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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La presencia de Carreras

Quizá no sea el papel de Canio el más adecuado a las características del tenor José Carreras, pero la presencia de éste en el escenario era el principal motivo de interés en la reposición de Los payasos, de Leoncavallo. Carreras nunca decepciona, pues hace arte grande y puro en cualquier caso dentro del lirismo que mejor le va o internado en el dramatismo casi tremendista de pasiones, celos, vida, muerte y representación que condensó Leoncavallo en su única ópera perdurable. Mereció y escuchó Carreras muchos bravos.En aquel año de 1892 no sólo se estrenó Los payasos en Milán, Berlín, Viena y Madrid, sino también dos grandes títulos rusos -MIada, de Riniski, y Yolanda, de Chaikovski-, otros dos italianos -La Willy, de Catalini, y el Colón, de Franchetti-, uno francés -Werther, de Massenet, que vio la luz en Viena- y otro español -Garin, de Tomás Bretón- El triunfo de Los payasos fue decisivo y la nueva opera, ingresó en el repertorio, generalmente formando mellizaje con Cavalleria rusticana, de Mascagni, quiza por coincidencia de estética, conveniencias de duración e identidad de navajeo.

I pagliacci, libro y música de R

Leoncayallo. Il campanello, de DonizettiIntérpretes: José Carreras, Ilona Tokody, Carlos Chausson, José Ruiz, Vicente Sardinero, Paloma Pérez Iñigo, Ifigenia Sánchez, Enric Serra. y Pablo Cano. Coro y orquesta titulares de la Zarzuela. Directores: José Perera y Jogé Collado. Director escénico: Emilio Sagi. Escenografía: Llorenç Corbella. Figurines: Pepe Rubio. Producción del teatro de la Zarzuela. Madrid, 4 de junio.

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El juego teatral de esta crónica negra consiste en un tradicional el teatro dentro del teatro, en los actores como hombres y en el tan cultivado sentimentalismo del payaso con su alma en su almario y su drama en su dramario. Todo lo cual fue hábilmente aprovechado por Leoncavallo para desencadenar unos procesos melódicos tensos, incluso en demasía, algunas alusiones popularistas muy bellas y una temperatura orquestal, más que brillante, verdaderamente in teresante. Zarandeó la sensibilidad del espectador, y como el espectador no asiste al teatro para practicar el dontancredismo de la impasibilidad, desde Shakespeare a Sautier Casaseca, el triunfo fue total y todavía permanece. Basta echar una ojeada a la discografia que ofrece el siempre bien confeccionado libro-programa para medir la popularidad, de la ópera de Leoncavallo a través de una treintena de registros efectuados entre 1908, con el dirigido por el compositor, hasta 1984, fecha del protagonizado por Plácido Domingo.

No estuvo solo Carreras en su triunfo, pues la doblemente atractiva húngara Ilona Todoky, una belleza como mujer y una fascinación como voz y estilo de canto, hizo una Nedda de primera categoría, en tanto Carlos Chausson lució su gran clase en el malvado Tonio y Vicente Sardinero volvió a mostrar la nobleza de su condición artístico-musical en Silvio. Bien los coros, y si no perfecta sí convincente y plena de sonoridad la orquesta, llevada con voluntariosa expresividad por José Collado, actual director general de la Opera de Karlsruhe.

Completó el programa una deliciosa operita bufa de Donizetti, Il campanello, cuya interpretación general fue plana y sin él picante rossinismo que impulsan sus pentagramas. Al lado del nivel interpretativo de Los payasos, el complemento echó un poco de agua al vino: el público se aburrió durante un rato, lo que supone una incongruencia en el caso de una pieza bufa cuya intención no es otra sino la del divertimento.

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