Pocas posibilidades de recuperación de una de las niñas siamesas separadas ayer
Carmen y Teresa, las niñas siamesas nacidas en Malabo (Guinea Ecuatorial), se encuentran en estado grave tras la intervención realizada en la madrugada de ayer en el hospital infantil del Niño Jesús, en la que fueron separadas. Ésta es la sexta intervención que se realiza en el mundo para separar a siameses unidos por la zona sacra (pigopagus). Una de las dos niñas, Teresa, tiene muy pocas posibilidades de recuperarse.
No se espera que Teresa fallezca en las próximas horas, pero sus posibilidades de sobrevivir son muy escasas, según José Manuel Ollero, director del hospital infantil del Niño Jesús, ya que carece de riñones y sufre una grave cardiopatía. En la intervención se le puso un catéter para diálisis. Hasta ahora, el niño de menor edad sometido a este tipo de tratamiento en este hospital tenía siete meses. Las siamesas, que tienen actualmente dos meses, llegaron a Madrid el sábado 29 de marzo, con sólo 45 días. Carmen, que tiene el hígado situado al lado izquierdo, un solo riñón y carece de vagina, salió consciente del quirófano y tiene posibilidades de recuperarse totalmente. Los cirujanos consideran un éxito la operación.La principal dificultad a la que se enfrentó el equipo médico durante la operación fue el desconocimiento real de la situación de las niñas. Las siamesas estaban unidas por la zona sacra, pero se ignoraba qué órganos tenían comunes. Cuando fueron ingresadas, Teresa presentaba una oclusión intestinal. Ésta se solucionó practicándoles a ambas una colostomía, pero al repetirse ayer por la mañana la obstrucción intestinal el equipo médico optó por operar rápidamente, ya que peligraba la vida de las dos.
La intervención se afrontó en distintas fases, En la primera actuaron los neurocirujanos. Hasta que se procedió a abrir se desconocían las conexiones existentes entre sus sistemas nerviosos y si la médula espinal era común a ambas, ya que el escáner realizada era poco nítida y sólo mostraba una estructura ósea inmadura. Las niñas tenían una vértebra sacra común, que se dividió entre ambas, así como la dura madre, la más externa de las tres membranas meníngeas.
La primera parte de la operacion duró tres horas y media y fue muy laboriosa. A continuación, los neurocirujanos fueron sustituidos por cirujanos pediátricos, que procedieron a dividir las vísceras. Finalmente se llevó a cabo la reparación plástica de la zona intervenida.
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