Tiempos de prosperidad
Si el pop cotizara en bolsa, podríamos afirmar que los sintetizadores están en baja y que las guitarras muestran tendencia alcista. Aunque Tocata siga programando todo grupo tecno o muñeco discotequero que se ponga a tiro de Prado del Rey, soplan vientos puristas y, se reivindican viejas virtudes. Se reciclan éxitos del pop español de los sesenta, se sueña con el salvaje Oeste, se desempolvan el sonido garaje y la psicodelia como puntos de referencia. Como proclama el lema de una revista musical, son "tiempos de rock and roll'.
En la nueva onda militan lobeznos de nombre desafiante -Desperados, Los Mestizos, 091, Los Negativos, Orgullo de España, La Resistencia, 6:16- junto con bandas con historia: Mermelada, Elegantes, Burning, Loquillo, Desechables, La Frontera. Aquí cabe temer que se im ponga el facsímile de modelos anglosajones, aunque existen personajes (Sabino Méndez, el compositor de Los Trogloditas) que saben enhebrar belicosas historias del aquí-ahora, sin con cesiones a los espejismos norteamericanos.
Frente a las brigadas de los vaqueros y la cerveza, fanáticas y exclusivistas, los grupos primorosos que llevan ropas con firma y aspiran al éxito rápido. Mecano sigue oscilando entre la trivialidad y la brillantez, víctima de un éxito vertiginoso que le ha obligado a crecer bajo los focos. Sin embargo, tiene bastante más peso específico que la caterva de seguidores -en muchos casos, con pasaporte valenciano-, que exhiben una pavorosa trivialidad. Las legiones del tecno han visto últimamente invadido su territorio habitual -adolescentes festivas- por agrupaciones muy diferentes. Los Hombres-G han arrasado con un lenguaje coloquial y una pose de niños bien con tendencia al gamberreo. El reinado de su pop elemental no ha impedido la resurrección de proyectos austeros e intensos, como Nacha Pop, que ha vuelto a recuperar al gran público con una producción flamante. Por el contrario, propuestas más cargadas de intencionalidad artística, como La Mode, La Unión o Pop Decó, han naufragado.
Podría extraerse la pesimista conclusión de que el pop español sólo funciona cuando hay una carga de ñoñería o una astuta política de captación de la mayoría. Pero la estrechez del mercado no impide que broten saludables iniciativas que nacen con la intención de dirigirse especialmente a unos sectores reducidos. Así, el punk erizado y chirriante sirve para transinitir mensajes de alienación; cuando la audiencia receptora es lo bastante amplia, brotan fenómenos como el del rock radical vasco. Ocurre igualmente con el rock duro, que también cuenta con artistas -Ramoncín, Rosendo- cuyo poder de convocatoria supera al núcleo de adictos a las guitarras machacadas.
A vista de pájaro, el pop de ahora mismo es un archipiélago de fronteras poco nítidas. Y sería injusto no levantar acta de la existencia de islotes de formas inusitadas. Por ejemplo, el de los cantautores electrificados, con Joaquín Sabina como portaestandarte, que compensan la tendencia nacional al grupismo, en detrimento de los solistas. Los combinados de rock y formas afiamencadas, eterna tierra de fricción que siempre amenaza dar algún susto gozoso. La franja de guerrilleros de la electrónica, que, tras funcionar mediante casetes, empieza a emerger con sellos propios (Esplendor Geométrico, Uvegraf). Y los indefinibles: desde Clónicos hasta Mar Otra Vez, pasando por Derribos Arias, M-ak, Finis Africae o las delicadas diabluras que publica El Cometa de Madrid. Todos ellos enriquecen una Polinesia que, felizmente, no se acaba con Los 40 principales.
Grandeza en ciernes
En una selección de aspirantes con futuro se podrían incluir a Los Coyotes, Aurelio y los Vagabundos, Esclarecidos, Alberto Comesaña y Ciudad Jardín.
Lenta, muy lentamente, Los Coyotes van consolidando un embriagador mestizaje de rock y ritmos criollos. Les falta un punto de profesionalidad y fortuna a la hora de traspasar sus canciones al vinilo. Las canciones de Aurelio Morata (Aurelio y los Vagabundos) reinciden en una temática manida -historias desgarradas de la calle-, pero sustentadas por melodías y arreglos memorables. Esclarecidos hacen un lirismo noctámbulo de alto calibre. Su amateurismo -no pretenden vivir del grupo- pone un interrogante en sus perspectivas. Alberto Comesaña, el misionero del porno-pop con Semen Up, tiene tablas, audacia e imaginación, combinado poco frecuente en elpop nacional. Ciudad Jardín realizan música seca para letras de perversa simplicidad que plantean problemas políticos y sentimentales. Queda por ver si el respetable se mostrará más receptivo que ante otros irritantes (Glutamato Ye-Yé).
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