La euforia cultural se olvida de la infraestructura
La ley del Patrimonio y el decreto del Cine son las aportaciones legislativas del cuatrienio
El Ministerio de Cultura del Gobierno socialista ha vivido durante estos cuatro años contagiado por la euforia que ha hecho parecer que este país vive un renacimiento cultural irreversible. Subyace a ese sentimiento la constancia de que la infraestructura cultural, que en algunos casos ha sido mejorada con el concurso del dinero de los municipios y de las autonomías, es ínfima, propia en algunos casos de una cultura subdesarrollada. La ley del Patrimonio Histórico, nacida para revitalizar el mercado del arte y defender la riqueza artística colectiva, y el decreto del Cine, de apoyo al cine español, son el bagaje legislativo de esta gestión.
Javier Solana, ministro de Cultura, fue muy gráfico cuando explicó a los periodistas, hace un mes, con ocasión de los balances de gestión presentados por el PSOE, cuáles eran las cosas que el Gobierno se había dejado en el tintero en materia cultural. "Me duele como gobernante que no haya una estructura mejor de conservatorios. Hubiéramos querido hacer una reforma en profundidad de las enseñanzas artísticas. Quizá, como ministro de Cultura, no he alentado lo suficiente para que eso se haga". Solana tomó como ejemplo la situación de los conservatorios, pero pudo haber seguido con las restantes disciplinas.El país que organizó Europalia, que rescató La marquesa de Santa Cruz y que se ha convertido en una de las capitales del mundo del arte de vanguardia no ha tenido, hasta ahora, bedeles para abrir la Academia de Bellas Artes, que es la segunda pinacoteca del país y que esta semana, por fin, podrá ser visitada por los ciudadanos. El país que ganó un oscar e inventó la manera de darle al Estado la capacidad de intervenir, con su dinero, prácticamente en todas las películas de factura nacional, carece de una escuela de cine, y ha visto la desaparición paulatina de las salas de las pequeñas poblaciones; también asiste a la paradoja de haber alimentado la creencia de que sólo es posible la industria del cine con la tutela del dinero público. Ha sido quizá la ayuda al cine, articulada a través del decreto Miró, la medida, en todo caso, más aplaudida de la gestión del, ministerio.
La lista de los contrastes es prolija, porque éste ha sido el país que ha concentrado en sus escenarios a los principales exponentes de la vanguardia internacional en festivales de alto presupuesto, y, al mismo tiempo, se ha mostrado incapaz de crear una red de teatro público que garantice la descentralización; además, empeñado en revitalizar el teatro, puso en marcha la idea de los teatros concertados, y así ha cubierto la cartelera de estrenos oficialmente aceptados. España ha tardado siglos en tener una compañía de teatro clásico, pero desde este año la tiene; Cultura se propuso disponer de un Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas, y lo tiene, aunque la crítica considera que debajo de la denominación hay poca cosa más.
Gratuidad de los museos
También ha sido capaz este país de mostrar una de las mejores antológicas de Cézanne que se han visto en Europa, al tiempo que se despertaba de una grave crisis habida en el lugar donde se celebraba la propia exposición, el Museo Español de Arte Contemporáneo; los directivos de ese museo permitieron, a finales de 1983, la realización de un desfile de modas que puso en riesgo la conservación de las pinturas y admitieron haber comprado obras de arte por valor de 300 millones sin la fiscalización de la autoridad competente.En enero de 1983, para inaugurar una etapa que ha sido de efectiva participación popular en el acontecimiento de la cultura, el Gobierno socialista dictó la gratuidad de los museos. La medida fue bien recibida por todos, menos por los responsables de los propios museos, que viven una grave carencia de personal; una crisis que hace que salas como el Prado, por citar la principal pinacoteca del país, que también estrenó autonomía y ampliación en esta etapa, estén desprotegidas durante las frecuentes avalanchas de público.
El ministro de Cultura citó en su balance el caso de los conservatorios porque quizá es el más sufrido y el menos espectacular. En España estudian en conservatorios 250.000 alumnos; el 5% termina sus estudios; en 10 años, esos centros de estudio musical sólo han producido seis títulos superiores de instrumentistas de cuerda.
El gran auge público que ha tenido la ópera, por ejemplo, tiene su contraste correspondiente: España tiene los mejores cantantes, pero no dispone de una sola compañía estable de ópera. El Liceo de Barcelona ha estado en plena crisis y el Estado ha tenido que recurrir a salvarlo. La música española no se estrena, o se estrena en el extranjero, y el Ballet Nacional baila con música grabada.
Ha sido en la música, sin embargo, donde el Gobierno ha parecido poner un énfasis más a largo plazo, porque ha iniciado una política de creación de auditorios en seis puntos de España y se ha empeñado en la restitución de teatros que estaban cerrados.
En el mando de la lectura las estadísticas siguen siendo tozudas: el 54% de los españoles ni siquiera lee un libro por año y nueve de cada 10 españoles desconoce que existen en su entorno las bibliotecas públicas. En este terreno, además, el Gobierno ha terminado su misión dejando abierta una polémica con editores y autores, gravados con unos impuestos que, en definitiva, gravan también la propia difusión del libro. La Biblioteca Nacional, que podría ser el símbolo de la gestión bibliotecaria española, tiene clasificados sólo 5.000 de sus 23.000 manuscritos; en su sección de bellas artes, por ejemplo, sólo trabaja un titulado. Solana ha anunciado la reforma y ha presentado el proyecto de una Biblioteca Nacional de Préstamo.
La gestión de la cultura ha gana do en cifras: Cultura pasó de tener 42.229 millones de pesetas en 1982 a disponer de 80.849 millones en 1986; en 1983, Cultura se gastaba el 76% de su presupuesto en servicios burocráticos. Tres años más tarde, se han invertido los términos: el ministerio gasta el 65% de su dinero en servicios culturales. El líder de la oposición, Manuel Fraga, reprochaba el pasado sábado al Ejecutivo, en EL PAÍS, el sentido de ese gasto, y señalaba que este país necesita más "una política de infraestructura cultural que una política de subvenciones".
El Gobierno socialista participó prácticamente en todas las iniciativas espectaculares. Ha inaugurado también centros de arte, como el Reina Sofía, en Madrid, que se abrió al filo de la actual campaña electoral, y el Museo Arqueológico de Mérida, que se presenta como una joya en su género. Mientras, ha cuidado tanto la fachada que la impresión que existe al final de la legislatura es que todavía no ha comenzado a producirse el equilibrio que Solana citó como objetivo final de su gestión.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
- LPHE
- Ministerio de Cultura
- Javier Solana Madariaga
- II Legislatura España
- Gobierno de España
- Presidencia Gobierno
- PSOE
- Legislación española
- Legislaturas políticas
- Ministerios
- Gobierno
- Administración Estado
- Partidos políticos
- España
- Administración pública
- Legislación
- Política cultural
- Política
- Justicia
- Patrimonio histórico
- Patrimonio cultural
- Cultura
- Arte