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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Delicadeza y elegancia,

Han pasado pocos días de la presentación de esta obra, dirigida por Ingmar Bergman e interpretada por el Dramaten de Estocolmo [fue representada en el Teatro Español el 28 de febrero y el 1 y 2 de marzo]; no es posible evitar la comparación, aun siendo un ejercicio tradicionalmente odioso, porque las imágenes se superponen en la memoria fresca.Es preciso decir, sin embargo, que en los montajes no hay modelo, aunque si se acude a la apelación de origen parezca que los suecos tienen más motivo para estar dentro de la sociedad y el conflicto que representa el texto. Una obra como ésta de August Strindberg no pertenece a Suecia ni a su época; lleva un siglo rodando por el mundo y los idiomas, y tiene otra representación sexual, pasional, de problemas de clase y de encuentro hombre-mujer.

La senyoreta Julia

De Strindberg. Versión catalana de Guillem-Jordi Graells. Intérpretes: Anna Lizarán, Lluís Homar, Lidia Comas.Escenografía, vestuario y dirección de Fabiá Puigserver. Producción del Teatre Lluire de Barcelona. VI Festival de Teatro. Teatro Martín. Madrid, 9 de marzo.

La versión de Fabià Puigserver representada ahora por el Teatre Lliure en el Festival Internacional de Teatro de Madrid es relativamente más blanda, aunque tenga un ramalazo de realismo cruel infinitamente más duro -la muerte del pájaro- y una violencia sexual más cruda en la pareja de baile que aquí sustituye al coro de campesinos. El decorado es sucinto, elemental, como una especie de taquigrafía del naturalismo original; la angustia es más simbólica que obediente a la indiferencia del objeto cotidiano y se centra sobre todo en el vacío del espacio y la pared de fondo, de madera blanca, que da la sensación de la opresión, pero que tiene sobre todo el valor del fondo neutro para que se recorten sobre él las figuras de los actores.

Plástica

La plástica se hace con ellos: las figuras están siempre en posición, la acción se detiene a veces el segundo suficiente como para fijar el texto. Los personajes están tratados con ese idealismo pictórico.Tienden, por consiguiente, a ser otros. No ya con respecto a la memoria reciente del Dramaten, sino al texto original, que sí puede ser tomado como modelo porque es lo que se representa: Jean, el criado, supone en Strindberg el principio de una nueva clase, el personaje zafio y vulgar barnizado por ciertas formas de deseo de ascenso, de una cultura de superficie; este actor, Lluís Homar, resulta demasiado pulcro, limpio y bien hablado. Y la señorita -Anna Lizarán- viene a ser más objeto que sujeto.

De todo ello trasciende un cierto encanto lírico y estético no sólo apreciable, sino admirable, que se desenvuelve fácil y poéticamente y por eso los dos golpes de fuerza, como la muerte del pájaro y el baile sexual, restallan de una manera que parece inoportuna o que no cuadra con el espíritu de todo lo que se está viendo y escuchando.

En la versión de la obra preparada por Inginar Bergman, y que vimos el mismo día en que mataban a Olof Palme en Estocolmo, la violencia es permanente y hasta histérica; hay como olor de cuerpos, de sudor, y los personajes están en conflicto entre su educación y su concepto de la vida (su programación, diríamos ahora) y el giro de una época, que se mezclan en una circunstancia equívoca (la noche de san Juan).

En la versión de La señorita Julia de Fabià Puigserver hay un predominio del buen gusto, de la elegancia, de la imagen cuidada. No tendría demasiado sentido la comparación entre mejor ni peor, ni, desde luego, entre conceptos muchísimo más arriesgados e injustos, como los de antiguo y moderno. La cuestión de preferencia es algo que debe dirimir cada espectador.

Esta Senyoretta Julia representada por el Teatre Lliure catalán en el festival madrileño tiene elementos suficientes como para atraer, y es una obra bien hecha. A mí me parece que hay una sublimación excesiva del conflicto que lleva a la pérdida de la sustancia dramática en beneficio de la plástica, pero no es más que un juicio personal. De hecho, a los que la presenciaron les gustó mucho y la aplaudieron con vigor.

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