Las actitudes políticas norteamericanas hacia Nicaragua
El presidente Reagan está intentando actualmente convencer a un remiso Congreso para que conceda 100 millones de dólares, principalmente en ayuda militar, a la contra con base en Honduras. Tanto si lo logra como si no, seguirá adelante con la construcción de una sexta base aérea norteamericana en Honduras y seguirá realizando maniobras conjuntas con su aliado hondureño. Las unidades norteamericanas que participan en las maniobras seguirán dejando tras de sí gran parte de su material para que la contra reciba importantes provisiones sin necesidad de una autorización específica del Congreso. No obstante, la amplia variedad de actitudes dentro de Estados Unidos resulta de gran interés para quien quiera comprender a Estados Unidos, y a tales actitudes se deben en gran medida las dificultades del presidente para conseguir apoyo público a su política.El Gobierno de Washington considera que el régimen sandinista es un claro ejemplo de "comunismo totalitario" en Centroamérica, su "patio trasero" y una zona de importancia estratégica. Hace comparaciones absurdas entre los sandinistas y, dictaduras corruptas y sangrientas como las de Duvalier y Marcos. En palabras de Anthony Lewis, publicadas en The New York Times, el Departamento de Estado y los portavoces de la CIA están utilizando tácticas maccarthistas para desprestigiar a todos los opositores nacionales a la política presidencial. La Administración rechaza conversaciones bilaterales con el Gobierno de Nicaragua y hace todo lo que puede para no darse cuenta de que ninguno de los países que integran el Grupo de Contadora y las principales naciones suramericanas que lo apoyan se muestran a favor de la ayuda militar norteamericana a la contra.
Los moderados, tanto dentro del Partido Republicano como del Demócrata y la opinión pública conservadora, que es probablemente la opinión mayoritaria en 1986, no comparten las convicciones dogmáticas del presidente. Se sentirían más a gusto si el Gobierno nicaragüense se pareciera más a una democracia capitalista occidental en sus instituciones e ideología. Pero creen honestamente en el principio de no intervención en los asuntos internos de otras naciones, y sobre todo no quieren más Vietnam, es decir, guerras lejanas en las que mueran sus hijos, o verse completamente alienados por causas que no tienen una explicación lógica en términos de necesidade.s de seguridad nacional. Su actitud es generalmente antiimperialista, con ciertos posos de aislacionismo del período anterior a Pearl Harbor (1941), y sin duda tienen mala conciencia respecto a las repetidas intervenciones militares de su país en Centroamérica.
Una minoría de norteamericanos, entre ellos muchos componentes de las elites formadoras de opinión, se muestra claramente comprensiva con la revolución sandinista. Yo dividiría este sector en tres grupos, de los que hablaré por orden de importancia nurnérica y su influencia total. En primer lugar, están los grupos de la Iglesia, tanto católicos como protestantes. En numerosas ocasiones, en el siglo pasado han enviado alimentos y misiones médicas, y han sido muchos, tanto entre las órdenes católicas corno entre las sectas protestantes, los que han creado escuelas y hospitales en las repúblicas centroamericanas. Les impresiona el hecho de que haya tantos sacerdotes y católicos practicantes en puestos destacados del régirrien sandinista. La mayoría de los laicos que visitan Nicaragua y El Salvador durante dos o tres sernanas, a su propia costa, no conocen ni la lengua española ni la historia de América Latina. Pero viajan mucho, utilizan los servicios de traducción de sus correligionarios anfitriones, hacen preguntas directas y ayudan espontáneamente en la recogida de las cosechas o en actividades de construcción o educativas. Viven directamente la amplia diversidad de opiniones políticas, las críticas abiertas y el fuerte sentido de participación, que olesmienten las acusaciones de Reagan de "comunismo totalitario".
Segundos en importancia son los cientos de representantes de organizaciones sindicales, juveniles y de estudiantes que viajan, también a su propia costa, pero que suelen pasar meses en vez de semanas en el país. Trabajan de peones agrícolas, mecánicos, carnioneros, carpinteros, albañiles, técnicos médicos y profesores. De hecho, debido a la situación económica, crítica en general, no son bien acogidos en Nicaragua, a menos que puedan aportar un trabajo útil. Su participación está en la tradición del rriovirniento de derechos civiles de la década de los sesenta en Estados Unidos. En esa época, miles de jóvenes de clase media aprendieron a dormir en el suelo, a compartir su comida y las actividades de los pobres. Rompieron los tabúes tradicionales de color y
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raza de la vida norteamericana, y la nueva naturalidad en el trato con la gente de piel oscura se ha trasladado del movimiento por los derechos civiles a los campos y aldeas de Nicaragua.
El tercer grupo son los representantes de la pluralista izquierda marxista. Empleo esos adjetivos porque no hay prácticamente ningún elemento anarquista en Estados Unidos, como tampoco existe un partido comunista importante, sino que existe una amplia variedad de grupos sindicales e intelectuales que extraen sus programas políticos y filosóficos de la tradición marxista. Representativas de esta izquierda son publicaciones como The Monthly Review y The Nation, y organizaciones como los Veteranos de la Brigada Abraham Lincoln. Esta izquierda norteamericana admira a la actual Nicaragua en varios aspectos: por haber reemplazado la tiranía de la familia Somoza por un. Gobierno que concede máxima prioridad a la educación, la salud y la justicia social; por su resistencia al tradicional imperialismo norteamericano en la zona, junto con su compromiso con una economía mixta que incluye la continuación de las inversiones norteamericanas y el comercio con Estados Unidos, y por una revolución única por su combinación de marxismo, teología de la liberación y relaciones cálidas e igualitarias entre la elite educada y el pueblo llano. En el contexto internacional ven también ciertos paralelismos aproximados entre la situación actual de Nicaragua y la de la República española durante la guerra civil de 1936-1939: un régimen pluralista atacado mil¡tarmente por la extrema derecha y alentado a ser más virtuosamente democrático, cuando de hecho se les obliga a depender económica y militarmente de la ayuda soviética; por los experimentos revolucion arios no burocráticos cuyo potencial se está viendo mermado por la necesidad de dedicar la mitad de los recursos totales de la nación a la defensa contra la intervención armada y financiada por Estados Unidos.
Y refórzando aún más las simpatías anterícrinente descritas de los diferentes grupos religiosos y laicos, y quizá refrenando a muchos de los que les gustaría ver destruida la revolución sandinista, está el paralelismo David-Goliat. Pues para todos, con la excepción de los reaganistas convencidos, ¿cómo es posible que la nación más poderosa del mundo crea seriamente que una nación pobre, con una población de menos de cuatro millones de habitantes, constituya una amenaza a su seguridad?
Por último, en medio del ambiente de antiamericanismo visceral que he presenciado durante la reciente campaña del referéndum sobre la OTAN en España, me siento feliz de poder ofrecer este ejemplo de la forma en que, ocasionalmente, lo mejor de la cultura política norteamericana se deja sentir en la política práctica.
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