Del documento al poema
El autor de esta producción francesa es un joven cineasta argelino, afincado durante muchos años en París y hasta ahora completamente desconocido en España.En Francia asomó con alguna notoriedad al publicar allí una novela, Le thé du harem dArchimède, cuya al parecer muy fiel traducción a la pantalla es también obra suya, hecho poco frecuente en cine, donde raramente el autor de un relato literario alcanza el despego de sí mismo que le permita llevarlo de manera convincente al cine sin incurrir en vicios derivados del exceso de autoría, como la complicidad y el ombliguismo, que suelen ser las antesalas de la opacidad.
Lejos de esta opacidad, Charef ofrece en su filme un alarde de transparencia. Es un filme de rara limpieza, muy directo y adornado de una hermosa simplicidad, tanto en la definición, muy precisa, de tipos y de ambientes como en la cadencia sobre la que discurre la mínima y honda aventura humana narrada en el filme. Éste, que parece a primera vista todo un agrio documento social sobre la miseria de los guetos argelinos de París deriva a medida que transcurre, y sin dejar de ser nunca tal documento, en un inesperado monumento lírico.
El té del harén de Arquímedes
Director y guionista: Medhi Charef. Música: Karim Kacet. Fotografía: Dominique Chapuis. Producción francesa de Costa-Gavras, 1985. Intérpretes: Kader Bourkhanef, Rémi Martin, Laure Duthilleul, Saida Bekkouche, Nicole Hiss. Estreno en Madrid: cine Rosales.
El fondo sin duda autobiográfico del relato despierta, siempre por la vía indirecta -lo que da complejidad al filme- delicadas resonancias poéticas dormidas en su áspera piel de testimonio de una miseria. Y la. seca y dura película se eleva sin esfuerzo aparente a alturas imaginativas que sin dejar de ser a su vez deudoras de aquel documento lo ennoblecen.
La película, avalada por el nombre de Costa-Gavras, tiene poco que ver con el cine de éste y está mucho más próxima a la herencia de François Truffaut que a la escuela del autor de Desaparecido. Filme sobre la miseria, es al mismo tiempo amargo y dulce, con torpezas de primerizo dentro pero también con elegancia y sentido de la emoción, que hacen de él un canto; en concreto un doloroso y tierno canto de amor y supervivencia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.