varios libros so bre militares republicanos.
Larga represión
Pregunta. ¿Cómo fue tratado tras la guerra? Respuesta. Ha habido una represión tan larga y tan intensa en el tiempo que lo ocurrido con nosotros es un caso único en la historia. En las guerras carlistas, por ejemplo, los vencedores fueron tratados con dignidad. Lo que hizo Franco con nosotros, tratando así a compañeros, es ignominioso, indigno de un militar.
P. ¿Dónde estaba cuando estalló la contienda?
R. Como Toledo se había sublevado, me presenté en mi regimiento en Madrid. Como sargento, me encuadraron en la segunda brigada mixta que mandaba Martínez Aragón, con cuartel en el Clínico. Allí estuvimos manteniendo combates durante siete u ocho meses. Ya en la primera de 1937, combatí en la Casa de Campo; en julio del 37, en Brunete; y en el Ejército de Levante hasta que llegaron al mar los nacionalistas.
P. ¿Recuerda los olías siguientes al final de la guerra?
R. Primero estuvimos presos en un cuartel de Cuenca y luego nos llevaron a un campo de concentración en Santa María de Huerta. Allí lo pasamos muy mal, porque nos hacían formar a los militares profesionales cada vez que venía alguien de los pueblos a buscar a determinada persona que había matado a algún familiar suyo. Y claro, a un militar profesional, ponerlo en la fila para que lo busquen como criminal... A nosotros nos indignaba. Y que lo hicieran antiguos compañeros nuestros...
P. ¿No hubieran hecho ustedes lo mismo de haber ganado?
R. Nosotros, militares profesionales, jamás. Al militar profesional que sabíamos era facha, jamás le delatábamos ni hicimos nada contra él. Y sólo por compañerismo. 'No te quedes ahí, porque van, a por tí y te van a dar el paseo', les advertíamos. Yo mismo tenía un tío de teniente en la escolta presidencial -Luciano Romero, de Caballería- y el comité político de la escolta lo clasificó de desafecto a la República. Entonces, mi tío se vino a mi casa y estuvo allí, camuflado, durante toda la guerra.
P. ¿Cómo intentó rehacer su vida tras la guerra?
R. Ahí empezó la cosa. Estuve año y medio en la prisión militar de Huesca, en el castillo de San Juan. Después, y durante dos años y medio, tuve que presentarme cada quince días en la, comisaría. A los cinco años, hubo rescisiones de empleo, me pusieron 30 años, me los dejaron en doce y... luego vino el indulto y me absolvieron. Entonces empecé a dar clases particulares en mi domicilio. Luego, del 60 al 70, me fui a Francia a trabajar, porque aquí yo no veía ambiente.
P. ¿Tuvo relación con antiguos compañeros del bando nacional?
R. Pues no, con compañeros franquista! no. Hubo algunos compañeros míos que fueron generales y yo no los trataba, porque, claro, yo sabía que no me iban a recibir muy correctamente. Entre ellos estaba Milans del Bosch -sí, el golpista, aclara- Me -acuerdo que Milans, como nieto e hijo de generales, era un chico creído de que podría llegar hasta donde fuera. No se portaba mal, aunque acusaba siempre la idea ole la cosa derechista; eso es natural.
P. ¿Qué sensación tenía al acabar la guerra?
R. Primero, me sentí totalmente marginado por la sociedad y por el estamento oficial. Eso, por descontado. Yo no podía ir a ningún sitio, ni presentarme a ninguna oposición. Yo había sido expulsado del Ejército.
P. Y qué pensaba al recordar que eso le ocurría por haber mantenido fidelidad al Gobierno legal?
R. En el fondo, en el alma, nosotros teníamos la satisfacción de haber cumplido con nuestro deber, pero había una opresión que no nos dejaba respirar.
P. ¿Llegaron a perder la moral?
R. No, porque la causa que habíamos defendido era justa. La fé que manteníamos era casi fanática, porque era tan injusto lo que nos habían hecho que nosotros nos defendíamos con esa fé y esa resistencia.
P. ¿Qué supuso para usted la amnistía de 1976?
R. Nos pareció muy corta, porque no nos reconocían empleos ni haberes. Sólamente quedábamos exentos de un supuesto delito, cuando nosotros no habíamos cometido delito alguno. Que se la den (la amnistía) al que ha quebrantado el estado de derecho. ¿De qué nos iban a amnistiar?
P. ¿Cuánto cobra como coronel retirado?
R. Unas 118.000 pesetas líquidas, que es el 90% del sueldo en activo.
P. El reconocimiento a ustedes, republicanos, les ha llegado ahora, con la Monarquía.
R. A nosotros nos gusta el régimen que el pueblo elija, cualquiera que sea, siempre que defienda la democracia, la libertad y los derechos humanos. Nosotros queremos que el Ejército de España sea siernpre uno, un solo Ejército en el que no entre la política.
P. ¿Qué echan ahora de menos?
R. Que no haya ningún general de la República. El máximo grado que se nos ha reconocido es el de coronel. Hubo jefes nuestro que en la guerra mandaron grandes unidades y creemos que ahora debían ser generales, retirados o honoríficos, pero generales. A un Vicente Rojo, que no se le reconozca ahora el generalato, no nos parece digno. Rojo era un profesional, un auténtico patrimonio del Ejército español ya antes de la guerra.
P. ¿Aspira ahora a ser general honorífico?
R. Pues sí. Tengo derecho a pedir la Cruz de San Hermenegildo por haber sido un militar sin tacha, y así conseguiría un empleo superior. No es que suponga nada, pero por lo menos me quito esta punzada que tengo de que ningún coronel de la República pueda ser general. Eso yo no lo permito ni lo consiento.
Asustado con el uniforme
P. ¿Qué sintió al vestirse otra vez de coronel?
R. El uniforme me lo hice hace un año y medio. Estaba muy contento. '(Estaba asustado', apunta Marciano Herrero, 68 años, otro militar de la República que le acompaña durante la entrevista). Me sentaba bien el uniforme.
P. ¿Le apetece ponerse el uniforme para asistir, por ejemplo, a una boda?
R. Pues sí, en actos sociales sí.
P. ¿A qué acto le gustaría más asistir de uniforme?
R. A una audiencia con el Rey. No ya porque nos reconocería como militares, sino porque, hasta ahora, no hemos tenido ocasión de participar en un acto de lealtad a este régimen.
P. ¿Esperan conseguir todavía ese tipo de aspiraciones?
R. Lo que ocurre es que nos están dando largas y nos vamos muriendo sin conseguir la satisfacción moral que pretendemos.
P. ¿Qué trato reciben de los mandos militares actuales?
R. Se nos trata muy correctamente. Alguno se ha quejado, pero es que también hay que saber tratarles. Durante mucho tiempo, los militares nos han tenido como malditos. Ahora, en cualquier cuartel de los tres ejércitos nos reciben Con verdadero afecto.
P. Los militares republicanos han conseguido su rehabilitación precisamente con la Monarquía. R. Yo creo que ha sido el impulso del pueblo el que lo ha conseguido. A nosotros, que somos servidores del pueblo, nos parece muy bien que, si la monarquía es democrática y respeta la voluntad del pueblo, nosotros respetamos la monarquía y, por tanto, la voluntad del pueblo.
P. ¿Ha tenido la sensación del perdedor?
R. Muchos la han tenido. Yo no. La fé de la legitimidad y de la lealtad la ha mantenido intacta siempre. La seguridad de que uno ha sido leal ha cumplido con su deber es la que a uno le ha mantenido vivo. Yo siempre me he considerado un resistente. Pero la idea de la revancha ni la tengo ni la he tenido jamás.
P. ¿Cuál es su objetivo fundamental ahora?
R. Conseguir que esa división que hubo en el Ejército y, por tanto, en la sociedad, no vuelva a ocurrir más.
"Soy Julito"
"Un día, hace poco" cuenta el hoy coronel Feliciano Romero, "fui a Defensa a ver al coronel Del Río y me preguntó":-"¿No será usted el hijo del secretario de un ayuntamiento cerca de Talavera?"
-Pues sí
-¿Y era usted alumno de la academia antes de la guerra?
-Sí
-Pues el general Sánchez Pérez, del Consejo Supremo de Justicia Militar, me ha dicho que es amigo de sus padres y quiere darle un abrazo.
Fui a verle y me dice:
-¿No te acuerdas de mí?
-Pues no me acuerdo
-Yo soy Julio, el hijo del brigada jefe de la caja de reclutas de Talavera de la Reina.
"Claro, su padre se veía mucho con el mío y resulta que el ahora general iba a mi casa a las fiestas del pueblo. Yo solía ir al baile vestido de uniforme y él, entonces con siete años, me admiraba y tambiém quería ser militar. Él es del Ejército nacional, del Ejército de Franco, pero es una persona correctísima y me ha llamado para verle".
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