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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un aire que se respira

Un alarde de interpretación, que surge de un alarde de dirección y de un estilo estable, permanente, de compañía. Goldoni tiene un encanto de adolescencia del teatro, de formas, aún sin hacer, primaverales; sin la sabia malignidad de Molière -que le precedió en un siglo-, sin la caída en la finura bobalicona del teatro posterior. Es un costumbrista y un moralista; todo el aire entre licencioso y alegre de la Venecia de su tiempo se respira en sus obras, toda la vena popular se introduce en la sangre de sus personajes; y sobre todo en su madurez deja caer la ironía en el momento del final feliz. Era un autor culto, un técnico del teatro, un conocedor profundo de la práctica y de la teoría de la escena.Todo esto es muy difícil hoy de devolver a la vida. Los intentos se suelen estrellar contra la realidad, sobre todo cuando se hacen fuera de Italia, Lluís Pasqual, en cambio, acierta en esta versión (tiene buena escuela para ello: la de Strehler): hay respiración y encanto en ella a partir de la reconstrucción del texto en catalán -hecha por él mismo, con Carlota Soldevila- y de las prosodias dadas a cada uno de los personajes, para los cuales hay un trato individual. Cae pocas veces en la tentación del italianismo -el remedo, la caricatura de lo italiano, que suele tentar a los malos directores- aunque entre de lleno en la tradición mediterránea que es la suya. No se resiste, en cambio, en la conversión en figurines de la mayor parte de los personajes, incluyendo moderadamente al galán y a la damita, que son siempre tan difíciles de tratar en este teatro, donde la inocencia y el amor suelen ser tontos. Es sobre todo un cierto abultamiento para salir por encima del realismo o del costumbrismo que podría representar, dentro de su tiempo -pero, claro, no en el nuestro- la obra de Goldoni.

Un dels últims vespres de carnaval

De Goldoni. Traducción de Carlota Soldevila y Lluís Pasqual. Intérpretes: Jordi Bosch, Lidia Comas, Inma Colomer, Maria Domènec, Lluís Homar, Anna Lizarán, Teresa Lozano, Alfred Muchetti, Rafael Lladó, Blai Llopis, Enric Serra, Carlota Soldevila, Artur Trias, Emma Vilarasu. Espacio escénico y vestuario: Fabiá Puigserver.Dirección: Lluís Pasqual. Producción: Teatre Lliure, Barcelona. VI Festival Internacional de Teatro. Estreno: teatro Martín. Madrid, 5 de marzo.

Tampoco se resiste a los números de dirección. Algunos de estos números vienen directamente de la acción, como la escena de las tres mujeres, sus chismes, sus rumores y sus alianzas. Otros forman parte de su alarde de dirección: por ejemplo, la partida de cartas -la, meneghela- o la cena final.

Pero lo más importante sigue siendo la respiración de toda la obra, su alegría contenida, su velo de ligerísima nostalgia (el fragmento biográfico en el que el propio Carlo Goldoni expresa la inquietud y el dolor por su partida de Venecia), el adiós a la máscara y de la máscara. Este es el acierto mayor de este trabajo de dirección y de conjunto.

Marca de perfección

La interpretación es excelente. Sería injusto señalar actor o actriz por encima de los demás, aunque el pintoresquismo o el abultamiento psicológico de algunos papeles favorezca más a quienes los interpretan. Hay una marca del Teatre Lliure, una marca de perfección: está en la impostación de las distintas voces para este trabajo, en la gestualidad, en el ritmo de los movimientos sobre el escenario; y en este caso no hay excepciones en contra.La escenografía de Fabià Puigserver es elegante y somera y sus figurines tienen belleza sin excesos; es decir, con adecuación a la obra y a los tipos. Permite también la respiración; no se lleva la atención del espectador hacia otros lugares, sino que la deja con el texto y los personajes.

Había poco público en el teatro Martín. Quizá porque el Teatre Lliure tiene tres obras más, y un concierto, dentro de este mismo VI Festival de Teatro, y su público se reparte; quizá también por la política de invitaciones al impresionante número de funcionarios que mantienen su derecho a ellas -o las quieren recibir como homenaje o como agradecimiento, o como símbolo de autoridad- y luego no acuden.

Y también por la idea previa de una parte del público de que es imposible conseguir entradas para las noches de representación y, sin embargo, son muchas las que sé quedan en la taquilla. Ese poco público -más de medio teatro- aplaudió con entusiasmo tanto a los intérpretes como a Lluís Pasqual. Y a la sombra de Carlo Goldoni.

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