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Mutismo de Arafat tras la decisión de Hussein de romper el diálogo con la OLP

Los principales dirigentes de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) están reunidos en Bagdad en torno a su líder, Yasir Arafat, que permanece sumido en el más absoluto mutismo después de que el rey Hussein de Jordania anunciase el miércoles el fin de su ambiciosa alianza estratégica con la actual dirección palestina para promover conversaciones de paz.El máximo dirigente de la resistencia palestina sólo romperá su silencio, según algunos de sus colaboradores, cuando haya acabado de examinar las consecuencias de la delicada situación que se ha creado con la decisión tomada por el monarca jordano.

Algunos representantes oficiales palestinos en el mundo árabe intentaban, sin embargo, en sus primeras reacciones al anuncio del soberano, restar importancia al discurso retransmitido por la radio y la televisión del Reino Unido dando a entender que podía suponer un nuevo y teatral intento de presionar a la OLP para que acate la resolución 242 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Ello es condición indispensable para que Estados Unidos acepte, a su vez, su participación en una negociación de paz. El ministro egipcio de Asuntos Exteriores Esmat Abdel Meguid, afirmó que el acuerdo jordano-palestino del 11 de febrero pasado "sigue vigente".

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Tras el secuestro en octubre, del trasatlántico italiano Achille Lauro, en el que estaban implicados fedayin de una rama perteneciente a la OLP, Hussein criticó a Arafat por sus relaciones indirectas con el terrorismo y, ayudado por el presidente egipcio Hosni Mubarak, consiguió que, al mes siguiente, el líder palestino suscribiese en El Cairo una declaración en la que condenaba la violencia antisraelí fuera de los territorios ocupados, prometiendo sancionar a sus autores.

El carácter solemne de la alocución real de anteayer induce, sin embargo, a sospechar que esta vez puede haber optado por dar por terminada su profunda cooperación con un mando de la resistencia palestina cuya palabra no significa, según sus propios términos "ni compromiso, ni credibilidad, ni apego". "Así concluye", recalcó el soberano, "otro capítulo en la búsqueda de la paz".

La discrepancia insalvable entre Hussein y Arafat seguía siendo, obviamente, el rechazo por este último de la resolución 242 aprobada en 1967 porque, además de implicar el reconocimiento de Israel circunscribe, sobre todo, la cuestión palestina a un mero problema de refugiados sin derecho a auto determinarse como pueblo.

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A cambio de su aceptación del texto de la ONU, Washington ofrecía a Arafat, según el jefe de Estado jordano, ser invitado a tomar parte en una conferencia internacional sobre la paz en Oriente Próximo en la que, además, podría proponer lo que se le antojase, incluido el derecho a la autodeterminación, sin que estas concesiones le hayan parecido suficientes para dar su visto bueno a la polémica resolución.

Sin alternativa

El relativo optimismo de algunos dirigentes palestinos a la hora de interpretar las implicaciones de la decisión real se explica también porque, en su opinión el rey Hussein no tiene, por ahora, otra opción al actual proceso de paz puesto en marcha por Aminan y la Organización para la Liberación de Palestina. Este proceso, en el peor de los casos, podría quedar estancado pero no puede ser sustituido ni por alianzas entre Jordania y los responsables de Cirjordania, ni entre Jordania, Siria y los palestinos disidentes bajo su tutela.La primera opción parece descartada porque el mismo monarca dejó claro anteayer que no acudiría a una mesa de negociaciones solo o con sus amigos cisjordanos. Otra solución de recambio no parece tener más probabilidades de éxito, a pesar del reciente acercamiento entre Hussein y el presidente sirio, Hafez el Asad, porque sus divergencias ideológicas y estratégicas son demasiado agudas.

Aunque la OLP no quede marginada de un eventual proceso de paz porque se esfumen las perspectivas de poder negociarla, Yasir Arafat corre el riesgo de convertirse, como había anticipado Hosni Mubarak en enero, en el gran perdedor de los últimos acontecimientos. En su discurso, Hussein ha dado la impresión de centrar sus ataques sobre Arafat y sus colaboradores íntimos como si desease suscitar un revuelo al frente de este aún poderoso movimiento de liberación.

Según confiaba Yasir Arafat hace unos días a uno de sus amigos, sólo dos sucesos regionales podrían enderezar su postura: la muerte de su principal y más poderoso adversario árabe, el presidente sirio, Hafez el Asad, o el final de la guerra irano-iraquí, de forma que permita al régimen de Bagdad recobrar su protagonismo en el mundo árabe y oponerse al acoso al que le somete su rival, Damasco, ahora con la complicidad objetiva de Amman. Pero ambos acontecimientos parecen, por el momento, improbables.

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