"¡Ramón, Ramón!'
La sexta jornada de conciertos en el llamado rockódromo comprendió el cartel más completo de los celebrados hasta la fecha. Rockeros de signo diverso ocuparon la escena ante el júbilo popular más creciente a medida que progresó la fiesta.Desperados, en su etapa inicial y Mermelada y Ramoncín, en el esplendor de sus diferentes pero muy experimentadas carreras, tocaron con ganas y lograron comunicar. Desperados se propusieron desde el principio no perder el ritmo entre tema y tema, no dar respiro a la audiencia.
Así, ofrecieron canciones rápidas, fuertes y muy breves con ráfagas espectaculares del solos guitarreros de Guillermo Martín, un músico con nervio y talento, o de armónica y saxo de Javier el Moro.
Desperados, Mermelada y Ramoncín
Concierto de Desperados (55 minutos), Mermelada (54. minutos) y Ramoncín (118 minutos). Auditorio de la Casa de Campo. Madrid, 15 de mayo.
Fernando Martín arriesgó con su voz, bien ayudado de unos coros que esta banda sabe trabajar. Hacen rock and roll blanco con ligeros apuntes del country-rock ahora renacido y se atreven a recrearse en piezas de los Stones o Lou Reed. Su apuesta es clara, no se esconden y sólo necesitan que sus melodías se conozcan.
Mermelada, afiliados años y años el blues y su desarrollo en rock, sonaron y vibraron como nunca. Javier el Moro superó en la armónica su actuación anterior y llegó a arrojarse ebrio de rock al suelo, en medio de fases de solos contestados por las palmas de los asistentes. Se combinaron en las voces y en los instrumentos se divirtieron.
"¡Ramón, Ramón!", gritaron miles y miles de seguidores que reclamaban de nuevo la presencia de quien fue y es Ramoncín, voz, trovador urbano, artista y ahora actor que una vez soñó en ser él mismo.
Ramoncín es hace tiempo estrella del rock hispano y ejerce como tal. Cuida de sus circunstancias, de su evolución y, lo que es más importante, de su público, que en directo le engrandece. Ramoncín cantó, ayudado de una banda compenetrada y efectista, sin desafinar, licencia que ha quedado atrás, que, vista su experiencia, ya no se puede permitir.
Ha mimado, ha estudiado su voz y ha superado sus propias limitaciones: "La tubería", él se refería a su garganta, "es un instrumento muy criminal, le tengo mucho miedo". Recordó a Tierno, elogió a su ciudad con eso tan repetido de que es "la capital del mundo", habló de Nicaragua, cantó a los mineros, a los mensajeros y a ellas, porque él también escribe de amor.
Este rockero inteligente ha aprendido que la música en vivo necesita un líder que dramatice, gesticule, anime e inquiera a los públicos. Ramoncín es un triunfador que no se ha dormido en su regocijo, que bien ha de saber que siempre cualquier caída es dura.
Babelia
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