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Juan Pablo II regresa a Roma tras una jornada de 36 horas

Juan Arias

Juan Pablo II llegó ayer a las dos de la tarde a Roma tras una jornada que duró 36 horas ininterrumpidas desde su salida, el lunes casi al alba, de Cartagena de Indias para dirigirse primero a Barranquilla y después a la isla caribeña de Santa Lucía -apellidada antiguamente la isla de las Hienas-, y en seguida al avión para Roma.

El Papa debió de dormir sin despertarse hasta que el jumbo de Avianca llegó a Roma, puesto que no vino a saludar y a conversar con los periodistas como ha hecho otras veces al regresar de sus viajes intercontinentales. También pudo deberse al hecho de que prefirió evitar posibles preguntas comprometedoras sobre la expulsión del obispo de Nicaragua, por él tan duramente condenada, y sobre la guerrilla colombiana.

Se limitó, por tanto, a saludar a través de un altavoz del avión para "agradecer el trabajo nada fácil", dijo, "de los informadores". Y agradeció también públicamente la ayuda que le había prestado durante el viaje el secretario de Estado, el cardenal Agostino Casaroli. El gesto fue considerado especialmente significativo porque, durante la permanencia del Papa estos días en Colombia, la Prensa más conservadora de aquel país había publicado con grandes titulares que el arzobispo de Medellín, cardenal López Trujillo, gran enemigo de la teología de la liberación, podría suceder tras este viaje a Casaroli.

En las escalerillas del avión en la pequeña isla de Santa Lucia, con su serenidad habitual y su fino sentido diplomático, que le han convertido en el personaje vaticano más apreciado después del Papa, el propio cardenal Casaroli comentó: "Yo estoy siempre dispuesto a ir donde el Santo Padre guste mandarme". A una pregunta de EL PAÍS al respecto, el sustituto de la secretaría de Estado vaticana, el arzobispo español Eduardo Martínez Somalo, respondió riendo que por ahora se trata sólo de una simple aspiración.

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