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El 'caso Waldheim' domina el final de la campaña para las presidenciales en Austria

La campaña para las elecciones a la presidencia de la República de Austria, que se celebrarán mañana, no ha cambiado de tono ni siquiera al final. El Partido Popular (OEVP), que presenta la candidatura de Kurt Waldheim, afectado por el escándalo de su implicación en actividades nazis, y el Partido Socialista (SPOE), que apoya a un integrante de sus filas, el médico de 65 años Kurt Steyrer, intercambiaron ayer de nuevo ataques en sendas couferencias de prensa para concluir un debate electoral que durante nueve semanas ha sido una auténtica batalla en el lodo.

El Partido Popular hizo hincapié en su estrategia de presentar el voto a Waldheim, ex secretario general de la ONU, como la única vía para que Ios austriacos se libren de una prolongación de esta campaña, jalonada de insultos y descalificaciones personales. El secretario general del partido, Michael Graff, cuya aportación al envenenamiento del clima político austriaco no es negada ni siquiera por sus correligion arios, pidió el voto para Waldheim por ser éste "el único que puede ganar en la primera vuelta". Waldheim tiene, según los últimos sondeos, una ventaja de siete puntos sobre su rival, gracias a los tres puntos que ha ganado desde que se hicieron públicas las primeras acusaciones relativas a su militancia en organizaciones nazis y a su supuesta participación o connivencia en crímenes de guerra mientras sirvió como oficial del Ejército alemán en Yugoslavia.Tras la nueva estrategia del partido que apoya a Waldheim no está sólo la intención de explotar el cansancio de los austriacos por esta guerra sucia, sino también el temor a que, de hacerse necesaria una segunda vuelta el 8 de junio, en caso de no conseguir Waldheim mañana la mayoría absoluta de los votantes, los electores vuelvan la espalda a este candidato.

Todos los observadores están de acuerdo en que las posibilidades de Steyrer aumentarían en una segunda vuelta, ya que muchos austriacos reconsiderarían durante el período de reflexión su primer voto al tiempo que decaería sentimiento de solidaridad que Waldheim ha logrado provocar en torno a su persona. Según una reciente encuesta, sólo un 2% de los ciudadanos de este país considera a Waldheim como un criminal de guerra, y muchos asumen los ataques contra el candidato conservador como un ataque contra toda una generación de austriacos.

El SPOE, por su parte, reiteró ayer la necesidad que Austria tiene de un presidente con credibilidad en el interior, en el extranjero, condición que, según este partido, sólo reúne Steyrer, ya que Waldheim ha quedado desacreditado en amplios sectores de la opinión pública internacional.

El tercer candidato, la independiente Freda Meissner-Blau, apoyada por verdes y ecologistas, se beneficiará de los votos de protesta por el ínfimo nivel de la campaña electoral de los partidos mayoritarios y de la sensación de alarma que tienen muchos ciudadanos por el accidente de la central soviética de Chernobil. Si esta candidata consigue en torno al 7% de los votos, la segunda vuelta estará prácticamente asegurada.

Han surgido de nuevo en Austria los rumores sobre un eventual cambio de candidatos tras la primera vuelta, dado el deterioro del prestigio de Waldheim y la falta de carisma de su rival Steyrer. El ex canciller federal Bruno Kreisky ha descartado rotundamente toda posibilidad de presentarse a la segunda ronda, al manifestar en un mitín: "Deseo pasar los pocos años que me quedan viviendo como quiera".

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La pasada semana, un analista de la universidad de Viena sugería a EL PAÍS que, dada la situación, una salda salida estudiada por los partidos era la presentación, tras la primera vuelta, de un candidato común, capaz de cerrar las heridas abiertas en esta campaña. La misma fuente sugirió el nombre de Leopold Gratz, actual ministro de Asuntos Exteriores, con prestigio en ambos partidos y que, se ha mantenido al margen de los enfrentamientos más violentos de la campaña. La segunda vuelta del 8 de junio se convertiría así en un acto general de reconciliación, que abriría las puertas a una hipotética coalición entre socialistas y democristianos de cara a las elecciones generales del próximo año. Esta salida retiraría de la escena a dos candidatos que han quedado quemados, uno, por su falta de credibilidad tras las escandalosas revelaciones sobre su pasado, y el otro, por una notoria falta de garra política.

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