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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El sexo adolescente

EL NÚMERO de adolescentes embarazadas en España -lleguen o no a término- está aumentando considerablemente. En los escasos centros de planificación que están funcionando y en las consultas de sexólogos y psicólogos se atribuye este crecimiento a una desproporción entre la modernización en los estímulos y libertades sexuales y el arcaísmo en la educación sexual. El punto de vista conservador reclama una restricción autoritaria del erotismo y la libertad juvenil, y considera la educación sexual como parte del estímulo. Es decir, la estima como una suerte de pornografía. El progresista, en cambio, piensa que la educación sexual no sólo puede evitar las consecuencias no deseadas del sexo, sino producir una conciencia autolimitadora en los jóvenes. La discusión es generalmente inoperante. Hay actualmente una dinámica de vida en las sociedades mundiales a las que pertenecemos de hecho, en las que el culto a la juventud y un sentido general y amplio de la libertad son imparables.En algunos análisis sobre la realidad occidental se dice ya que hay un decaimiento de las relaciones sexuales plenas y que hay una moda de desinterés por el sexo. En algunas sociedades que han evolucionado antes y más gradualmente que la nuestra hay una percepción estadística de este fenómeno: en Dinamarca, una encuesta reciente entre jóvenes de 15 a 20 años muestra que el 76% considera que la forma ideal de relación sexual es el matrimonio. Hay datos globales de Europa occidental que aprecian que las relaciones desembocan más frecuentemente que antes en el matrimonio y que el número de divorcios disminuye. Para algunos sociólogos, esta propensión a la estabilidad es precisamente fruto de la mayor abundancia de relaciones intersexuales en los períodos prematrimoniales.

Aunque sin posibilidad de establecer una relación numérica, se advierte que mientras aumentan los embarazos de adolescentes solteras disminuye el número de hijos en parejas casadas o estables. En España, el descenso ha sido vertiginoso, posiblemente también por la rotura de prejuicios y el alud de nuevas costumbres: en 10 años, la tasa de nacimientos ha pasado de 2,9 en 1974 a 1,7 en 1984, y continúa la tendencia descendente. El asunto es materia de discusión entre sociólogos, economistas y demógrafas, y también se advierte la división entre conservadores y progresistas. 0 bien, entre los que creen que la corriente supone un daño -envejecimiento de las poblaciones, falta de fuerza juvenil, disminución de población activa y los que lo consideran un beneficio -mejor reparto de alimentos y energía, disminución del paro, estímulo a la automatización y a la tecnología, reducción de la pobreza.

El tema actual es el de que en España existe este problema de natalidad y aborto legal o clandestino, con todas las detestables consecuencias. Problema que afecta no sólo a la mujer, sino a sus jóvenes compañeros y a sus familias y, desde luego, a los nacidos. La difusión de los anticonceptivos, la multiplicación de consultorios sexuales, la ayuda a la mentalización de los adultos, la educación sexual a todos los niveles y la ayuda a las madres solteras, a las adolescentes y a sus hijos, es una necesidad social ante la cual el Estado no debe rehuir su asistencia. Sobre todo si, como es notorio, atañe más a las clases pobres y desfavorecidas educacionalmente que a las mejor establecidas.

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