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MUSICA CLASICA

25 años de Cuenca

El programa dedicado a Carlos Patiño por el coro y orquesta Ars Nova, dirigidos por Sabas Calvillo, clausura hoy en Cuenca la XXIV Semana de Música Religiosa. Las actuaciones de la Capilla Real de París (Palestrina, Lassus Bach, Rameau, Campra y Charpentier), de Sheila Armstrong, con la Orquesta Europea de Cámara de Lynda Russel, en lieder religiosos, de Mark Zeltser en el Pinao religioso de Liszt, de la Filarmónica varsoviana y el Orfeón Pamplonés en Wagner y Mahler, del organista Jose Manuel Azkue, en un homenaje a José Antonio Donostia y Jesús Guridi, han constituido -junto a la revisión de varias obras conquenses- un programa digno de la efeméride.Fundada en 1962 por impulso del gobernador Eugenio López y trabajo del director Antonio Iglesias, junto a un pequeño grupo de colaboradores, la Semana de Cuenca no significó algo aparte en el discurrir de nuestra evolución musical, ni mucho menos tuvo relación con el nacional-catolicismo predominante entonces en nuestro país. Enraizaba más bien con la reactualización de músicas pretéritas y la voluntad actual de dar con soluciones musicales dramáticas distintas a las de la ópera.

La vieja historia de la música española, protagonizada por lo religioso desde el Codex Calixtinus, las Cantigas o El Llibre Bermell, del siglo XIII, se prolonga después de los polifonistas de la Edad de Oro, hasta el XVIII y, en parte, hasta el XIX, para renacer con Eslava, Pedrel, Olmeda, Mitjana, Donostia y Otaño, hasta aparecer como médula de la Atlántida, de Falla.

Antecedentes todos que obraron en el ánimo de los fundadores de las semanas con la fuerza persistente de los sedimentos culturales. Se iniciaba la recuperación de un pasado decisivo al que se añadía la pasión creadora de los músicos de hoy: una cincuentena de encargos, premios y primeras audiciones que, como dice el musicólogo Muneta, "han incorporado al corpus de obras nuevas todos los lenguajes de los últimos años".

Algunas colaboraciones resultaron tan sorprendentes como las de Federico Mompou, con sus Improperia; Óscar Esplá, con su De profundis, y Montsalvage, con sus intensas Invocaciones al Crucificado. Las tres partituras han vuelto a sonar ahora en la antigua iglesia de San Pablo, dirigidas por Antonio Ros Marbá, al coro Cármina y la Orquesta Ciudad de Barcelona.

Contribuciones muy a destacar fueron, entre otras, las de Rodolfo Halffter, Luis de Pablo, Cristóbal Halffter, Carmelo Bernaola, Alberto Blancafort, Fernando Remacha, Gerardo Bombau, Manuel Castillo, Antón García Abril, Miguel Alonso, Tomás Marco, José Ramón Encinar, Ángel Barja o José Luis Turina. En menos palabras: a Cuenca han aportado su invención cinco generaciones de compositores españoles.

La orientación y el talante de las semanas están garantizados por la personalidad de su actual director, Pablo López de Osaba, que junta en Cuenca diversas dedicaciones rectoras: museo, conservatorio, investigación y polifonía juvenil. En materia musicológica, contamos ya con 25 volúmenes de altísimo interés: antologías, archivos catedralicios, catálogos y ediciones facsimilares.

Recordar cuanto hicieron algunos intérpretes de particular relevancia parece obligado, empezando por el director, Odón Alonso, heredero del espíritu extremista de un Pérez Casas; de José María Franco Gil, otro intérprete que gusta de las emociones de lo nuevo; Jesús López Cobos, que en sus investigaciones y preparación de coros hizo en Cuenca algunas armas primeras de su brillante carrera. En fin, un largo grupo de solistas vocales e instrumentales, de coros, conjuntos y orquestas, sin olvidar la presencia constante de los micrófonos de Radio Nacional y la frecuente de las cámaras de Televisión Española.

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