El consejero tiene la palabra
La comisión de la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid que estudia la adjudicación de la gestión de la plaza de Las Ventas se reúne esta tarde a las seis. Manuel Chopera es el favorito del consejero de Cultura, José Luis García Alonso, que la preside, y es quien ha de decir la última palabra. Paradójicamente, entre las tres ofertas presentadas, la peor es la de Toros-Madrid, SA, que representa Chopera. En realidad, ni siquiera hace oferta, pues declara que cumplirá el pliego de condiciones mínimas exigido por la comunidad.El relato autobiográfico de Chopera parece tener impresionado al consejero, pues le da más valor que a las propuestas de los otros dos licitadores, Plaza Monumental, SA, y Único, SA. Ambos ofrecen temporadas en plenitud, muy por encima de las que propone la comunidad. Nunca la propiedad de la plaza ha tenido a su alcance, como ahora, la posibilidad de servir al pueblo de Madrid una fiesta que satisfaga las aspiraciones de quienes gustan del espectáculo y relance la categoría del coso venteño. Y desdeña estas ofertas, en favor de quien no tiene intención de mejorar un tipo de temporada simplemente aceptable.
En aras de su solvencia (los otros dos licitadores también la tienen, por cierto), al consejero taurino parece no importarle que Las Ventas sea base de operaciones del monopolio empresarial, donde determinados toreros y ganaderos han de condicionar sus contratos a los de otras 20 plazas; ni que al pueblo de Madrid le cueste el mismo precio ver a la máxima figura del toreo que al más modesto matador; ni que a ese mismo pueblo le sea imposible encontrar una entrada para los toros los días de mayor expectación, mientras los revendedores las tienen a fajos... Se dice que Chopera garantiza una gestión sin sobresaltos, lo cual conviene a los políticos en año de elecciones. Si es así, alguien está en la luna. La afición madrileña no va a pasar por alto ningún fallo al empresario de Las Ventas, sea quien sea. Pero si sospecha que ese empresario está ahí por decisión caprichosa de la comunidad, la comunidad compartirá todas las responsabilidades, aunque sea año de elecciones.
Los políticos suelen ver las corridas desde el callejón y no se enteran de lo que comenta el pueblo llano gradas arriba. Algunos creen que la fiesta en Madrid es la feria, y el resto festejos que interesan a cuatro. Naturalmente, se equivocan. Hay un público numeroso que no puede comprar abono para la feria y satisface su afición a lo largo de la temporada. Madrid tiene esa tradición. Ocurre que los últimos gestores del coso antepusieron sus intereses a los legítimos del público y empobrecieron la temporada. Ahora hay dos empresas que ofrecen dotarla de la máxima categoría, y del consejero de Cultura depende que pueda beneficiarse de estas mejoras el pueblo de Madrid.
Babelia
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