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FERIA DE VALENCIA

Demasiado mimo

ENVIADO ESPECIALLos hijos de los influyentes papás toreros comparecieron en Valencia entre algodones. Demasiado mimo. Podrán aducir los papás que en Pamplona, hace un par de semana!;, ya pasaron sus vástagos el mal trago de una novillada bronca, seria y astifina y que la de ayer podía ser una compensación. Bueno, pero los hijos de los influyentes papás toreros tenían demostrado, desde Pamplona, que no necesitan tanto mimo, pues poseen valor, pundonor y recursos.

Los hijos de los influyentes papás toreros no necesitan novillitos de peluche para. demostrar su torería ni se los van a admitir en plazas donde haya un mediano rigor, case, que no es el de Valencia. En plazas donde haya me diario rigor en los reconocimientos de las reses la autoridad no habría aceptado ni un novillo de los de ayer. Cinco de ellos, por su insignificancia e invalidez manifiesta; el cuarto, por su intolerable cornamenta, brocha, escasa roma, machacada y polvorienta.

Guateles / Lozano, Litri, Camino

Tres novillos de Los Guateles; 22, 42 y 62, de Jandilla: sin trapío, inválidos y pastueñitos. Fernando Lozano: estocada (oreja); pinchazo y estocada ladeada (oreja). Litri :tres pinchazos y otro hondo (ovación y saludos); pinchazo, otro muy tendido, media atravesada y rueda de Nones (vuelta). Rafi Camino: estocada (oreja y dos vueltas); este cada baja y dos descabellos (oreja). Lozano y Camino salieron a hombros. Plaza de Valencia, 26 de julio. Cuarta corrida de feria.

Ese novillo intolerable resultó una babosilla con la que se recreó Fernando Lozano. Lozano es un novillero recio que interpreta la verónica con largura y sentido de la ligazón y el toreo fundamental de muleta asentando bien las zapatillas en la arena y mandando en todos los tiempos de la suerte. A su primero, tipo anchoa, le hizo un buen quite por gaoneras, al que dio réplica Litri con otro menos toreado, aunque más ceñido, pues estos hijos de papá también tienen de bueno que no se dan cuartel.

Funcionaron los genes en la tarde mimosa de ayer y los tres toreros ofrecían réplicas de los estilos paternos. Falta saber si fue por herencia, por escuela o por simple imitación. Es el caso que Fernando Lozano recordó la muleta de Castilla (la del padre, Pablo Lozano) cuando sacó al novillejo hasta la mismísima boca-riego con hondos ayudados. Después toreó bien en redondo. Al cuarto aún le torearía mejor al natural. Sin embargo en ambos casos pegó tantos pases que llegó a impacientar no sólo al público, sino también a los novillitos, a pesar de que eran santos.

Los influyentes papás toreros deberían advertir a sus hijos que las faenas, cuando están hechas, hechas están. A veces, una docena de pases -bien ejecutados, bien ligados- hacen faena. El resto ya son sobras. Los compañeros de Lozano incurrieron en la misma incontinencia reiterativa. Rafi Camino, entre la selva derechacista del proceloso destajo, consiguió muletazos de una largura, una acabada técnica y una belleza que causaron sensación. Fue, por añadidura, el más inspirado de los hijos de papá -con los novillos de peluche, claro- e improvisó recortes y remates de acabada torería.

Litri insistía en los temerarios litrazos que dieron fama al padre de la criatura. Hacían recordar al padre, cierto, pero le restaban personalidad y éste es demasiado precio para quien desarrolla una actividad artística. Litri hijo tiene una personalidad que no ha de ser forzosamente la del padre; un temperamento arrollador, un valor inquietante, genio y figura. Estas virtudes, puestas al servicio del toreo, pueden convertirle en una figura importante; puestas al servicio de un modelo estereotipado, le convierten en un neófito sin identidad, que pierde el sentido de la lidia y hasta de su propio cometido en la plaza. Ayer, cándidos novillitos le robaban los terrenos, le arrebataban los engaños. Cuando se trata de torear, el torero manda; cuando de atropellar la razón, manda el toro. El toro siempre será más bestia, aunque lo saquen mimoso y de peluche.

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