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La leucemia amenaza a las víctimas de Chernobil, según un médico israelí que trató a los afectados por el accidente

El médico israelí Yasir Reisner, dé 38 años, biofísico especialista en trasplantes de médula espinal, que permaneció dos semanas en Moscú para colaborar en el tratamiento de las víctimas de la catástrofe nuclear de Chernobil, declaró ayer, en una conferencia de prensa celebrada en Tel Aviv, que "es imposible prever cuántas de las personas que han sufrido el efecto de las radiaciones nucleares en el accidente sufrirán leucemia dentro de meses o incluso años". "Lo ignoramos" añadió, "porque no sabemos la intensidad de las radiaciones. Todos deben someterse a exámenes, permanentes".

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Cuando se produjo el accidente en la central soviética (el 26 de abril), Reisner se encontraba en Nueva York, donde efectuaba investigaciones en el Sloan-Kettering Institute for Cancer Research. "Aterricé en Moscú con mi pasaporte israelí, sin visado. Esto no planteó ninguna dificultad. Los colegas soviéticos nos esperaban en el aeropuerto. Su cortesía y cooperación fueron ejemplares", señala.El especialista israelí ha efectuado trasplantes en 19 enfermos soviéticos. En su opinión, otros 3 5 están seriamente afectados y nuevas muertes -tal vez una decena- pueden agregarse a las nueve vírtimas mortales reconocidas hasta ahora por la URSS. En total, 21,99 afectados se encontraban en los hospitales cercanos a Moscú.

"Ninguna nación, ni la URSS ni los países occidentales, está preparada sanitariamente para tratar, de manera rápida y eficaz -y la rapidez, en este caso, es un factor vital- a las víctimas de un accidente nuclear", afirma Reisner. El médico recalca "la importancia decisiva" de poder determinar los tipos sanguíneo y cutáneo de los pacientes y de los donantes. Su recomendación es que cada persona lleve, en todo momento, una placa que especifique sus tipos sanguíneo y cutáneo.

¿Es partidario Reisner de instalar en Israel centrales nucleares para la producción de energía eléctrica? El médico israelí guarda un silencio algo embarazoso. Visiblemente, Reisner, miembro del Instituto Weizmann, prefiere no pronunciarse sobre un asunto tan delicado, tan explosivo, que está siendo objeto de una viva polémica política y científica en Israel.

El primer ministro israelí, el laborista Simón Peres, apasionado defensor del progreso tecnológico y científico, está a favor de la compra de al menos dos reactores en Francia. Sus seguidores en el mundo científico y económico aducen los argumentos ya conocidos: una energía más barata, no contaminante, teóricamente ilimitada y que liberaría a Israel, de la dependencia del petróleo. Los argumentos de los opositores son también conocidos: el riesgo de accidentes cuyas repercusiones (amplias zonas inhabitables durante años y peligros genéticos para generaciones futuras) son imprevisibles y pueden llegar a ser fatales. A. ellas se añaden los peligros suplementarios, específicamente israelíes. Una nube radiactiva debida a un accidente local contaminaría no sólo su territorio, dado lo limitado de la extensión de Israel (unos 20.000 kilómetros cuadrados), sino también los países cercanos, como Jordania, Líbano y Siria. Además de para la importación de materia fisible o de carburante atómico, Israel dependerá totalmente del extranjero para deshacerse de los residuos atómicos. Finalmente el riesgo de ver un reactor bombardeado como objetivo de un sabotaje es real y muy alto para un país en guerra como Israel.

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