La OTAN estaba dispuesta a conceder un mando a España después de su ingreso a toda prisa
La OTAN ofreció a España un mando propio, aunque de segundo o tercer nivel, y mostró escaso interés en la asignación de tropas de nuestro país a la Alianza. Éste fue el último capítulo de un proceso de ingreso e integración realizado a toda prisa por el Gobierno de UCD e interrumpido a finales de octubre de 1982 con la llegada del PSOE al poder. La adhesión tuvo que hacerse un domingo para evitar que al día siguiente el PSOE lograra reabrir el debate y fuese apoyado por parte de la UCD, en vías ya de desintegración. En tres reuniones, que se extendieron a lo largo del verano y del otoño de 1982, España y la OTAN avanzaron mucho en la definición del esquema de integración de nuestro país en la Alianza. Este proceso terminó chocando, sin embargo, con el problema de Gibraltar.
El proceso de integración de España en la Alianza Atlántica -según los deseos de UCD- se precipitó en pocos días. El 24 de mayo de 1982 el Parlamento griego ratificó la entrada de España en la Alianza Atlántica. Era el último de los parlamentos de los 15 países miembros en hacerlo. Dos días después, la Comisión Ejecutiva del PSOE decidió presentar una moción en el Congreso de los Diputados pidiendo al Gobierno el aplazamiento del ingreso de España en la OTAN. Al día siguiente, el Grupo parlamentario Socialista presentó en el Congreso de los Diputados un escrito en este sentido, acompañado de otro que solicitaba que el aplazamiento se gestionase con carácter de urgencia.UCD amenazaba quiebra. La marcada división existente en este partido hacía temer al Gobierno la posibilidad de que, al contrario de lo que sucedió en octubre de 1981, no toda la UCD apoyara el ingreso en la OTAN si llegaba a discutirse la moción del PSOE. El PSOE tenía en el Congreso los votos necesarios para reabrir el debate el lunes 31 de mayo de 1982 a las diez de la mañana. "Y, lo que es peor", recordaba un año más tarde el entonces ministro de Asuntos Exteriores, José Pedro Pérez-Llorca, "yo estaba seguro de que tenía los votos de un número suficiente de diputados de nuestro propio partido para haber ganado la votación en contra en ese debate".
El actual ministro de Asuntos Exteriores, Francisco Fernández Ordóñez -que entonces ocupaba con UCD la cartera de Justicia-, recibió aquellos días una visita en su despacho de la calle de San Bernardo de Madrid. Terence Todman, embajador entonces de Estados Unidos en España, quería interesarse por cuál sería el voto del Partido de Acción Democrática (PAD) en una nueva votación sobre la OTAN. El PAD, dirigido por el entonces ministro de Justicia, había formado un grupo parlamentario separado del de UCD. Fernández Ordóñez garantizó a Todman que su partido seguiría votando junto a UCD si prosperaba la moción del PSOE.
A última hora, UCD decidió acelerar los acontecimientos. El domingo 30 de mayo de 1982, a las 10.20 horas de la mañana, con todo Washington paralizado por el fin de semana, el encargado de negocios de la Embajada de España en Estados Unidos, Alfonso Alvarez de Toledo -actualmente embajador de España en la República Democrática Alemana-, entregó al vicesecretario de Estado norteamericano, Walter Stoessel, el acta de adhesión española al Tratado de Washington. El acto consistió en un intercambio de breves discursos entre Álvarez de Toledo -que representaba al embajador de España, José Lladó, ausente- y Stoessel.
Acababa así un proceso iniciado dos años antes, cuando el 15 de junio de 1980 EL PAÍS publicaba unas declaraciones del entonces ministro de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja, en las que por vez primera anunciaba el propósito del Gobierno -presidido entonces por Adolfo Suárez- de lograr la adhesión a la OTAN "antes de las elecciones de 1983".
Obtenido, en el pleno que finalizó el 29 de octubre de 1981, el permiso de las Cortes generales de ingresar en la OTAN, el Gobierno inició las gestiones para lograr una rápida ratificación. Dos eran los países más temidos: Grecia y Holanda. Ambos entonces con Gobiernos socialistas, que en el caso de los Países Bajos contaba además con el apoyo de los pacifistas.
Pérez-Llorca, inquieto
Pérez-Llorca estaba algo inquieto, e incluso no acompañó al Rey en un viaje a Bahrein y a los emiratos, del 5 al 12 de diciembre de 1981, para tratar de impulsar las ratificaciones. La primera ratificación se obtuvo el 8 de enero de 1982, cuando el Gobierno de Canadá -en el caso de este país no se necesita que el Parlamento lo ratifique- dio su asentimiento. Luego, por este orden, ratificaron Noruega, Bélgica, el Reino Unido, Islandia, Estados Unidos, Luxemburgo, RFA, Dinamarca, Portugal, Francia, Holanda, Turquía, Italia y Grecia.En el Parlamento portugués los socialistas se abstuvieron. En el de Holanda se opusieron socialistas, comunistas y radicales de izquierda. En Francia e Italia sólo los comunistas votaron en contra. Éste es también el caso de Grecia, último país en ofrecer su acuerdo, cosa que ocurrió el 24 de mayo de 1982.
En el Parlamento griego los socialistas dieron, por fin, sus votos favorables, y el Gobierno del PASOK sacó adelante la ratificación con sólo los votos contrarios de los dos grupos comunistas.
El secretario general del PSOE, partido que acaparaba entonces el mayor número de españos dentro de la oposición, Felipe González, había advertido ya que, a pesar de su oposición al ingreso de España en la OTAN, no pensaba buscar apoyo en el Gobierno de sus correligionarios griegos para que éstos bloquearan la integración. Un retraso de sólo cinco días en la ratificación griega habría dado la oportunidad al PSOE de hacer prosperar su moción en el Congreso pidiendo el aplazamiento del ingreso en la Alianza Atlántica, teniendo esta vez a favor a un sector de los diputados de UCD.
Superados ya todos los escollos que se oponían a la integración, el Gobierno de UCD -que ya barruntaba su derrota electoral- decidió comenzar las conversaciones para el proceso de integración militar. El asunto levantó fuertes recelos en Portugal, que temía tener que compartir con España el mando ibérico (Iberlant). Sin embargo, sucedió un hecho que serviría para borrar las reticencias lusas: por vez primera el mando del Iberlant recayó en un portugués en vez de en un norteamericano: el vicealmirante Elías da Costa.
El 22 y el 23 de julio se abrieron en Madrid las primeras conversaciones para estudiar la integración de España en la OTAN. Por parte de la Alianza dirigía la delegación el secretario general adjunto para Planes y Política de Defensa, el británico David Nichols. La representación española estaba encabezada por el nuevo embajador de España en la OTAN, Javier Rupérez, asistido por el entonces subsecretario de Política de Defensa, almirante Ángel Liberal Lucini.
Según uno de los funcionarios españoles que asistió a aquel encuentro, éste consistió en una especie de intercambio de información mutuo en el que los representantes de la OTAN explicaban en qué consistía esta organización, mientras los españoles exponían sus prioridades y necesidades defensivas. La impresión que a este funcionario le quedó de aquel encuentro era la de que la OTAN tenía más claro qué era lo que necesitaba de España. Los representantes de nuestro país, según el funcionario, no tenían tan claro, sin embargo, qué era lo que necesitaban de la OTAN ni qué papel podían cumplir en ella.
Ambas partes volvieron a encontrarse -esta vez en Bruselas- en dos ocasiones más: los días 14 y 15 de septiembre y 5 y 6 de octubre. Esta segunda reunión se producía cuando estaba a punto de comenzar en España una campaña electoral para las legislativas del 28 de octubre de 1982, que todos los sondeos auguraban que serían ganadas por el PSOE, decidido opositor a la permanencia en la Alianza Atlántica.
En las conversaciones de septiembre y octubre -consideradas simplemente exploratorias y prólogo de unas negociaciones para la integración que no llegaron a celebrarse al acceder el PSOE al poder y decidir congelar el procesola OTAN y España trataron de ponerse de acuerdo en cuáles eran las amenazas a la seguridad común, la posibilidad de hacer compatibles el despliegue de sus fuerzas, las misiones que España desempeñaría en el interior dé la OTAN y cómo participaría en la cadena de mandos de la Alianza.
Los funcionarios españoles -según coinciden dos de ellos, consultados por este periódico- insistieron en la potencial amenaza que podría significar para España -y, consecuentemente, para Occidente- cualquier desequilibrio en el Magreb. Los españoles describieron su eje estratégico Baleares-Estrecho-Canarias. Los representantes de la OTAN aceptaron estas tesis, aunque, según una de las fuentes consultadas por EL PAÍS, era patente la diferencia de sensibilidades entre ambas partes: España más preocupada por el norte de África, y los representantes de la OTAN poniendo el acento en la amenaza del Este.
Por lo que respecta al despliegue de fuerzas, los representantes de España en las conversaciones exploratorias expusieron su plan de redespliegue de fuerzas de tierra (plan META de modernización del Ejército de Tierra), así como los planes de modernización de la Armada y del Ejército del Aire.
La OTAN sondeó en aquellas conversaciones de septiembre y octubre sobre las fuerzas españolas que desearía ver asignadas en la Alianza: es decir, qué fuerzas debería España poner a su disposición en. caso de conflicto, aunque en tiempo de paz seguirían basadas en territorio español, si bien ocasionalmente participarían en ejercicios con las de otros países de la organización.
Escasa ambición
Según uno de los funcionarios españoles que asistieron a estas consultas, los deseos de la OTAN en este sentido eran escasamente ambiciosos. Se pedía una asignación casi simbólica de fuerzas de mar y aire, y no mucho más del Ejército de tierra español. En este último caso se solicitaba una representación española en las fuerzas de intervención inmediatas Fuerza Móvil del Mando Aliado en Europa (AMF) y se sugirió también la necesidad de estar presente en caso de conflicto -también de forma prácticamente simbólica, probablemente con apenas un batallón de unos 500 hombres- en el norte de Italia.De hecho, en las conversaciones no se entró prácticamente en los detalles de la asignación de fuerzas, aunque una de las fuentes españolas consultadas por este periódico consideró que previsiblemente unas demandas tan escasas de asignación de fuerzas no hubieran representado ningún problema para el Gobierno de UCD, y que éste habría aceptado.
Según estas fuentes, ni se entró, por ejemplo, en temas como los de infraestructura, el posible prealmacenamiento de suministros para ser utilizados en caso de guerra o los deseos de la Alianza de realizar maniobras y pruebas de armamento en España, que cuenta a su favor, respecto a Europa, con grandes superficies desérticas y un gran número de horas de luz.
Tampoco en ningún momento los representantes de la Alianza pidieron -ni sugirieron- la posibilidad de que España almacenara armas nucleares.
La participación de España en los mandos de la Alianza no representó problema en un principio. Las reticencias portuguesas quedaron superadas con el nombramiento de un vicealmirante luso para dirigir el Iberlant. Además, el mando que la OTAN tenía pensado para España iba a depender del Saceur (mando aliado para Europa), mientras el Iberlant dependía del Saclant (mando para el Atlántico con sede en Norfolk, EE UU). Según los planes discutidos en aquellas reuniones, el mando español cubría, además de su propio territorio, una franja que se iniciaba en el mar Cantábrico -surgiendo de la línea divisoria de las aguas francesas y españolas- y penetraba en el océano Atlántico. Esta franja nacía de parte del mando Eastland, uno de los submandos del Saclant.
En el sur el mando se prolongaba hacia el oeste enuna especie de triángulo que tenía uno de sus vértices en el estrecho de Gibraltar, cubría el archipiélago canario y tenía su base en el trópico de Cáncer. Esta parte del mando español se formaba sobre dos zonas que anteriormente pertenecían a los otros dos mandos del Saclant: Iberlant y Westland.
En el Mediterráneo el mando español nacía también en el estrecho de Gibraltar, cubría las Baleares hasta llegar al occidente de Córcega y Cerdeña y llegaba hasta la divisoria de las aguas españolas y francesas en el golfo de León. En buena parte este lado del mando español cubría casi todo el antiguo mando Medoc, exceptuando la parte que a éste le correspondía de las aguas galas.
El Medoe (submando del Medíterráneo occidental) fue abandonado por Francia, tras su retirada de la cadena de mandos de la OTAN, en 1966. En 1982, como en la actualidad, el Medoc estaba en manos de uno de los submandos del Saceur, el Afsouth, con sede en Nápoles (Italia). En las reuniones del otoño de 1982 tampoco se llegó a aclarar en detalle la cuestión del rango del mando español, aunque se manejaban dos posibilidades obvias: o bien dependía directamente del Saceur o bien pasaba a depender del submando Afsouth, siendo el mando español un subsubmando del Saceur. Esta segunda posibilidad es la juzgada más probable por los funcionarios españoles que participaron en aquellas conversaciones y que han sido consultados por este periódico.
Gibraltar
Hasta aquí todo fue sin problemas. Pero en las conversaciones surgió una pieza que no casaba en el diseño del mando español: la existencia de la colonia británica de Gibraltar. La idea -que parecía aceptada por ambas partes- era que el Gibined (submando de Gibraltar) quedara subordinado al español. El submando gibraltareño seguiría dependiendo de un marino británico o tendría un doble mando: español y británico. Esta segunda fórmula disgustaba a los militares españoles, que no querían ver a las banderas española y británica ondeando juntas sobre el Peñón, y así lo hicieron ver.Tras esta serie de reuniones del otoño de 1982 estaba previsto el inicio de conversaciones formales, que por parte de la Alianza se realizarían a nivel de vicesecretario general. La llegada del PSOE al poder impidió su continuación.
La duda es hasta qué punto el proyecto de integración estaba maduro y podía llevarse adelante a pesar, del escollo de Gibraltar. En este preterible, las fuentes consultadas difieren. Uno de los funcionarios considera que aún quedaba mucho terreno por recorrer, mientras otro piensa que "en dos o tres meses" se hubiera concluido un borrador de acuerdo con la OTAN. La decisión de congelar el proceso de integración impidió, en todo caso, ver cuál de las dos fuentes tiene hoy razón.
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